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miércoles, 3 de septiembre de 2025

No puede haber ningún Marxismo “después” del Marxismo.[1] Críticas y debates en torno a ciertos conceptos del Marxism

 

No puede haber ningún Marxismo “después” del Marxismo.[1] Críticas y debates en torno a ciertos conceptos  del  Marxismo.

Mariano Ciafardini Dr. en Ciencias Sociales Coordinador del área de Estudios sobre China del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA)

En las páginas 405/13 de su excelente biografía de Deng Xiaoping,  Alexander Pantsov [2] relata un proceso de gran significación histórica, en el que el “hombre fuerte” de la República Popular China, es decir el propio Deng  y el Secretario  del Partido Comunista de la Unión Soviética Mijail Gorbachov fueron llegando a un entendimiento definitivo entre los dos países después de más de  dos décadas de enfrentamiento por causas principalmente geopolíticas. En realidad según el mismísimo Henry Kissinger la CIA sabía, ya en 1978, que se habían restablecido los contactos y “el trato de camaradas había vuelto a ser la regla en las relaciones chino-soviéticas.”[3]

Para Pantsov las medidas de la perestroika de 1986 de Gorbachov  “soplaron como un viento a favor”  de las ideas que ya venía sosteniendo Deng sobre la “Reforma y la Apertura” y Gorbachov se volvió una figura popular en China. Significativamente  muchos estudiantes  chinos empezaron a estudiar ruso. De parte de la, todavía, URSS también había una disposición a restablecer cuanto antes las relaciones con la China de Deng, a tal punto que la dirigencia soviética terminó por resolver los “tres obstáculos” que China exigía que fueran superados para el restablecimiento pleno de relaciones y que desde el punto de vista geopolítico no eran poca cosa para el país de los soviets: la retirada de las tropas de Afganistán (China había estado apoyando a los Mujaidines), la presión a Vietnam para que retirase las tropas de Camboya (que fueron finalmente retiradas por ese país apoyado por la URSS) y la retirada las tropas que la URSS mantenía en la frontera con China incluida Mongolia, cosa que también se hizo.

Dice Pantsov, además, que Gorbachov incluso mandó a publicar, en ruso, los discursos  y entrevistas de Deng, a lo que  sus colegas del Politburó accedieron entusiasmados.

Otra de las señales muy simbólicas que marcaron este reinicio amistoso de las relaciones entre los dos países ahora “camaradas”, fue la visita de Gorbachov a China , quien arribó a Beijing el  15 de mayo de 1989, en momentos en que Deng se enfrentaba a las manifestaciones estudiantiles que derivaron en los hechos de la plaza de Tiananmen. Pantsov afirma que  Gorbachov se mostró solidario con Deng, reusándose a tomar ningún tipo de contacto con los manifestantes  que esperaban encontrarse con él.

Todo ello  en el caso de la URSS y la RPC,  los más grandes países comunistas del siglo XX  cuya existencia marcó definitivamente ese período de la humanidad, no puede entenderse sólo como un  restablecimiento e intercambio de relaciones, es decir como “simple” hecho diplomático político. Lo que estaba sucediendo y sucedió fue un acercamiento ideológico en torno a una nueva idea de continuar con  el socialismo  en las nuevas condiciones globales  que empezaban a despuntar y que se harían tendencia definitiva en el S XXI, abriendo los mercados y las relaciones con el mundo capitalista en países que seguirían siendo gobernados por los partidos comunistas. En este sentido es necesario precisar que cuando hablamos del capitalismo  reconocemos, desde el marxismo-leninismo, que este viene atravesando por distintas etapas  y que en la etapa imperialista la existencia de la Unión Soviética,  con todo lo que se pueda debatir en torno a ella, no puede comprenderse  sino como la expresión máxima de la clase obrera en  lucha en el siglo XX contra el capital (articulando estratégicamente con las luchas obreras de los pueblos del resto del mundo). Los Estados no flotan  en el vacío, sino que se sustentan en relaciones históricas materializadas en la estructura de clase, no podemos entender el surgimiento de una clase capitalista trasnacional (etapa del imperialismo), sin entender a su contrario, la clase trabajadora internacional, la cual existe por las condiciones objetivas, aunque no se tenga conciencia de ella y en el S XX la existencia de la clase obrera en lucha se materializó principalmente, entre otras cosas, a través de la existencia de  un campo socialista realmente existente.

Ahora bien  en la dinámica dialéctica del desarrollo histórico de cualquier modo de producción las etapas cambian y con ellas cambia también la forma de expresarse del sujeto histórico de la transformación. Al  trasmutarse las relaciones de propiedad propias del capitalismo imperialista en  relaciones predominantemente financieras  en el S XXI se generan  nuevos campos de dominio. Esto tiene que ver con la propia evolución del sistema capitalista, ahora bajo el dominio del capital financiero en el que se monopoliza el uso de la moneda mundial en sus dos vertientes: sistema de pagos y el sistema de crédito y esto genera campos de control  monetario que se constituyen como el límite del modo productivo dominante. Y a la vez  el actual proceso de desdolarización y la emergencia del uso de monedas nacionales dentro de relaciones multilaterales deben entenderse una de las expresiones (indirectas) de la lucha de clases a nivel global. El caso de Rusia y China, y su área de influencia resultan ser entonces  una base consolidada desde la que se proyecta el proceso de  transformación cualitativa que puede impulsar el todo social hacia una  nueva determinación histórica.  Estos ejemplos dan cuenta de la necesidad de una teoría de la transición para efectos de visualizar los límites como necesidad de replanteamiento categorial, a fin de develar los procesos materiales que están listos para surgir, pero que presentan expresiones incipientes[4]

Que Gorbachov y el Partido Comunista de la URSS  no  hayan logrado recomponer el proyecto soviético para proseguir el camino revolucionario en las condiciones del S XXI como si lo logró China es otra cuestión que no se puede abordar aquí, pero que está, indudablemente, relacionada con la obsolescencia económica de un aparato productivo sobredimensionado,  que ante el aislamiento por parte de un occidente capitalista, todavía con gran perspectiva de desarrollo económico y político,  no pudo a su vez desarrollar la tecnología  para competir con el mismo, lo que llevó al desgaste  de la autoridad de dicho partido frente a la población del país y la burocratización  de la dirigencia soviética. Todo  ello producto asimismo de una historia de ataques y aislamientos extraordinarios que sufrió la URSS, como nunca antes país alguno en la historia,  y otras cuestiones propias de su historia revolucionaria que la obligaron a llevar el peso principal de la resistencia al capitalismo y a asistir a los demás países socialistas durante casi todo el S XX. En esas condiciones, y con las traiciones internas y operaciones de inteligencia extranjera mediantes, la URSS no pudo hacer la transición ordenada al “nuevo socialismo del siglo XXI” y cayó presa de los programas  neoliberales de shock económico en las manos de Boris Yeltsin[5].

Pero  esa mano que se daban Deng y Gorbachov en ese punto bisagra de la historia puede muy bien entenderse, simbólicamente, como la de dos corredores  de un mismo equipo  en medio de una competencia  en la cual uno de ellos que se está rezagando por el peso de su larga y esforzada carrera inicial le pasa al otro, que se adelanta, “la posta” para llegar a la misma meta por la que ambos estaban corriendo.

Si esto se entiende así (como lo entendemos nosotros), no estaríamos frente a ningún “fracaso” ni “colapso definitivo”   del socialismo y el comunismo, ni frente a ningún fin de su historia, sino a una metamorfosis propia de su dinámica dialéctica   en la interrelación  y contradicción del propio socialismo con el devenir del mundo capitalista, en momentos en que éste entraba (y sigue estando) en su última fase: financierista, parasitaria y neoliberal. Es decir que China no solo sigue siendo un país  socialista y marcha hacia las metas que según el marxismo deben ser las propias de cualquier país gobernado por el partido comunista, sino que, además, es la continuación (sin solución de continuidad) más vigorosa  aún y  en mejores condiciones  internacionales para el triunfo,  de la imparable energía socialista y comunista que tuvo su origen  en los albores del capitalismo consolidándose en la autoconciencia marxista en el S XIX  y expandiéndose exponencialmente en el siglo XX desde la Revolución de Octubre hacia todo el mundo con las experiencias de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y la Gran Revolución China de 1949 que cambiaron el escenario global para siempre.

Este es nuestro punto de vista. Ya tratamos estas cuestiones  en otros trabajos[6]

El motivo de este “excursus” es dejar en claro, desde un principio, el hecho de  que, ateniéndonos a estas hipótesis, la discusión  sobre la  vigencia y validez o no del marxismo como tal y, por lo tanto, de su significación política  actual no tendría sentido en tanto esa vigencia y validez estarían más que nunca  corroboradas por la realidad, por lo que no es necesario ningún “renacimiento” ni ninguna “reconstrucción” o “reformulación” ni de ningún “marxismo después del marxismo”, en clave distinta de lo que el mismo ha sido históricamente en su “esencia”.   Y por supuesto queda   igualmente en claro que también serán totalmente distintas nuestras propuestas acerca  de la  actualización que debe tener  el marxismo, como teoría dialéctica, frente a las que parten de la visión del “fracaso soviético” (y por tanto del socialismo realmente existente) que se habría visto corroborado por la desarticulación y caída del mismo  en 1990.

Pero antes de entrar a esta cuestión, que es la razón de este trabajo, hagamos, previamente, una brevísima reseña de algunas de las innumerables  críticas que sufrieran  el marxismo y/o sus logros desde las propias posiciones marxistas o de izquierda radical por un lado y las ideas de aquellos que, sin criticar el marxismo, consideraron que la experiencia soviética se frustró  incluso mucho antes de  finales del siglo XX. No vamos a polemizar aquí con ellas  ya que el objetivo de este trabajo, como se adelantó, es otro.

1 Criticas al  marxismo desde el marxismo (o desde el pensamiento de izquierda) antes de la Revolución de Octubre

 Apenas constituido como un corpus coherente y lógico de ideas,  que iban a tener  el mayor impacto teórico y práctico que  una ideología ha tenido en la historia de la humanidad, el marxismo empezó a recibir, desde dentro del propio espectro de pensadores con pretensiones revolucionarias,   criticas como “puro” marxismo teórico es decir como  marxismo  antes del hecho puntual trascendental  de la Revolución Rusa de octubre de 1917, aunque esta “pureza”  teórica nunca se dio, ni se podía dar,  en la realidad por cuanto se trata de ideas revolucionarias es decir que nacieron con y para la para la praxis [7]. Algunas de estas críticas obtuvieron respuestas del propio Marx.

Ya en el marco de la Primera internacional, Marx había debatido con Mijaíl Bakunin (1814-1876), alrededor de 1869,  en torno a la idea de este último acerca de que  el marxismo llevaría inevitablemente a la creación de una nueva clase dominante — la burocracia del partido.  Bakunin se oponía a la dictadura del proletariado y al papel del Estado en la transición al socialismo.

Pierre-Joseph Proudhon (1809–1865) a cuya crítica Marx dedicó su famosa “Miseria de la Filosofía”,  pensaba que la concepción marxista de la lucha de clases y de la abolición del mercado era autoritaria e irrealizable. Proponía formas de socialismo no estatista ni centralizado.

 Los anarquistas fueron los primeros grandes críticos del marxismo desde posiciones radicales.[8]

 Por su parte Eduard Bernstein (1850–1932), autor de “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia” (1899), criticó el marxismo desde puntos de vista economicistas y deterministas afirmando que  la historia no sigue leyes inevitables. Propuso el revisionismo: lograr el socialismo mediante reformas democráticas, no revolucionarias. Su pensamiento se reflejaba en la sentencia acerca de que  "el movimiento lo es todo, el fin no es nada."  Paradójicamente fue alguien que considerándose “marxista” afirmó que la teoría marxista de la revolución era errónea. Terminó negando  el marxismo por considerarlo materialista, reduccionista e incapaz de explicar la complejidad del espíritu y la cultura.

2) Críticas desde el marxismo a la Revolución de Octubre de 1917

 Con  la Revolución de 1917 en Rusia  no aparecieron significativas críticas al marxismo como tal desde  dentro del marxismo. Mal podría haber sido así  teniendo en cuenta la euforia que se vivía en los círculos de izquierda al calor del evento revolucionario. Sin embargo sí hubo, a contracorriente de esta euforia dos críticas significativas que, salvaguardando el marxismo,  impugnaron la Revolución. Entre los marxista que criticaron a la Revolución Rusa  salvaguardando la vigencia y verdad del marxismo podríamos mencionar a Karl Kautsky (1854-1938) originalmente ortodoxo marxista, y crítico de Berstein. Después de 1917 criticó fuertemente a Lenin y a los bolcheviques, diciendo que la revolución había instaurado una dictadura que traicionaba el espíritu del marxismo en su trabajo “La dictadura del proletariado” (1918) afirmó que "el bolchevismo no ha sido un desarrollo del marxismo, sino una negación de sus principios democráticos."

También Rosa Luxemburgo (1871-1919) estuvo, en un principio,  en desacuerdo con los métodos de Lenin. Aunque no rechazaba la Revolución Rusa en sí misma, criticó  el “camino autoritario” que estaba tomando. Defendió el control democrático de las masas, no el gobierno de un partido único. "Sin elecciones generales, sin libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin libre lucha de opiniones, la vida se extingue en todas las instituciones públicas, se convierte en una simulación de vida ("La Revolución Rusa” -1918). Debe reconocerse  en este caso en honor a la gran revolucionaria  polaco-alemana que Luxemburg finaliza reconociendo la importancia de la Revolución y del papel que en ella jugaban Lenin y Trotsky.

3) La defensa  del marxismo y la Revolución y la crítica  del estalinismo

A partir del “estalinismo”  en la Unión Soviética (1926/28 circa) tampoco surgieron, desde el marxismo, críticas al marxismo como teoría revolucionaria  en sí misma, ni a la Revolución de Octubre como gran hecho revolucionario,  pero si  a la URSS gobernada por Stalin considerándola  la “derrota” de la Revolución  particularmente por la “traición y burocratización” de sus dirigentes.  Debe hacerse inevitable referencia al principal detractor de Stalin y el estalinismo, pero defensor del marxismo  y de la Revolución de Octubre,  como fue el caso León Trotsky (1879–1940) miembro destacado del grupo bolchevique que llevó precisamente a cabo  la  propia Revolución. Sostuvo que la degeneración de la URSS se debió a la burocratización, no al marxismo ni a la revolución. Denunció la traición del proyecto original por parte de Stalin. En su obra “La revolución traicionada” (1936) sostuvo que "La dictadura de Stalin no es la continuación del bolchevismo, sino su negación." Trotsky fue el arquetipo del marxista que defiende la revolución pero denuncia su traición.

En ese camino Ernest Mandel (1923–1995), teórico trotskista belga, defendió la Revolución de 1917 como legítima y emancipadora pero vio al estalinismo y a la URSS como una degeneración política. Explicó la “degeneración” de la URSS como una reacción a su aislamiento internacional, sumado al ascenso de una casta burocrática: la burocracia (El significado de la Segunda Revolución Rusa).

Dentro de las corrientes trotskistas hemos de  mencionar unos pocos como  Alan Woods (británico, dirigente de la Corriente Marxista Internacional), Michael Roberts (economista marxista), Pierre Rousset y Daniel Bensaïd (marxistas franceses del NPA o LCR). Defendieron 1917 como un momento necesario y emancipador y consideraron que la degeneración del proceso revolucionario se debió a la burocracia estalinista, la guerra civil, el aislamiento internacional, y errores políticos. En nuestro medio Nahuel Moreno (Hugo Miguel Bressano 1924-1987).

Herbert Marcuse (1898-1979.Fue muy crítico de la URSS, considerándola una sociedad burocrática y represiva que había traicionado el potencial emancipador del marxismo.

Hal Draper (1909–1990)  Diferencia entre "marxismo de abajo" (poder desde las masas) y "marxismo de arriba" (partido autoritario).Consideró que la Revolución fue buena, pero el bolchevismo cayó rápidamente en el segundo tipo. Paul Le Blanc, historiador marxista, defiende la revolución, pero cree que el partido bolchevique no corrigió a tiempo su curso autoritario.Este enfoque sigue vivo hoy en muchos sectores de la izquierda marxista, especialmente en el trotskismo, el marxismo “democrático”, y algunas variantes del eco-socialismo crítico[9]

También teóricos como Louis Althusser (1918-1990)  estuvieron de alguna manera dentro de esta posición.

4) Críticos de la Revolución y de la experiencia soviética de “marxistas” que no fueron testigos de la caída de la misma en 1990

Hubo también un grupo de pensadores que defendió aspectos del marxismo (análisis del capitalismo, lucha de clases, proyecto emancipador) pero consideró que la Revolución Rusa de 1917, como toda la  experiencia Soviética, tal como fue realizada y desarrollada, fueron un error por sus métodos por su deriva autoritaria por su reducción de la democracia.

Entre ellos Pannekoek y su concepción del  comunismo de consejos. Anton Pannekoek (1873-1960) defendía un marxismo de autogestión (comunismo de consejos).Se opuso a la Revolución de Octubre por considerarla un golpe autoritario del Partido. Consideraba que la revolución  debía constituir   una  auto-organización de las masas y no una toma del poder por un partido. "El poder de los soviets fue anulado por el aparato del partido; la revolución se convirtió en su opuesto”. Pannekoek consideraba incorrecta la vía leninista desde su inicio.

 También Karl Korsch (1886-1961) que  al principio apoyó la revolución,  luego terminó afirmando  que la Revolución de 1917 fue prematura y mal dirigida. Sostenía que el capitalismo ruso no estaba maduro para el socialismo, por lo que el intento sólo podía degenerar.

En el sedicente “marxismo socialdemócrata”  (corriente vinculada a la Segunda Internacional, con profunda influencia de Berstein y Kautsky ), anterior a su deriva neoliberal,  también se sostenía  explícitamente que la Revolución Rusa fue un error desde el principio; era un camino equivocado; se debía buscar una transición democrática y por supuesto criticaron también la experiencia soviética.

 

5) El Marxismo desde el Marxismo antes y después del 1990

Finalmente, autores  marxistas pertenecientes al llamado “marxismo occidental”, como Perry Anderson y otros como Fredric Jameson y Alain Badiou también han terminado afirmando, particularmente después de 1990, que adherían a la  Revolución Bolchevique, desde distintos puntos de vista, repudiando el proceso soviético y planteando una defensa del marxismo pero con reinterpretaciones (geopolíticas, culturales  y como acontecimiento ontológico)

En el caso de Anderson en artículos como “Renewals” (New Left Review, 2000) afirma que el marxismo sufrió una derrota histórica estratégica principalmente por el colapso de la URRS  y el retroceso de la izquierda europea aunque termina sosteniendo el valor del marxismo como herramienta crítica e historiográfica pero no como una guía para la acción.

Fredric Jameson por su parte acepta la validez del marxismo pero desde una aproximación cultural al concepto  afirmando que la utopía no es un proyecto político inmediato, sino una necesidad estructural del pensamiento crítico.

Badiou por el contrario acepta el marxismo como guía para la acción pero propone reinventar el comunismo como evento y rechaza la idea de que la historia tenga una lógica interna necesaria como una idea de progreso histórico inevitable hacia el comunismo.

 Una influencia importante tuvo en este sentido el llamado “marxismo analítico” de  Gerald Cohen y otros que negaron todo el proceso revolucionario soviético incluida la Revolución (y el leninismo) por considerar todo ello como expresión del totalitarismo pero reformularon el marxismo como teoría del desarrollo tecnológico.

Estos autores tienen la particularidad de que  han criticado, “desde el marxismo”, al propio marxismo y/o a la revolución y/o la experiencia soviética  antes y después de la caída de la Unión Soviética en 1990 con reinterpretaciones propias del significado del concepto,  lo que contribuyó a abrir las puertas a los planteos de un “marxismo después del marxismo”. El debate contra este tipo de afirmaciones es como se adelantara el propósito de este artículo.

 

La defensa de la experiencia soviética desde el marxismo y el antiimperialismo

Fuera ya de la anterior enumeración de críticos ya sea del marxismo, de la Revolución, del estalinismo y del proceso soviético antes y después de cada uno de estos acontecimientos no queremos dejar pasar la ocasión para  mencionar a algunos destacados teóricos que  han defendido y defienden no solo el marxismo y la Revolución de Octubre sino también la experiencia soviética y del “socialismo real” entre ellos:

 Carlos Martínez (marxista-leninista británico, Friends of Socialist China) defiende  la experiencia soviética afirmando que fue una gran victoria de la humanidad. Reconoce errores (especialmente burocratización), pero dice que el balance fue positivo. Critica la "leyenda negra" anticomunista sobre la URSS. También  defiende el papel de China como construcción socialista adaptada a su contexto. Apoya la alianza de Estados soberanos anti-hegemonistas. Sostiene que la multipolaridad es un paso progresivo frente al imperialismo estadounidense,  con apoyo fuerte a China y defensa geopolítica de Rusia.

Ben Norton (Geopolitical Economy Report) afirma que  la caída de la URSS fue una catástrofe global ya que a partir de ella aumentó pobreza y desigualdad. La experiencia soviética fue, en su balance, positiva, con logros sociales y económicos innegables. Defiende a China, Rusia, Irán y Venezuela como partes de un bloque antiimperialista. Denuncia la hipocresía occidental sobre derechos humanos y propone una alianza multipolar para frenar el “imperialismo” de EE. UU. y de la OTAN.

Para Radhika Desai (Profesora marxista, Geopolitical Economy Research Group, Canadá) la experiencia soviética no solo no fue un fracaso sino que  representó un avance del socialismo y la soberanía nacional. La caída se debió a una combinación de traición interna y presión imperialista. Reivindica muchos aspectos de la economía planificada soviética. Defiende la construcción multipolar, con un bloque de Estados soberanos frente al imperialismo occidental. Apoya el rol de China como motor del nuevo orden mundial. Ve a Rusia, Irán, Venezuela como actores progresivos en la geopolítica actual. Su posición es una de las más articuladas en el actual “neo-campismo” académico.

 Vijay Prashad ( Marxista -Instituto Tricontinental) Reivindica la historia soviética como fundamental para las luchas anticoloniales. Reconoce errores, pero dice que fue un proyecto revolucionario histórico que abrió caminos emancipatorios. Defiende un nuevo no-alineamiento y un mundo multipolar. Apoya la defensa de China, Rusia, Irán, Venezuela y Cuba frente a los intentos de desestabilización occidental. Promueve la solidaridad con los procesos soberanistas del Sur Global.

 Finalmente en The Grayzone , Max Blumenthal, Aaron Maté ( antiimperialistas) y otros no suelen teorizar mucho sobre la URSS, pero rechazan la demonización de la historia soviética. Tienden a ver la caída de la URSS como una derrota para el movimiento antiimperialista global  y plantean un apoyo fuerte a Rusia frente a la OTAN y la defensa de China frente a la guerra híbrida de EE. UU. También el apoyo a Irán, Venezuela, Siria como Estados que resisten el hegemonismo occidental.

 

 

“Marxismo después del Marxismo”

En “Políticas de la Memoria  n° 10/ 11/12, verano 2011-12” en un artículo denominado precisamente, “El marxismo después del marxismo”, Ariel Petruccelli aborda el análisis de una polémica  entre Horacio Tarcus y Elías Palti (2008) disparada por una carta de Oscar del Barco en la revista la Intemperie (2004).

Tarcus, en su respuesta a Del Barco había escrito textualmente “No, no estamos en el punto de partida, puesto que el nuevo humanismo después del momento de la violencia revolucionaria, ha perdido la inocencia. Prosigue su lucha pero con beneficio de inventario” (cita  en el artículo de Petruccelli).

 Esta afirmación de Tarcus como otras de su  artículo fue a su vez criticada por Palti como de medio camino (Tarcus se quedó corto) en tanto que  la cuestión no era acerca de la validez instrumental de los medios sino profundamente conceptual,  es decir que Palti cuestionaba directamente la entera cultura de izquierdas, es decir, a la validez misma del marxismo.

 Tarcus, a su vez,  en un extenso artículo, habría replicado pero no simplemente a esta crítica sino a todo el pensamiento de Palti sobre el asunto condensado en su libro “Verdades y saberes del marxismo” en el que habría desarrollado: “un análisis deconstructivo del marxismo, cuyos fundamentos se declaran destrozados”. No nos detendremos  en los comentarios de las primeras páginas del artículo de Petruccelli sobre el marxismo como verdad o como saber o en las alusiones a los pensamientos de Nahuel Moreno,  Ernst Mandel o Perry Anderson ni a la cuestión de si “cada avance  de la clase obrera  es también un avance de la revolución socialista” cuestión que además parece planteada en términos demasiado esquemáticos.

Pero partir de este punto Petruccelli pasa a hablar  en primera persona y a discutir con las ideas de Palti.

Tampoco  vamos aquí a hacer referencia literal a los argumentos de ambos para no extender este artículo y sobre todo para no seguir en el laberinto de quien dijo que cosa ya que no se trata en el caso de un  ejercicio de exégesis sino de un debate ideológico. Trataremos en cambio de  enunciar algunos puntos de esta crítica de  Petruccelli a Palti  (contenido fundamental del artículo de Petruccelli).

En general las preguntas surgen  de afirmaciones de Palti  en su ensayo “Verdades y saberes…” y algunos trabajos anteriores y  Petruccelli contesta a cada una de ellas con interesantes  (aunque para nosotros en muchos casos incompletas o inexactas) conclusiones.

Antes de abordar los interrogantes a los que nos referimos  debe volver a decirse que, según nuestro punto de vista, lo que sobrevuela  a los mismos es la convicción de que con la implosión soviética y de gran parte del “campo socialista” en 1989/92 no solo habría fracasado  la experiencia práctica del socialismo sino que, con ello, también quedaría invalidada  en sus fundamentos la teoría marxista (Palti); o que la Revolución fue un gran acontecimiento político marxista  pero su continuidad en la experiencia soviética y la final implosión de esta corroborarían la necesidad de una refundación de un “nuevo” marxismo ( Petruccelli).

 Insistimos en que si esto no se considerara de estas maneras muchos, sino todos, los  interrogantes que habremos de abordar carecerían de sentido.

Una primera cuestión que queda planteada es la de: ¿si el marxismo se reveló (supuestamente)  inútil como herramienta para transformar la realidad,  (lo que  obligaría a admitir que toda su teoría estaba errada, cuestionándose sobre toda la “subjetividad militante)  se puede seguir siendo  marxista aunque la revolución “haya fracasado”? Pregunta  que tiende  a relativizarse  arrojándose argumentos acerca de que,  sí se justificaría ser marxista y revolucionario aún en esas circunstancias en tanto nunca se puede estar seguro si el fracaso es definitivo.  Y también se da como ejemplo el que las dificultades para pasar del diagnóstico social a la propuesta de soluciones viables  es omnipresente en las ciencias sociales y también se afirma  que, aun considerando la derrota como definitiva,  el argumento de “seamos realista luchemos por lo imposible”, escrito  en las paredes parisinas del mayo del 68, justificaría el seguir luchando por los objetivos planteados por el marxismo para logar al menos algo.

En términos generales nuestra respuesta a estas cuestiones debe ser negativa. La concepción de una derrota definitiva la revolución  o su postergación sine die a la espera de algún “acontecimiento” futuro  impredecible por el momento, que implicaría también  una sinrazón retrospectiva  en tanto camino errado hacia la frustración y dejaría al alzamiento de la Comuna, a la Revolución de Octubre y a la Revolución china del 49 e incluso a la Cubana del 59 como  espasmos del proceso hacia el fracaso  que habrían tenido corta vida para después caer o degenerar en algo que no puede ser llamado socialismo , impediría seguir siendo marxista y no justificaría una subjetividad y una praxis militante desde esa ideología. Y ello debería ser así  dado que, si una ideología (una teoría y una práctica auto-conscientes) que nació hace 150 años atrás prometiendo cambios existenciales para  la humanidad, no habría logrado mostrar más que por muy breves períodos de tiempo [10] alzamientos revolucionarios que no pudieron consolidarse y desbarrancaron de distintas maneras y luego de menores o mayores plazos de duración,  la imposibilidad de realización plena del proyecto socialista sería evidente  y el empecinamiento por seguir proponiéndola sería no más que eso, un empecinamiento irracional. En cuanto a  alguna “salida a medias” como la de seguir luchando desde una “visión marxista” aunque se sepa  que el socialismo  no va a ocurrir para sustentar algunos ideales  propios del marxismo como los de igualdad, libertad y solidaridad[11], ( como el cura de Unamuno que habiendo perdido la fe en dios seguía predicando la religión católica porque creía que era lo mejor para todos[12])  tampoco tendría sentido  ya que, en ese caso, aludir a la palabra “marxismo” sería aprovecharse de la fuerza ideológica del término, sesgando arbitrariamente su contenido, y dando oportunidad a criticas implacables que confundirían aún más acerca de la cuestión. Una actitud intelectualmente honesta debería  especificar claramente cuál es la matriz ideológica, filosófica, política y económica  de la propuesta  (como por ejemplo  un “aggiornamiento” de los ideales de la ilustración reconociendo  que no se trata de un planteo socialista ni mucho menos marxista y que tampoco se está proponiendo una salida clara del capitalismo).

También es inaceptable la sugerencia de Petruccelli de que aun convencido de que el marxismo es imposible  por siempre jamás “Nuestro marxista podría abandonar la lucha por modificar la sociedad global pero intentar establecer islas de socialismo  a pequeña escala” (pag 7)

En relación a todo ello surge evidente la cuestión señalada anteriormente en cuanto a que lo definitorio en este sentido es si se considera al proceso del “socialismo realmente existente” in totum, es decir a la Revolución de Octubre y las otras que surgieron a su abrigo  en el siglo XX, como productos reales de largas luchas plebeyas y obreras y  como triunfos reales del marxismo constituyendo experiencia socialista de la Unión Soviética de más de 70 años y las que la acompañaron, especialmente la china, como grandes y necesarios avances del socialismo  que cambiaron el mundo y dejaron un legado tremendamente vital que permite hoy marchar hacia la  transición definitiva al comunismo  en todo el globo terrestre[13],  o si, todo ello se echa por la borda y se reconocen solo como expresión de marxismo los momentos de levantamientos populares y de guerras revolucionarias (incluida la Revolución de Octubre) como testimonios de heroísmo, abnegación y superioridad moral de sus actores pero posteriormente frustrados o desviados.

En este último caso se estaría hablando de un “marxismo perdedor” totalmente debilitado y deslegitimado por lo que volvemos a la afirmación inicial  de que no se justificaría en modo alguno pretender continuar siendo marxista o sujeto de una práctica marxista verdaderamente revolucionaria,  ya que de pretender seguir la lucha política y social desde esa posición  se  estaría  luchando precisamente en el marco  de un “marxismo después del marxismo” o de un “marxismo a mitad de camino”, lo que constituye una contradicción en los términos.  Implicaría aceptar una lucha pretendidamente revolucionaria  pero llevada adelante, en concreto,  desde la perspectiva de una clase solo “en  sí misma”, que lucha por reivindicaciones particulares dentro  el marco del capitalismo sin propuesta creíble de posibilidad de cambio de sistema (es decir voluntarismo puro)  o, peor aún, sería una  resistencia al poder por la resistencia misma sin importar objetivos ni consecuencias y pretender seguir siendo marxistas.

 En este sentido se terminaría coincidiendo con el posestructuralismo  y el posmodernismo que reniegan explícitamente del marxismo  a partir de reemplazar la teoría profunda revolucionaria por epistemologías  y técnicas de acción totalmente limitadas. No se puede luchar realmente por una revolución socialista solo con “cajas de herramientas” epistemológicas”, “genealogías” fragmentadas, “deconstrucciones” lingüísticas  o lógicas  de las “identidades colectivas”. La diferencia está en que  estas últimas “teorías” declaman que para ellas el marxismo “ha muerto” con lo que en su error histórico político tremendo  aún mantienen la coherencia teórica.

 

La siguiente cuestión que identificamos en este debate que estamos analizando, encadenada con la anterior es la que deja en pie la pregunta acerca de si el verdadero marxismo plantea el advenimiento del comunismo como algo inevitable  o si existe algún grado de contingencia como la aparentemente  introducida por la consigna de Engels-Luxemburgo “Socialismo o Barbarie” y que según Palti (según Petruccelli) también habría introducido Trotsky.

Este debate tiene como eco de fondo indirecto, como se advertirá, la cuestión del determinismo económico de la base hacia la superestructura  que supuestamente surge   del famoso prólogo de Marx a la “Introducción a la Crítica de la Economía Política de 1857 interpretada binariamente y a partir de un entendimiento erróneo del término “determinar”, por parte de muchos marxista y, especialmente desde el althusserianismo con su recurso a la “determinación en última instancia” y  desde el trotskismo  (particularmente el de Nahuel Moreno) en cuanto a la primacía (también en última instancia) de la lucha de clases.

Hemos sostenido en otros espacios  que, ni el determinismo lineal (causa y efecto) ni el determinismo  “en última instancia” de ninguno de los términos sobre otro dentro  de la dinámica  del modo de producción planteada por Marx en el prólogo y otros lugares de su obra constituyen una interpretación correcta de lo que dijo su autor, quien, por ser hegeliano (y materialista), ha usado el término “determinar” como parte de la ecuación dialéctica de afirmación (fuerzas productivas), negación (relaciones de producción) y negación de la negación (superestructura –lucha de clases), lo que de ninguna manera  implica primacía de ningún tipo, ni siquiera interrelación ni co-determinación sino el “aufhebung” (superar conservando)  hegeliano en el que los tres términos se refieren a momentos de una unidad en la que unos se contienen en  otros. Dicho en otros términos tanto las fuerzas productivas, como las relaciones de producción, como la superestructura y la lucha de clases son ni más ni menos que personas, seres humanos  que trabajan se relacionan y luchan (son parte de instituciones o atacan esas instituciones) y todo ello al mismo tiempo y en un mismo esfuerzo. Y lo son en un sentido objetivo y subjetivo a la vez condensado todo ello en la praxis.

“Las clases sociales, definidas a partir del modo de producción, no forman parte de una realidad estática, sino de totalidades orgánicas en movimiento que se nutren de su propia fuerza; es decir, de estructuras que son al mismo tiempo procesos, y que nunca se va a encontrar expresiones “puras” de los fenómenos. Por el contrario, siempre se encontrarán expresiones de distintos intereses sociales, que irán desde lo local hasta lo global y variarán dependiendo el sector económico, y, por supuesto, del tipo de sujeto productivo que derive de las distintas relaciones sociales de producción que se desarrollen… Vale la pena recordar que, para Marx, el método se encuentra imbricado con la realidad misma, por lo que hablar en términos “puros” de la lógica que lo anima queda relegado a un segundo plano de aquí que la famosa introducción del 57 quedara incompleta)”[14]

Dicho esto, y refiriéndonos directamente a la cuestión planteada, desde nuestro punto de vista  y en el mismo sentido en que venimos argumentando, si no se considera como inevitables el proceso revolucionario (en la forma que adquiera la lucha de clases en el momento concreto) y el surgimiento a partir de ello de las condiciones para la construcción del socialismo y el comunismo  en el que ese proceso terminará,  también inevitablemente, desembocado en ello, creado por la lucha  del sujeto histórico en todo el mundo,  la propia lucha de clases y la militancia revolucionaria, como tales, se ven profundamente afectados y terminan perdiéndose en el posibilismo o en conceptos vacíos de sentido.

La lucha militante no se apoya nunca en la desesperación del “puedo luchar pero eso no asegura que el socialismo vaya a ser realidad alguna vez”. La mínima duda sobre el advenimiento inevitable del socialismo, por un lado, mella la energía militante pero, además y  principalmente  (para no quedarnos en el mero instrumentalismo) esa duda, si se entiende lo  que venimos planteando sobre la vitalidad,  hoy mayor que nunca, del proceso socialista mundial, no tiene bases reales. Respecto del pensamiento de Marx sobre esta cuestión nos dice  Hobsbawm: “Por supuesto  es posible e incluso relativamente fácil formular una defensa histórica  más modesta  de la necesidad o tal vez la inevitabilidad  del paso del capitalismo al socialismo, pero entonces perderíamos dos cosas que eran importantes para Karl Marx  y desde luego para sus seguidores (incluido yo): a) la sensación de que el triunfo del socialismo es el final lógico de toda la evolución histórica hasta la fecha ; y b) la sensación de que señala el final de la ‘prehistoria’ por cuanto no puede y no quiere ser una sociedad antagónica.”[15] Y, agregaríamos nosotros, que la importancia de esas “sensaciones” tiene que ver con la eficacia del discurso revolucionario para la praxis revolucionaria que al fin y al cabo para el marxismo es el único criterio de verdad. Es decir que la inevitabilidad no es solo desde el punto de vista subjetivo sino que es objetivamente cierta o mejor dicho  de la contradicción dentro de  la unidad objetivo –subjetiva emerge una praxis necesaria y un triunfo final inevitable.

 Esto es rechazado por quienes teorizan desde “el marxismo después del marxismo” en tanto que   también sobrevuela aquí el enfoque  derrotista acerca  de que el marxismo y el socialismo no habrían logrado hasta ahora expresarse en ninguna experiencia de poder político con sustentabilidad y escala como para ser consideradas antecedentes históricos del camino al socialismo  y de que  las  principales experiencias de levantamientos revolucionarios habrían  terminado  en  muchos,  sino en todos, los casos en terribles degeneraciones político-sociales. Por otra parte esta posición  se contrapone al entendimiento de la historia como sistema  es decir al concepto de totalidad, de orden hegeliano, presente profundamente en la concepción marxista.

 Insistimos en que si se tuviera en cuenta, en cambio, como debe ser, que la impresionante energía del socialismo viene transformando el mundo desde las primeras luchas campesinas y plebeyas desde el mismo advenir del capitalismo, que exasperaron a la burguesía mundial llevándola a terribles enfrentamientos bélicos, luchas  que se continuaron en extraordinarios triunfos y construcciones sociales que erradicaron por primera vez totalmente la pobreza en los marcos  nacionales de países subdesarrollados como lo eran Rusia y China, garantizando salud y educación a toda la población sin exclusiones eliminando el analfabetismo y  reduciendo  a mínimos relativos la mortalidad infantil y  llegando al pleno empleo,(con lo que  forzaron al mismo capitalismo a ensayar los estados de bienestar del S XX,  para poder sostener la lucha ideológica) y que permitieron el despliegue  de luchas por la liberación nacional y social en todo el mundo subdesarrollado, y se tuviera en cuenta además que como producto de toda esa energía revolucionaria acumulada se encuentra hoy el capitalismo en una crisis terminal y despuntan proyectos alternativos de claro corte socialista ( en los términos del tránsito a una nueva era), no solo no  aparecería como utópica o inalcanzable la realidad del socialismo y el comunismo sino que  no habría  siquiera  lugar para entrar en el terreno de la contingencia.

Otra cosa es afirmar que el camino al socialismo está garantizado o es posible de alguna manera sin lucha de clases. Pero ya hemos adelantado que esa determinación histórica que muchos quieren, en contra del pensamiento de Marx, reducir a la determinación económica,  se refiere, en realidad y como síntesis de la ecuación lógico dialéctica de: fuerzas productivas-relaciones de producción-superestructura,  a la inevitabilidad de la lucha de clases que ha de llevar, también inevitablemente, al socialismo y al comunismo ( cuyo surgimiento y desarrollo  en este sentido si estarían mediatamente determinados por esa lucha.) Insistimos, no estamos hablando de una determinación (inevitabilidad) solo objetiva sino de una que surge de la unidad y la contradicción  de lo objetivo con lo subjetivo.

Nuevamente  entonces: la “determinación” del prólogo y de otras partes del plexo marxista es, como ya dijimos  una determinación dialéctica. La  superestructura en la que se despliega la lucha de clases no es más que uno de los  términos de la unidad formada por la afirmación la negación y la negación de la negación (que no implica ninguna linealidad sino un movimiento permanente en forma de espiral), y todos los elementos que ella expresa  particularmente la lucha de clases son igualmente de necesarios en términos históricos (unidad de los objetivo y lo subjetivo). En concreto ello significa que el socialismo es inevitable porque también, y particularmente, es inevitable  la lucha  por socialismo hasta su conquista. Dialéctica hegeliano-marxista pura.

 Al fin y al cabo según el Manifiesto Comunista “La historia de todas las sociedades hasta el presente es la historia de la lucha clases”. 

Para que esta conclusión sea completa debe abordarse (también desde la dialéctica del materialismo histórico) la  cuestión del sujeto histórico y la lucha de clases sobre lo que ya algo adelantáramos al comienzo de este artículo. Creemos haberlo hecho con suficiencia en nuestro “El Sujeto Histórico en la Globalización”[16] en donde defendemos la tesis de que el sujeto histórico  revolucionario se forma ya en los albores revolucionarios con las luchas campesinas que  prosiguen con las luchas obreras del siglo XIX y luego ya en una expresión más compleja pero que no altera su naturaleza, como la alianza de los gobiernos de la clase obrera del campo socialistas articulando con los movimientos de liberación nacional y las luchas de la clase obrera de los países industrializados y, finalmente hoy, en una síntesis de los momentos anteriores adquiere formas propias de enfrentamiento al capitalismo de fase final preparando la transición efectiva hacia el socialismo mundial. En este sentido la explosión económico-política del fenómeno de una China guiada por su partido comunista y su  tremenda repercusión a nivel global que está suponiendo un reacomodamiento de placas tectónicas en el proceso histórico de la humanidad, más la articulación con otros países sobre todo de los llamados “subdesarrollados y las  luchas populares que se hallan en sintonía con este proceso es un dato contundente sobre la vigencia de la subjetividad revolucionaria y su expresión en nuevas y distintas formas que empiezan a verse como el “arribo a la meta” en aquella carrera en la que uno de los corredores le pasó su posta (energía revolucionaria) al otro, que mencionáramos al principio.

Inevitabilidad

En cuanto a la contingencia Petruccelli remite a Merleau Ponty y a una referencia de este a Hegel (sacada de contexto) para sustentar su afirmación acerca de que “Es un pensamiento  que reivindica la acción, la militancia, la apuesta política, asumiendo la existencia irreductible de la contingencia, lo imprevisto y la ignorancia sobre el futuro. El tipo de pensamiento, precisamente, que debería, ser la base de una subjetividad militante una vez que se asume que no hay leyes de la historia que nos conduzcan ineludiblemente a ningún sitio; y que todo objetivo político  debe ser defendido simultáneamente  en el campo realista de su posibilidad y en el terreno ético de su deseabilidad”  (pag 10)

Al respecto cabe decir que Hegel si bien no habla de predictibilidades, sobre todo por eso de que “El búho de Minerva alza su vuelo en el crepúsculo” para el inmenso pensador suavo, desde el punto de vista del concepto (Begriff), el Absoluto se realiza necesariamente. El espíritu no puede no buscar su autoconocimiento, es su esencia Es un proceso teleológico y necesario en el plano de la idea: El Espíritu se realiza en el tiempo como autoconciencia libre (Fenomenología del Espíritu y otros trabajos).

Pero ya para Marx, que desde  el materialismo supera el idealismo del concepto y el Absoluto, la inevitabilidad es empírica,  como lo deja en claro en varios pasajes del Manifiesto (…la burguesía…produce ante todo sus propios sepultureros. Su hundimiento y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables) [17] pero también se refleja en toda su obra[18].

Insistimos en que la inevitabilidad para el marxismo consiste en que los seres humanos trabajando, desarrollando la ciencia y la técnica, relacionándose productivamente entre ellos y desplegando la lucha de clase, cosas que harán inevitablemente, también inevitablemente llegarán a la transformación mundial definitiva del capitalismo y de toda la era de la violencia y dominación del hombre por el hombre para pasar a la construcción del socialismo y el comunismo a nivel global.

Ahora bien si por  contingencia  se concibe la posibilidad de que un asteroide gigante , una eclosión solar o cualquier otro cataclismo no previsto  que nos regale el universo  infinito, o cualquier otro evento que no dependa del género humano y que escape totalmente a su control se produzca y evite  el arribo de la humanidad al comunismo por simple extinción del planeta,  entonces si estaríamos de acuerdo en que allí si juega la contradicción dialéctica entre  la determinación y la contingencia,  que tendría a la posibilidad ( y no a la certeza) como síntesis.

Una vez más, no hablamos de inevitabilidad como fuerza mágica o destino divino sino como una realidad que podemos conocer a partir de la ciencia marxista y del materialismo histórico, que por eso mismo tienen status científico en el marco de las ciencias sociales y  que nos permiten ver el rumbo de la humanidad desde sus orígenes y la potencia de la praxis humana como condiciones “determinantes”.

 En la carta a Joseph Weydemeyer (de marzo de 1852) Marx  se expresa con claridad: “Lo que yo he aportado de nuevo a sido demostrar 1) que la existencia de las clases solo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado 3) que esta misma dictadura no es por si más que el tránsito hacia la evolución de todas las clases y hacia una sociedad sin clases[19].

 

Actualizaciones del marxismo y del materialismo histórico.

Como conclusión una breve referencia a aquello que sí creemos necesario abordar en términos de una “actualización” del marxismo y del materialismo histórico sin que por ello se incurra en el camino fatal de las reinterpretaciones, reconstrucciones o  renacimientos como “marxismos después del marxismo”.

Si sobre muchas de las cosas que se han venido  diciendo hasta ahora resuena el eco  de la Tesis 11 (no solo contemplar o describir sino transformar el mundo), la cuestión  que ahora vamos a abordar  es la de la dinámica interna del propio marxismo  es decir de aquellos aspectos  que deben actualizarse, cambiarse,  desestimarse o agregarse, sin que la idea central de la transformación inevitable  del mundo y del ser humano  a partir de la interrelación dialéctica  entre  el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases,  en la forma que esta vaya adquiriendo, sea afectada. Resonaría aquí otra conocida  idea fundamental del marxismo, expresada esta vez por Engels en su carta a Schmidt (1890) “La concepción materialista de la historia tiene muchas veces enemigos que la presentan como un esquema rígido, como un dogma. Pero esta concepción es una guía para el estudio y la acción, no una llave mágica que lo resuelve todo de antemano”. Ello tuvo sus réplicas en Lenin (El estado y la revolución),  Trotsky  (La Revolución Permanente) y Mao (Sobre la contradicción) entre muchos otros.

La idea es, por supuesto, solo dejar planteados aquí interrogantes sobre diversas cuestiones  que merecerían según nuestro punto de vista ser materia de  esas “actualizaciones” como culminación de este trabajo  y de ninguna manera pretender hacer propuestas concretas definitivas[20]

Ya nos hemos referido a la cuestión del determinismo histórico lineal  y mecánico  que más que una actualización lo que ha exigido es un correcta interpretación  desde el pensamiento efectivamente materialista y dialéctico. Es cierto que lo que hizo más imprescindible el esfuerzo de interpretación fue la deformación sobre el tema   proveniente de varios autores de la “Academia de Ciencias de la  Unión Soviética”  pero ello es materia de la historiografía teórica  sobre el marxismo de la que no nos vamos a hacer cargo, al menos aquí.

De todos modos tales concepciones derramaron interpretaciones  positivistas e incluso estructuralistas  sobre cuestiones como la relación entre fuerzas productiva relaciones de producción superestructura y lucha de clases  y además sobre la linealidad histórica de la sucesión de los modos de producción  y su reducción a los cuatro tipos mencionado en el citado  prólogo a la  Contribución a la Crítica de la Economía Política. Pero también lo hicieron  especialmente sobre la cuestión de las etapas históricas y su sucesión como fases “superiores”. Sobre todo la cuestión de una interpretación dialéctica de todo ello que dé respuesta real y contundente  a las críticas que  desde la historiografía burguesa se han multiplicado a partir del supuesto “fracaso del socialismo real” y que pueda explicar el mundo actual, la tendencia histórica imparable hacia el socialismo y en el marco de ello la realidad actual de la República Popular China  y del campo de alianzas y asociaciones poderoso que se está configurando como alternativa a un capitalismo decadente y en crisis.

Es preciso decir aquí que pretender en la nueva etapa de capitalismo que estamos atravesando y en medio de la crisis civilizatoria de la que nos habló  Fidel,  en la que vivimos, pretender que las expresiones de socialismo a nivel de estados nacionales sean un calco o tengan un parecido a lo que fue la Unión Soviética y el campo socialista y/o a las guerras de liberación nacional de los países dependientes del imperialismo del S XX,  es no entender la dialéctica del movimiento histórico que incluye a las manifestaciones del sujeto histórico y su adaptación a cada etapa de la lucha de clases a nivel internacional y nacional . Es decir sería una posición dogmática que  el marxismo repele.

Pero retomando la temática sobre la que veníamos hablando , nuevamente Hobsbawm: “Nos quedan entonces los problemas históricos específicos acerca de la naturaleza y la sucesión de las formaciones socioeconómicas  y los mecanismos de su evolución  interna y su influencia recíproca son campos donde el debate  ha sido intenso … y en algunos caso el avance con respecto a Marx ha sido impresionante. Asimismo análisis recientes han confirmado  la brillantez y la profundidad  del pensamiento y la visión general de  Marx aunque también ha llamado la atención sobre las omisiones de su trabajo en particular de los períodos pre-capitalistas”[21] 

Nuestra propuesta in extenso la hemos desarrollado en “La continuidad de la Historia…” y la estamos precisando en una futura publicación sobre materialismo histórico pero no es posible reproducirla aquí. Solo diremos que al análisis marxista original añadimos una división histórica superior entre lo que  hemos denominados “modos de existencia” y también una distinta diferenciación entre los modos de producción, las relaciones de producción (a lo que debe agregarse el concepto de modos de acumulación- regulación en el que se expresan plenamente las luchas de clases) que lleva a su vez a identificar tres etapas dentro del modo de producción capitalista y tres modos distintos de acumulación –regulación dentro de ellas[22] que a su vez desarrollamos en “Globalización tercera-y última- etapa del Capitalismo”[23]

Como se puede apreciar no estamos hablando de ningún nuevo marxismo  o materialismo histórico  sino de una extensión de los alcances de los conceptos originales del marxismo y el materialismo histórico original[24]

El sentido de estas últimas líneas  es el de instar a este tipo de debates desde dentro del marxismo de siempre.



[1] A propósito del artículo de Ariel Pettruccelli  en Políticas de la Memoria 2012

[2] Pantsov, Alexander (con Steven Levine) “Deng Xiaoping. A revolutionary life” Oxford University Press  New York  2015 Pags 406 y ss.

[3] Kissinger, Henry “China” Debate Buenos Aires 2012

[4]  Para estas reflexiones nos hemos apoyado en Carolina Hernández Calvario  Oscar David Rojas Silva “El método y la transición en Agustín Cueva”  El ejercicio del pensar Número 27 • Junio 2022 

 

 

[5] De todos modos no se puede considerar una casualidad que desde el año 2000 cuando Vladimir Putin accede al gobierno en Rusia y el país sale de la encerrona neoliberal a la que lo condujera Yeltsin y buscara un destino autónomo, el Partido Comunista de Rusia quedara como la segunda fuerza política del país  y Rusia se fuera acercando más y más a la República Popular China y se enfrentara más y más con la Alianza Atlántica expresión militar del capitalismo global financierizado.  

[6] Ciafardini, Mariano “La continuidad de la historia. Explicación marxista del fenómeno de la República Popular China” Ed. Luxemburg. Buenos Aires 2022

[7] Marx y Engels son desde su juventud, a la par que teóricos,  militantes políticos y piensan y escriben desde dentro de las luchas obreras y populares de los años 40 del S XIX De hecho el propio “Manifiesto” es redactado a pedido de una organización revolucionaria como lo fue la Liga de los Comunistas.

[8] Hubo por supuesto numerosas  críticas al marxismo  desde posiciones antimarxistas burguesas, sin pretensión revolucionaria  alguna,  que cuestionaron su validez “in totum” por ejemplo  tempranos críticos  sistemáticos del marxismo en el plano económico, antes de 1917,Eugen von Böhm-Bawerk (1851–1914) en  Karl “Marx and the Close of His System” (1896)  que ya criticaba la teoría del valor-trabajo de Marx diciendo que era  inconsistente porque  el beneficio no surgiría de la explotación del trabajo, por lo que la teoría marxista del capital era un error lógico y empírico. Además uno de los críticos más influyentes entre economistas liberales y neoclásicos Carl Menger (1840–1921), fundador de la Escuela Austríaca (antecesora del actual neoliberalismo), aunque no se refirió a Marx ni al marxismo  defendió la teoría subjetiva del valor, que era incompatible con la teoría del valor-trabajo marxista.  Wilhelm Dilthey (1833–1911) afirmaba que  el marxismo no comprende adecuadamente el papel de la hermenéutica y de la subjetividad histórica.

Max Weber (1864–1920), aunque respetaba a Marx como pensador, negaba la validez de un materialismo histórico rígido. Sostenía que los factores culturales (por ejemplo, la religión) son decisivos en la historia. Su tesis sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1905) pretendió oponerse al supuesto “determinismo económico” marxista. Weber es probablemente el principal sociólogo que rechazaba la validez del marxismo antes de 1917.

 Por último, en esta mención incompleta de detractores del marxismo anteriores  a la revolución (o que no la tuvieron en cuenta  en sus análisis por haber fallecido o  dejado de escribir sobre el tema cuando ésta recién empezaba),  está Vilfredo Pareto (1848–1923) quien afirmaba que el marxismo sobreestima el papel del proletariado como clase universal. Sostenía que las élites siempre se reproducirían, incluso bajo el socialismo.

 

 

[9]  Por supuesto también hubo críticas  al marxismo con posterioridad a la revolución y coetáneas a su desarrollo como Unión Soviética e incluso habiéndose producido  la revolución de la República Popular China de 1949  de parte del anti-marxismo.  Algunos de los más importantes de estos detractores burgueses del marxismo desarrollaron sus argumentos desde mucho antes de que el bloque soviético colapsara en 1991. Sin embargo, para los pocos de ellos que vivieron ese momento, la caída de la URSS fue vista como una confirmación histórica de las insuficiencias fundamentales que habían señalado durante décadas.

Desde la filosofía de la ciencia, Karl Popper (1902-1994) criticó el marxismo, y particularmente al Materialismo Histórico, por su pretensión de ser una teoría científica de la historia. En “La sociedad abierta y sus enemigos”, Popper argumentó que el marxismo era una pseudociencia, pues su estructura teórica le permitía reinterpretar cualquier hecho histórico como compatible con su esquema, y por lo tanto no era “falsable”. Según Popper, el marxismo representaba un pensamiento dogmático, resistente a la crítica racional.

En un plano más ético y político, Isaiah Berlin (1909- 1997) sostuvo que el marxismo reducía la rica pluralidad de valores humanos a un rígido determinismo económico. En su biografía crítica “Karl Marx: su vida y su entorno”, Berlin advirtió que intentar encerrar la historia humana en leyes supuestamente objetivas era una forma de empobrecimiento moral y filosófico.

Por su parte, Raymond Aron (1905-1983), en “El opio de los intelectuales”, describió el marxismo como una nueva religión secular que había capturado a buena parte de la “intelligentsia” del siglo XX. Para Aron, la “supuesta ciencia marxista” encubría una fe revolucionaria que justificaba el uso de la violencia política en nombre de una historia redentora.

Desde la economía, los críticos de la escuela austríaca fueron de los más implacables con el marxismo.

Ludwig von Mises (1881-1973), en “Socialism”,  señaló que sin un mercado libre y precios reales, cualquier sistema de planificación central era económicamente inviable: el socialismo no podía realizar un cálculo económico racional. Friedrich Hayek (1899-1992), en “Camino de servidumbre”, advirtió que la planificación socialista requería necesariamente una centralización del poder que destruiría las libertades individuales. Además, mostró que los precios son portadores de información dispersa que ninguna autoridad central puede reproducir.

Y desde la Política e historia tenemos a  Kołakowski (1927-2009) y a Furet (1927-1997)

Desde el terreno filosófico-político, Leszek Kołakowski, ex marxista, desarrolló en “Las principales corrientes del marxismo”, la idea de que el marxismo contenía desde su origen un núcleo totalitario. La combinación de determinismo histórico, filosofía de la necesidad y fe en la redención universal predisponía al marxismo a justificar la opresión en nombre del futuro.

François Furet, en “El pasado de una ilusión”, profundizó esta crítica tras la caída del bloque soviético. Para Furet, el marxismo había sido la más potente ilusión política del siglo XX, una religión secular que condujo inevitablemente al terror. A diferencia de otros críticos, Furet subrayó que el “fracaso” del comunismo no era un mero error de aplicación, sino la consecuencia lógica de los supuestos filosóficos y políticos del marxismo.

Finalmente desde la  Antropología y la Ética: Cassirer  (1874-1945) y Jaspers (1883-1969)

Desde la filosofía de la cultura, Ernst Cassirer sostuvo en “El mito del Estado” que el marxismo reducía al ser humano a su dimensión económica, olvidando su capacidad simbólica, creativa y moral. De forma similar, Karl Jaspers, en “La cuestión de la culpa”, advirtió que la concepción marxista de la historia como proceso necesario atentaba contra la responsabilidad individual, abriendo la puerta a justificaciones morales del crimen político

De estos autores, Hayek, Kołakowski y Furet sí vivieron la caída de la Unión Soviética.

Hayek, aunque ya anciano, vio en la caída del bloque soviético una confirmación de sus advertencias. En entrevistas de 1991 declaró que el colapso del experimento socialista demostraba la imposibilidad de planificar la economía moderna. Sin embargo, también advirtió que las ideas colectivistas no desaparecerían fácilmente.

 Kołakowski escribió numerosos textos tras 1990 reafirmando que el marxismo había fracasado no por desviaciones estalinistas, sino porque su propio núcleo filosófico conducía a la opresión. En “El marxismo como historia de ilusiones” señaló que, aunque el comunismo había caído, la tentación de nuevas ideologías totalitarias permanecía.

Furet fue quizá quien más reflexionó sobre la caída de la URSS desde el antimarxismo. En “El pasado de…” argumentó que la “muerte del comunismo” mostraba el fracaso de todo intento de construir la historia sobre una filosofía de la necesidad. A su juicio, el marxismo había sido una gran ilusión trágica, que había marcado a fuego el siglo XX.

La caída del bloque soviético no sorprendió a quienes habían desarrollado estas críticas. Para ellos, fue la confirmación de que ninguna sociedad puede sustentarse sobre una visión determinista de la historia, una concepción reduccionista del ser humano y una economía centralmente planificada.

Sin embargo, como advirtieron Hayek, Kołakowski y Furet, el final del comunismo no garantiza la desaparición de la “tentación totalitaria”. Y en una demostración de su feroz anticomunismo instaron a  La vigilancia intelectual y política que según ellos  sigue siendo necesaria, precisamente porque las ilusiones de redención total tienen una poderosa capacidad de regenerarse bajo nuevas formas.

Por último Toda las teorías “postmodernas” desde Gastón Lyotard en adelante critican al marxismo “in totum” entre otras cosas  por su “defecto” de gran relato y cuestionan la temporalidad histórica de cualquier teoría.

 

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[10] Comuna 72 días. Revolución de Octubre 5/6  años hasta el advenimiento del poder estalinista {para Trotsky la revolución a partir de allí habría sido traicionada, es decir había dejado de ser], y las revoluciones china y cubana habrían sido movimientos revolucionarios solo hasta (…?)

[11] Que como tales,  en términos abstractos, no son de origen marxistas sino de la Ilustración

[12] Unamuno, Miguel de, “San Manuel Bueno Mártir” Alianza Editorial. Madrid. 2001

[13] Aquí se impone un debate sobre Stalin y el estalinismo  particularmente por la represión y la cantidad de muertos a partir de las ejecuciones (principalmente de miembros del Partido) y de decisiones económicas como la de la “Industrialización Forzosa” que terminó generando un hambruna en el campo soviético  en la que se especula con cerca de un millón o más muertos de hambre y enfermedades.  Acerca de ello el ámbito marxista se debe una investigación seria. Solo diremos que las circunstancias en que estos hechos se produjeron fueron las de una URSS terriblemente asediada en la que la amenaza de la disgregación política interna y el desmadre que habría terminado con una vuelta feroz al capitalismo y la indefensión frente a un inminente ataque  salvaje y genocida por parte del imperialismo ( que terminó efectivizándose  en 1941) fueron causas fundamentales del  también brutal autoritarismo y de decisiones político-económicas que a pesar de los tremendos riesgos humanitarios que  implicaban igual se llevaron a cabo. Debe considerarse además que  si hubiera estado Lenin o el propio Trotsky en la posición de Stalin es muy probable que hubieran recurrido a medidas drásticas. El “grado” de autoritarismo  necesario  para cerrar filas  monolíticamente  e industrializar un país atrasadísimo en el que el campo debía “esforzarse”  y  jugar el papel de productor de alimentos  para las ciudades no se puede evaluar con reflexiones contra-fácticas,  pero es indudable que en cualquier caso habría sido significativo. No tiene sentido comparar las cantidades de víctimas que se hubieran producido en caso de caída de la URSS por desarticulación y guerras internas o por el triunfo nazi, pero los 20.000.000 millones de muertos producto de la invasión alemana que hubieran sido muchos más de no haber rechazado el Ejército Rojo a las  Wehrmacht,  gracias, entre otras cosas precisamente, a la mencionada cohesión político-militar y la industrialización forzosa, pueden dar una pauta al respecto. Ello sin contar la escala que habría adquirido  el genocidio mundial por parte del imperialismo sin el contrapeso de un campo socialista “realmente existente” del que la URSS, más allá de distintas contradicciones internas fue el corazón y el sustento.

[14] Carolina Hernández Calvario y Oscar David Rojas Silva Op. Cit.

[15] Hobsbawm, Eric “Sobre la Historia” Critica Barcelona. 1998 p 170 ( el resaltado es nuestro)

[16] Ciafardini Mariano “El Sujeto Histórico en la Globalización” Centro Cultural de la Cooperación” y Universidad de Quilmes Buenos Aires 2015

[17] Marx Karl Friedrich Engels Manifiesto Comunista  Crítica Barcelona 1998

[18] Lenin también lo postula así particularmente en “El imperialismo fase superior del Capitalismo y en este sentido se aleja de la postura de Trotsky más contingente.

[19] Marx Carlos y Engels Federico “Obras escogidas” Editorial progreso. Moscú 1974 Pag 542 (los resaltados son nuestros)

[20] Sobre ello nos hemos explayado bastante más en  “La Continuidad de la Historia…”

[21] Hobsbawm Op cit pag  158

[22] Ciafardini “La continuidad ….”

[23] Ciafardini Mariano “Globalización tercera –y última- etapa del Capitalismo” Ed Luxemburg Buenos Aires 2011

[24] Debe aquí hacerse una diferenciación de planos del análisis teórico general con el político estratégico concreto ya que mantener la posición teórica respecto del marxismo que aquí se propugna  de ninguna manera condiciona las tácticas y estrategias para el acceso al poder político  en el marco de alianzas  electorales o políticas de los partido comunistas  y marxistas  sino que por el  contrario  ayuda a sumarse a ellas cuando sea políticamente necesario sin temor a perder identidad o a la disolución ideológica en el reformismo o el ultraizquierdismo.