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viernes, 14 de diciembre de 2018

El G20 y la época.




Es verdaderamente muy importante en términos políticos que se hayan generado distintas manifestaciones   con motivo de la reunión del G 20 aquí en la Argentina. Se eleva el  nivel del pensamiento político  de la participación popular y de la militancia. En  la época política  actual resulta  cada vez más indispensable que se relacionen permanente  las reivindicaciones locales  y particulares con el contexto global,  para que el reclamo tenga mayor profundidad y eficacia, para que al ser esgrimido teniendo a la vista la totalidad del panorama político y económico, alcance la fuerza de a razón  del argumento verdadero,  frente a la confusión de las ideas que invaden los medios y las redes de la comunicación. En este sentido se puede decir que fue “bueno”  que tocara  la reunión del G20 en Buenos Aires este año que, además, tiene para los argentinos una importancia política crucial por ser  el del inicio de  la carrera electoral para definir si sigue  adelante  la gestión neoliberal  (y “berreta”)  de Macri o si se abre una puerta  al regreso a la senda de la construcción política en clave popular.
El haber sido el  anfitrión de esta cumbre mundial no le aportó demasiado  al oficialismo,  ni  en términos políticos ni electorales, ya que estas cuestiones ,  en la Argentina actual,  se van a dirimir  fundamentalmente  en torno a  la crisis económica interna  y su resolución, temas sobre el que ninguno de los mandatarios  huéspedes hubiera podido  ofrecer gran cosa, al menos en términos inmediatos. Por otra parte la cantidad de deficiencias  de la gestión macrista,  que se manifestó en diversas escenas de patetismo protocolar,  ha de seguir  como  una sombra a varios de los integrantes del gabinete y al  gobierno en su conjunto por alguno tiempo más.
Sobre lo que sería bueno profundizar el debate político, ahora,  en los sectores populares  es  sobre  la cuestión más esencial acerca de:  qué es el G20, que representa,  y cuál es la actitud política más acertada, que corresponde adoptar, desde el campo popular, ante sus reuniones.
En ese sentido  nos parece que la consigna  de “fuera el G20” o “no al G20” cae en una simplificación mecánica y estéril  repitiendo como un eco la de “fuera FMI”, cuando no son la misma cosa, o “fuera el imperialismo  de América Latina”, cuando tampoco es la misma cosa y  no es la misma época histórica.
El G 20 se crea en 1999, frente a la crisis de los “tigres asiáticos”, y otras más, cuando el capitalismo financiero se empieza a dar cuenta  de que con el G7, creado  para administrar la crisis capitalista  que generó la salida de la paridad dólar-oro  de Nixon de 1971, no le alcanzaba para garantizar la gobernabilidad global, en un estadio histórico en el que el capitalismo ya había perdido el impulso de posguerras.  Y que tenía que empezar a entenderse políticamente con China y algunos otros, que ya estaban adquiriendo cierta autonomía de sus mandatos hegemónicos.
Como esa crisis pareció superarse (precisamente por un segundo auge productivo y financiero de China)  la euforia especulativa volvió y el G20 flamante fue puesto en el “freezer”. Las  distintas reuniones que se sucedieron siguieron siendo  de nivel ministerial y abordaron diversos temas importantes pero en el orden de la administración de una situación global “controlada”.
En 2008 hubo que descongelarlo de apuro,  y transformarlo en un verdadero  grupo de gobernanza global. Se lo llevó entonces al rango de una cumbre de presidentes.  Pero  entonces China ya no sólo había profundizado  su autonomía  en términos políticos y económicos, sino que disputaba hegemonía a  nivel mundial a todos los países “occidentales” especialmente a EEUU. Desde entonces y particularmente a partir de la alianza estratégica chino – rusa (2010 circa)  se ha configurado  un escenario de tensión entre las potencias pero sin que ninguna  pueda imponerse sobre las otras.
El G20 está formado por 19 países, a los que se agrega la UE como unidad política Es decir que países como Alemania, Francia e Inglaterra tienen una doble representación. Aunque viendo el grado de alteración de la unidad europea en la actualidad, esa participación de la UE como unidad es, hoy por hoy neutra, y lo que juega en realidad es la participación de los países por separado
La reunión anterior había sido   en Hamburgo el año pasado en medio de manifestaciones y desórdenes populares,  y sin que se haya arribado  a ningún acuerdo sustancial. Los temas centrales fueron entonces ( y siguieron  siendo ahora) :  1) -el principal -proteccionismo versus libre comercio que en realidad oculta el enfrentamiento entre dos estrategias no solo comerciales sino geopolíticas de China (y su estrategia de la Ruta de la Seda ) y EEUU ( bajo gobierno de Trump y su política de “América First”) , 2) Migración y  3) cambio climático.
El primer tema fue obviamente  el que concentró  la atención en Buenos Aires, una capital latinoamericana, es decir  de un continente que está siendo terreno de enfrentamiento de las dos estrategias geopolíticas mencionadas.
El combate de fondo tuvo lugar en medio de un alto fuego cruzado  y activas ,maniobras de inteligencia que lograron, por ejemplo, evitar  uno de los eventos más esperados  del gran mitin como era la reunión Trump-Putin que, a partir de una provocación naval ucraniana y la respuesta  contundente de Rusia,  tensó nuevamente la situación en el significativo escenario del Donbass, lo que, a su vez, fortaleció  momentáneamente la posición de los sectores  del poder norteamericano que insisten en una ruptura total entre EEUU y Rusia.
Esto está relacionado con la circunstancia  a tener en cuenta de que  en el referido combate de fondo  no se enfrentaban  dos pares, sino  un presidente que viene siendo  “pato rengo” desde el mismo momento de su triunfo electoral, sujeto permanentemente a la crítica de los medios masivos de comunicación más importantes de su propio país, y perseguido insistentemente por la Fiscalía Especial,  que lo mantiene al borde del “impeachment”,  y, otro, que es considerado como el presidente con mayor poder en China desde la época de Deng.
Por esa y otras cuestiones más determinantes, el resultado del amable encuentro se inclinó a favor de Xi Jinping. La “tregua” conseguida (aunque sea en términos de declaración conjunta) fortalece mucho más la posición negociadora China que la beligerancia gesticulante  del “trumpismo” y descarta por el momento las pretensiones rupturistas de los halcones norteamericanos, que  pugnan por  la ruptura definitiva, y la puesta del mundo al borde de una guerra nuclear.
Ganó la paz (al menos ganó tiempo) y la idea del diálogo y del acuerdo.  Xi, además, se reunió con todo el grupo de los Brics y revalidaron sus acuerdos y tuvo una muy importante reunión bilateral con Narenda  Modi, presidente de la India, en torno a un entendimiento “de nivel superior”  que resulta estratégico (e históricamente inédito  desde el punto de vista demográfico).
 Pero lo que quedó cabalmente demostrado es que el G20 se ha convertido, más allá de los gustos o deseos de unos y otros,  en el escenario principal en el que se exhibe la dinámica del poder mundial real. Ocupa el lugar que venían dejando, lánguidamente, las Naciones Unidas  (incluido  el Consejo de Seguridad), instrumentos  que fueron producto de esa otra época anterior de la posguerra, mundo en el que, como dijéramos “ut supra”, algunos, incluso desde la “izquierda” y progresismo,  creen que todavía estamos.
Si desde un análisis de clase no se puede  renunciar  a la idea de que la contradicción fundamental (y universal),  en tanto no se supere el capitalismo global y definitivamente, sigue siendo  entre el mundo del capital y el mundo del trabajo, la cuestión es  cómo se “lee”, entonces,  este combate de fondo en este nuevo  “escenario principal del poder mundial”, a la luz  de dicha contradicción.
Es decir en términos más concretos y actuales, dónde ubicamos, entonces,  el esfuerzo productivo   humano, el desarrollo en clave de mejoramiento de la vida de los pueblos , la paz,  el diálogo  internacional y multinacional, en fin, la esperanza de un mundo mejor, por un lado, y el parasitismo rentístico financiero  y la competencia furiosa y belicista, a costa  y riesgo de la humanidad misma,  y el desprecio  por la verdad y la conspiración permanente  para la producción y la difusión masiva de la mentira.
A nosotros no nos quedan dudas.
Mariano Ciafardini
Instituto Argentino de Geopolítica (IADEG)

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