ARGENTINA Y NUESTRAMERICA. PUNTO DE INFLEXION
Si nos acordamos de los años 90 y de la forma en que se
llega en Argentina al 2001, no aparece
como poca cosa, para la izquierda
verdadera y el campo popular,
haber recorrido estos últimos diez años en una reconstrucción y
recuperación de espacio político, que contrasta con la prédica en el desierto y las luchas de subsistencia durante el neoliberalismo menemiano anterior. Aun con las limitaciones en materia de reformas económicas
estructurales del proyecto kirchnerista
que, debe decirse, no fueron tanto mayores que las que
padecieron y padecen el resto de los
proyectos latinoamericanos que han sido parte de la misma onda popular de la
década, solo una visión fuera de contexto (o malintencionada) no advertiría que en términos reales hubo un
avance cualitativo en el escenario político ideológico social y cultural y que
la gestión y el movimiento kirchnerista
tuvieron mucho que ver en ello.
Porqué entonces la
salida del gobierno del kirchnerismo,
previsible desde bastante tiempo antes de las elecciones, ha provocado
esta suerte de discontinuidad y
desarticulación en el impulso organizativo y expansivo de las fuerzas propias. Ya la misma
opción por Daniel Scioli como
candidato presidencial, no implicaba para nadie, incluída especialmente
Cristina, continuidad alguna del proyecto, sino, en todo caso, un aterrizaje
suave en el llano. Esto lleva a ampliar la pregunta en el sentido de
¿porqué no se pudo armar una alternativa
electoral real que si garantizara la
continuidad del proyecto como un todo?
Es cierto que la
desposesión de los resortes del ejecutivo constituye un cimbronazo político
innegable. Pero la potencialidad de un movimiento y de un liderazgo que, después de años de
desideologización y mercantilización de la política, logró concitar nuevamente
el entusiasmo genuino por cambios estructurales (se hayan hecho o no),
particularmente en extensos sectores juveniles de todo el país, no puede, o no debería poder, diluirse o congelarse así
como así cuando insistimos esto ya se veía venir desde fines del 2014 y
principios del 15.
Por otro lado, aun aceptando sin beneficio de inventario
todo el “paquete kirchnerista” incluyendo el pesado lastre de los casos de corrupción, el instrumento que se podría ( y debería)
armar a partir de su propio envión
político es, hoy por hoy, la única
alternativa visible contra la despiadada avalancha neoconservadora (y neo
represiva) que ya absorbió a casi todo el radicalismo, edulcoró a gran parte
del PJ y juega a demócratas y republicanos
con los neoperonistas “new age”
que “están, pero no están “ con el macrismo. El intento de “construir algo
aunque sea a nivel puramente electoral con algunos de estos sectores sería un
suicidio del movimiento popular. La única posibilidad está en no dejar que se
pierda la energía del movimiento y el liderazgo generados por Néstor y Cristina
Kirchner e ir por más en un continuum con ese impulso político
Sin embargo ese nuevo instrumento o planteo estratégico del
movimiento popular, esperable, como continuidad en la lucha del movimiento popular argentino, a partir de
la salida del gobierno, no se ha estructurado naturalmente, ni se observan, por el momento,
puntas claras, visibles, de proceso de composición o recomposición alguno. Y si
están, en cualquier caso, el proceso va muy lento.
Porqué un movimiento popular con esa potencialidad y con un
liderazgo sólido, y aceptado aun por los aliados más periféricos, no se ha
continuado en forma casi automática a partir de un cambio de gobierno que era
previsible totalmente (insistimos en que aún el triunfo de Scioli, implicaba la
urgente necesidad de la estructuración
de esta estrategia de resistencia desde fuera del poder).
Más todavía, por qué no se ha dado, al menos hasta
ahora, esa continuidad en la
discontinuidad de un movimiento popular que surgió con tanto dinamismo y sembró
tantas expectativas y supo mantenerse aceptablemente cohesionado, aun en el declive gubernamental, cuando el acceso del macrismo al
gobierno no ha hecho más que ofrecer
oportunidades de reacción social y ha mostrado
una cantidad de aborrecibles perfiles que no eran imaginados ni siquiera
por lo que sabíamos que era la peor alternativa electoral.
La puerilidad de la campaña mediática, construida sobre los
casos de corrupción de los allegados al gobierno kirchnerista, no es
explicación suficiente para el inexplicable estado de defensiva del FPV, que no
pasa por el momento de emitir algunos argumentos en el sentido de que “ellos
también tienen casos de corrupción”, “los precios subieron una
barbaridad” y “las inversiones que
prometieron no vienen”. La tragedia en la
que nos está sumiendo la desenfadadamente neoliberal gestión macrista, en el
marco de un crisis global que se profundiza aceleradamente, exige otro tipo de
respuestas, sobre todo de un movimiento
que se pretende (y está muy bien que así sea) no sólo popular, sino también
revolucionario.
Un ejemplo la llegada
al país de John Kerry con el claro
objetivo de respaldar a Macri avanzar geopolítica
y militarmente en la región y en el país
y empujarnos hacia el Tratado económico neoliberal del Pacífico pasó elegantemente en medio de “ruidazos” por el aumento del gas
y movilizaciones en defensa de Hebe de Bonafini. Obviamente que estas
movilizaciones eran urgentes e imprescindibles
pero desde el punto de vista de una estrategia verdaderamente antiimperialista y
emancipadora no haber organizado una movilización masiva para el repudio de la
presencia imperial en el país muestra claramente desorientación política.
.
Para continuar, con
cierta aspiración de profundidad en el análisis político, esta propuesta
reflexiva, creo que debemos alzar la
mirada comparativa con algunas situaciones, similares en la diversidad de los
escenarios políticos de la región.
Inmediatamente viene al pensamiento la situación brasileña,
de los queridos compañeros del PT el PC do B
y las demás fuerzas políticas que abonan el proyecto encabezado por
“Lula” y Dilma. Es inimaginable unas circunstancias políticas más grotescas: en
Brasil se ha dado un golpe de estado utilizando ilegalmente recursos
constitucionales y lo ha hecho un grupo político que en simultáneo ha confesado
su accionar mafioso y corrupto y su vinculación directa con los grandes
intereses económicos externos. El grado de resistencia esperable de un
movimiento popular, que ha demostrado tener aun
gran poder de convocatoria, como el del PT y sus aliados, debería ser el de una cuasi desobediencia civil con huelgas generales incluidas al menos por parte de las importantes
centrales obreras que conducen los partidos del proyecto ) Y esto por decir
algo sin forzar demasiado la imaginación.
Pero es que el propio discurso de sus líderes, limitado por ahora a lo políticamente y jurídicamente correcto y,
en el mejor de los casos, a los logros ya remotos de los inicios del proceso
político “lulista”, pone el marco al sentido y la forma del despliegue de
fuerzas. Cualquiera que tenga un poco de
experiencia histórica en el combate político desde la izquierda sabe, y tiene
que sentir, que ello tampoco está a la altura de las circunstancias ni es
suficiente frente a las gravísimas amenazas que acechan al futuro de Brasil, y de toda la región, si
no se para y se revierte la deriva política en que se encuentra.
Sería imposible hacer aquí
un análisis más extenso y pormenorizado
de estas experiencias y agregar además (como se debería) el análisis
dela situación de aquellos procesos populares latinoamericanos que han conformado con el argentino y el brasileño el gran torrente de cambio
esperanzador desde el año 1999 en nuestra región. Pero sí se puede llamar la
atención sobre un clima de desorientación
y desconexión que campea dentro de ese
continente de fuerzas y
movimientos populares y de izquierda que supo dar el no al ALCA, en Mar del Plata, y construir la Unasur, el Alba y la Celac.
La nueva pregunta que se suscita ahora, entonces, en otro
plano, es: qué pasa con todo el espíritu
de este movimiento popular y antiimperialista indudablemente de izquierda, en
tanto hasta la propia revolución cubana
se sumó a sus tendencias integradoras.
La contraofensiva política proveniente de los intereses
financieros neoliberales, mediatizada principalmente por las estrategias del
departamento de estado norteamericano, es contundentemente real, pero en verdad, no hace más que desplegarse
visiblemente entre los intersticios y las grietas que empezó a presentar el propio movimiento regional popular, desde
sus propias gestiones gubernamentales .
Los medios masivos monopólicos y las estructuras
judiciales reaccionarias estuvieron
siempre y no es que el avance popular inmenso de esta década se haya dado
porque se descuidaron o se fueron de vacaciones. La “distracciones
geopolíticas” no existen más que en una visión ingenua de las relaciones internacionales.
Como en cualquier carrera de alta competitividad, en la política internacional los espacios que
se abren, se llenan inmediatamente y siempre hay alguna expresión del poder que
está pujando por ocuparlos (o generarlos). Si el movimiento nuestroameircanista
se dio y logró lo que logró fue por su propia fuerza interna, en las
condiciones en que se generó y se desarrolló, a pesar de y luchando eficazmente en contra de todas
esas fuerzas reaccionarias que ahora
conforman la “contraofensiva”.
La explicación acerca de los espacios vacíos que se están
generando en el nuevo momento y que son aprovechados para el desarrollo de esa
“contraofensiva” habrá que buscarla entonces en el cambio de esas condiciones y
en la falta de adecuación de esas fuerzas internas al nuevo momento.
Y acá es donde aparece el meollo de la cuestión política
actual, íntimamente ligada al proceso económico mundial, en tanto que uno de
los rasgos distintivos de lo político en tiempos de globalización es que lo político se da ya, ahora, siempre en un
mismo tiempo y espacio reales que lo
económico y que los escenarios locales están imbricados temporal y espacialmente con los globales.
A partir de aproximadamente el 2012, la caída de los precios
de los “comodities” como producto de la inminente recesión global empezó a
generar problemas serios en todas las
administraciones de los gobiernos populares que constituían la red progresista
de América Latina y el Caribe y esto debilitó sustancialmente las posibilidades de sostener el
distribuicionismo neo keynesiano sobre el que se sustentaron los distintos
proyectos. Esto es una verdad simple contundente y más que evidente. Lo trágico
sería no verla o enredarse en detalles,
sutilezas o variables secundarias,
obviamente diferentes en cada caso nacional particular, y darles una dimensión
que no tienen. Eso sí sería el árbol que no deja ver el bosque.
Ver el bosque consiste en ver que esos recursos ya no existen, ni volverán a existir y la no existencia de
esos recursos impone un cambio cualitativo en la propuesta política actual de
los movimientos populares y de izquierda de la región. Es por lo tanto la falta de ese viraje cualitativo en la propuesta
política y económica lo que está
debilitando a estos movimientos y
haciendo cada vez más grandes las grietas por las que se filtra la
contraofensiva derechista. Esa actualización dialéctica de la propuesta que debe mostrar una continuidad pero no ser la misma
que la que orientó estos movimientos hasta ahora, es lo que está faltando y
comienza a distanciar a los liderazgos del pulso de los pueblos. Este es el
punto de desorientación en las organizaciones y en las conducciones.
Desde una perspectiva
no paternalista se advierte con claridad que “las masas” no se equivocan
estratégicamente. Y si no reaccionan ante una determinada propuesta lo más posible es que lo que está
equivocada o perdió vigencia o
actualidad es la propuesta y no las masas.
Este es el punto de inflexión en que nos encontramos. No se
puede seguir pensando, como parece que
se está pensando en muchos de los
círculos de conducción de estos movimientos populares, que lo que se está atravesando es una
coyuntura pasajera de crisis económica y que,
si logramos mantenernos ( los que aún están ) en el gobierno o esperar
un poco, tácticamente, los que ya no están
en el gobierno , cuando vuelva otro gran impulso económico del
capitalismo mundial y las clases medias
de los países “desarrollados” vuelvan a hiperconsumir fastuosamente y, por lo tanto, China e India
vuelvan a producir a “tasas chinas” para
atender esa lujuriosa demanda y, por tanto, nuevamente, los precios de las
materias primas vuelvan a dejar la renta
que dejaban en la década del 2000, volveremos a poder seguir la distribución y el derrame y quizás...
Eso no va a pasar. Lo que hay por delante es una larga crisis muy probablemente terminal del sistema mismo.
El inconsciente colectivo lo sospecha lo
intuye y puede reaccionar buscando
salidas individuales o colectivas pero lo
que no va a seducirlo en modo alguno es una propuesta basada en la insinuación de que esos tiempos van a
volver o de que todos los ajustes económicos
que se están sufriendo son exclusivamente producto de la maldad de los
gobiernos de derecha en los casos en que
estos han logrado desplazar electoralmente o por golpes blandos a los movimientos populares, y
que el simple regreso de estos movimientos al poder va a traer la bonanza o continuar con lo que se daba.
¿Y si Macri fracasara escandalosamente (como parece que lo
está haciendo) en Argentina y hasta se diera la circunstancia de que tuviera
que abandonar el gobierno anticipadamente o someterse a una abrumadora mayoría
opositora en las cámaras?, ¿cuál es el plan? ¿Acaso volver con la misma
propuesta económico-política que hasta el 31 de diciembre. Acaso alguien
sincero y bien intencionado cree que ello sería viable y sustentable?.
¿Y si Dilma no es desplazada por el “impeachment” y vuelve
al gobierno y recompone su gabinete?
¿cómo sigue la historia en Brasil? ¿Empezaría a crecer la economía brasileña y
a revertirse la crisis volviendo a las políticas del momento anterior al golpe destituyente?
Aun en el caso de aquellos movimientos populares que están
en el gobierno en particular el del
compañero Maduro en Venezuela.¿ Si superara la crisis actual y en las
próximas elecciones recuperara los espacios perdidos, sería acertado seguir
adelante exactamente con el mismo esquema político-económico que hasta el
presente?
La izquierda y el movimiento popular (en el gobierno o no) necesitan hablar claramente, ya, con los
pueblos acerca de la gravedad de la crisis mundial y de la necesidad de empezar
a tomar medidas de emergencia, urgentes,
que permitan afrontar racionalmente la situación actual y la que se viene, y
evitar catástrofes que, de darse, inicialmente serán sectoriales y finalmente
arrastrarán a toda la sociedad. No afirmamos que hayan de abandonarse todos los
planteos y programas económicos políticos y sociales que estos proyectos
populares han sostenidos hasta ahora pero está claro que eso no alcanza, que
hay que añadir otros y que algunos deben cambiarse. La situación mundial no es
la misma, los proyectos no pueden ser los mismos.
Lo cierto es que lo
que se está n jugando en este momento de inflexión, no sólo en América Latina sino en el mundo todo, son dos visiones contrapuestas del destino de la humanidad.
Una que piensa en una larga vida todavía
del capitalismo, que estaría pasando por
una de sus tantas crisis cíclicas, pero de la que se ha de recomponer nuevamente. Esto lo comparten incluso muchas visiones populares o de izquierda que asumen con resignación la supuesta “longue durée” y consideran que de lo que se trata es de seguir resistiendo
en el mismo esquema neo-desarrollista que hasta ahora frente al neoliberalismo y al neo
conservadurismo. La otra visión, a mi entender la acertada y consecuente con
una interpretación ajustada al materialismo histórico, es la de que la crisis
actual del capitalismo financiero no es una más, sino la última, por ser
precisamente el capitalismo financiero la última etapa del capitalismo. Y que de esta recesión mundial creciente no
se sale ya sino en una compleja transición a una multipolaridad efectiva, con
planificación global ampliamente reguladora de la economía, distribución
equitativa real y profunda democracia política global y local. Claro que, como
decimos, todo ello en un proceso altamente complejo que probablemente exija
recomposiciones geopolíticas forzadas, rearticulación del poder mundial en
bloques continentales y economías de emergencia, con distribuciones y ajustes
urgentes, pero para todos los sectores sociales, y no solo para algunos como ha
sido históricamente en el capitalismo.
Habrá que pensar en esquemas de articulación productiva de
urgencia entre los países de la región, de clusters industriales, de
reformulación conjunta de ciertos patrones de consumo, de proteccionismos armados
a nivel regional, de reformulación articulada regionalmente de políticas
impositivas para la creación de fondos regionales de emergencia, lo que sea. La
enumeración anterior es solo simbólica a fin de dejar en claro que como dijo el
maestro de Bolivar , Simón Rodríguez: “o inventamos o erramos”.
Es evidente que los
únicos que pueden ofrecer opciones viables de menores costos colaterales y que
preserven el “afectio societatis” y permitan a partir de un replanteo
estructural iniciar un nuevo camino de vida superador, son los partidos y
movimientos populares y de izquierda. Con un agregado, la magnitud de la crisis va a exigir una mucho más profunda cooperación, coordinación e integración regional, en tanto cada bloque
mundial ha de tratar de protegerse y
salvaguardase con sus recursos a la mano, cooperando con otros en algunos casos, y
defendiéndose del asalto y la
depredación desesperada de otros, en otros casos. En nuestra América se impone una cumbre urgente de las conducciones de
los movimientos populares para lanzar la contra contra-ofensiva articulada,
integradora y verdaderamente
transformadora. Solo ello proporcionaría la densidad político-ideológica que
necesitan las luchas en cada país. Habrá que ver si se está a la altura de las
circunstancias.
El no haberse asumido plenamente hasta ahora esta cuestión de base es lo que explica la
falta de reflejos que viene exhibiendo,
en general, el movimiento
nuestroamericanista. Especialmente desde la derrota del chavismo en las elecciones de medio término del 2015, el triunfo de Macri
en la elecciones argentinas de fines de ese mismo año y la suspensión de Dilma a comienzos del actual 2016.
La tremenda diferencia que marcaron estos procesos populares
nuestroamericanos con el pasado inmediato anterior (y con lo que hubieran
hechos gobiernos continuistas de derecha en su lugar) fue el aprovechar el
“viento de cola” del auge primarista en dos sentidos imprescindibles en aquel
momento, dado la situación en que nos encontrábamos: 1) La urgencia
humanitaria de atender distributivamente
en forma inmediata y como fuera a la inanición
y la brutal exclusión de sectores
enteros de la población , especialmente niños y jóvenes, con lo que
automáticamente en la faz económica se dinamizó
el mercado interno mejorando la situación de amplios sectores medios y
se aumentó el nivel de empleo ; 2) el articular todo ello con un regreso a la
política de masas, con inclusión de las nuevas generaciones de jóvenes a la
política popular, incentivándose el patriotismo y la valorización efectiva de
los derechos humanos y civiles en toda su dimensión y no como privilegio de una ciudadanía reducía o como formas abstractas
de democracia liberal (si se pudo haber hecho más es una reflexión contrafáctica que deberá hacerse oportunamente pero que
sería un error poner en el centro en este momento crítico).
Este es el capital social
y político en el que reside la legitimación, el prestigio y la potencialidad de estos movimientos populares.
Pero ese poder de convocatoria popular, ese liderazgo, esa
legitimación, está inevitablemente
sujeto a la máxima que rige todo poder político: el poder si no se ejerce se
diluye.
Hoy no se justifican ni siquiera argumentos presuntamente
tácticos. El “tiempismo”, tanto en fútbol como en política, siempre termina con
una goleada en contra.
MARIANO CIAFARDINI
Centro de Formación y Estudios Marxistas Agosti (CEFMA)