Seguidores

Translate

miércoles, 24 de junio de 2020

Se enfermó el planeta


Se enfermó el planeta

Casi la mitad a humanidad está en cuarentena  (de distinto grado o fase) desde hace cuatro meses. Nunca antes, en toda la historia humana, pasó algo parecido. Hizo falta una pandemia para que la humanidad llegue a la autoconciencia de que ya no es  lo que fue (durante ¡miles! de años). Nos hemos  convertido en una gigantesca masa biológica profunda, compleja y fluidamente  interconectada que se mueve como un único organismo autopoiético, más allá de los caprichos geopolíticos, económicos o culturales de los agentes sociales e individuales (o precisamente a través de ellos) y  genera sus propios anticuerpos defensivos. Es amarga la verdad pero lo que pasa es que está enfermo el planeta. Y la pandemia del   Covid 19 no es la  verdadera enfermedad,  sino el síntoma más palpable. No es tampoco el primer síntoma. Está la contaminación, el cambio climático, pero también la profundización a grados obscenos de la desigualdad económica y lo endémico de la pobreza extrema. Todos ellos constituyen un síndrome  de peligro de extinción, que se le hizo claramente  patente a la humanidad en las últimas décadas y frente a los cuales se recurrió, hasta ahora, en términos generales,  a la imbecilidad de barrer la basura bajo la alfombra.  Todos estos síntomas están ligados, si,  al impresionante crecimiento demográfico. Pero quedarse  sólo en este dato implicaría un fatalismo que además estaría equivocado. Aun con una gigantesca población como la que hoy tenemos  en el mundo, el impacto de la producción industrial  en la contaminación ambiental, la generación de gases de invernadero y  el impacto perverso, en la “zoonosfera”,  del consumo monumental de proteínas ( con peligros zoonóticos), así como el riesgo de extinción de recursos naturales escasos, podrían ser evitados perfectamente. Gran cantidad de habitantes no implica, matemáticamente, imposibilidad de la sustentabilidad de la vida en el planeta. Ahora bien, ¿cómo pueden 7 mil millones (o más) habitantes  vivir, sustentablemente,  en el limitado territorio global? La respuesta debería ser de fácil comprensión: cambiando el modo de producción (y de consumo). Así como Kant enunció al imperativo categórico, desde el punto de vista moral, diciendo  que “se debe actuar de manera que mi acto  pueda transformarse en una máxima universal”, hoy deberíamos plantearnos que no debería, ya, más nadie, consumir  recursos o servicios  en una cantidades,  calidad o frecuencia,  que no puedan ser consumidos de la misma forma  por el resto de los 7 mil millones, a riesgo de una debacle económica-ecológica. . No solo los ultra ricos deberán desaparecer, sino que las clases medias tampoco podrán seguir viviendo como lo han (hemos) hecho  hasta ahora. Precisamente esta es la base social en la que se apoyan las fuerzas que resisten al cambio  Pero debe entenderse que el cambio es inevitable porque para salvar a la humanidad   la meta debe ser que  hasta el último habitante de este amuchado planeta,  sea del continente  y localidad que sea, pueda vivir con todas las necesidades básicas satisfechas, y quedar incluido en el sistema, proceso que, por ejemplo,  ya está llevando adelante  China, exitosamente, al haber sacado de la pobreza a 700 millones, pero al que deben sumarse muchos países más  que implican otra masa demográfica bastante mayor.  Mientras haya grandes bolsones de pobreza y exclusión e irracionalidad en el consumo  la humanidad seguirá  en riesgo permanente de  inestabilidad política económica y social. Ahora bien si se reprogramara el consumo en estos términos, está claro que deberá modificarse la producción mundial de bienes y servicios.  Ello implicaría, obviamente, un cambio fabuloso en lo que se produce y en las cantidades  (en más y en menos) de lo que se produzca. Pero tal cambio en la producción, no se puede lograr en el marco del modelo de  capitalismo de la “libre” competencia, de la mano invisible del mercado y del absoluto libertinaje de movimiento de los capitales privados,  sino que habría que marchar  hacia  una gran planificación mundial de la producción  y a un impulso coordinado, entre los países, sobre la modificación de las pautas de consumo, a partir de lo que indique la ciencia como factible y deseable para lograr la armonía ser humano-planeta. Se habrían de  generar así, sistemas de economía  que, aun admitiendo espacios de funcionamiento del mercado, permitan  operar, sobre estos espacios, al poder rector de  una institucionalidad estatal, que actúe coordinadamente con otras, de igual naturaleza,  de otros puntos del planeta,  en pos del objetivo  común de  cumplir aquella planificación global.  El propio gobierno chino ha abierto la puerta para un debate sobre estas cuestiones  al convocar a formar una comunidad mundial empezando por el tema sanitario. También Vladimir Putin  ha señalado que la única alternativa  es que las grandes potencias se sienten a una mesa de acuerdo estratégico. Voces que contrastan con la gritonería rupturista y agresiva o el silencio impávido  de los dirigentes “occidentales”.

Mariano Ciafardini

Doctor en Ciencias Políticas