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sábado, 23 de enero de 2021

La decadencia del imperio americano (tercera y última).

 

La decadencia del imperio americano (tercera y última).

El título de esta saga de artículos cortos que venimos publicando desde hace tres meses lo hemos tomado de la película canadiense de Denys Arcand, una tragicomedia multipremiada de 1986.La misma también tuvo su continuidad en el otro filme, del mismo director, denominado “Las invasiones bárbaras”. El trumpista sublevado el miércoles pasado cubierto con  una piel de búfalo y sus correligionarios trepando por las molduras de la muralla de mármol del capitolio norteamericano, no pueden dejar de evocar a los visigodos de Alarico saqueando Roma, en el  año 410. Lo cierto es que arquetípicamente la caída de los imperios occidentales  no se ha producido nunca por el enfrentamiento con otro imperio que haya venido directa e inmediatamente a sustituir al vencido. No, el proceso de desintegración se da desde dentro mismo del corazón del imperio. Allí aparecen las fisuras por las que se cuelan los bárbaros de dentro y de fuera. En el caso del “imperio” norteamericano son la crisis  migratoria, sobre todo la de la frontera con México,  y el alzamiento del interior profundo, del llamado “cinturón del óxido”, las fuerzas de base demográfica que lo sacuden. No es casual que Trump haya ganado la elección de fines del 2016 cabalgando sobre consignas referidas a estas dos cuestiones cruciales. EL pasado  alzamiento, inédito en todo  el tiempo de existencia, de la “gran democracia del norte”, amainó ese mismo día  por pedido del propio Trump, dejando como secuela aparentemente más de una víctima fatal y una fractura definitiva de la institucionalidad de los Estados Unidos, que hace de Joe “Sleepy” Biden el presidente que asume más deslegitimadamente en toda la historia de tal “unión”.  La invasión de la ciudad eterna por los bárbaros  no fue ni el inicio ni el fin del proceso que llevo al imperio romano a su desintegración, sino solo un episodio, el más gráfico quizás, de ese proceso mismo. Muy similarmente los hechos del miércoles no han hecho más que hacerle reconocer a toda la prensa occidental y a sus lectores  que los EEUU de Norteamérica  ya no son,  ni volverán a ser nunca, la sólida potencia que garantizó durante todo el siglo XX y los primeros años del XXI la existencia de la “civilización occidental y cristiana”. Los demócratas y su senil presidente no están ni cerca de poder dar una respuesta real a los dos problemas de la Norteamérica real, anteriormente mencionados.  Aun más, a diferencia de Trump  ellos ni siquiera tiene intenciones de resolverlos, en tanto  que el  otrora populismo jeffersoniano,  que llevara a la presidencia a candidatos tan progresistas como Franklin Delano Roosevelt, e incluso John Fitzgerald Kennedy, hoy no es más que  el representante de los grupos financieros globales  más poderosos de Wall Street y cuya estrategia anunciada  no es otra  que la de emitir  y emitir, irracionalmente, para seguir sosteniendo la burbuja financiera más grande de toda la historia del capitalismo, poniendo definitivamente en riesgo seguro de explosión  y caída a todas las economías occidentales , entre ellas, particularmente, a la de su propio país.