El acuerdo firmado hoy jueves 12 en Minsk por todos los
involucrados directa o indirectamente en
el conflicto ucraniano vuelve a mostrar, esta vez mas contundentemente que otras, hasta dónde ha llegado el desgranamiento de
la unipolaridad norteamericana, en un novísimo escenario que abre una gran
cantidad de interrogantes y, por qué no también, esperanzas.
No sólo no se discute ya, de ningún modo, la incorporación
de Crimea directamente al territorio nacional ruso, hecho que la gran prensa a
tratado de digerir lo más rápido posible atenta a la dimensión que adquiere la
imagen del poderío ruso con la sola mención de este hecho inconcebible en la
política internacional de hace apenas unos años atrás, sino que ha quedado
establecida una nueva frontera en el punto exacto donde Putin la quería y, por
supuesto, donde también la querían los
separatistas de Donetsk y Lugansk, las dos “óblasts” ucranianas que están por la autonomía y son
claramente partidarias geopolíticas de Rusia.
Para los fascistas y ultranacionalistas de Kiev, que asedian
al presidente ucraniano Poroshenko con sus reclamos de una actitud bélicamente
más agresiva, ha de ser un trago difícil,
y para Poroshenko mismo , una situación de tensión que tendrá que saber manejar
(y reprimir llegado el caso). Pero ello es
el precio que debe pagar por haber cedido a esas presiones y no haber
concurrido a la última cita anterior en
Minsk, que la gran prensa también oculta, ya que no fue la reiteradamente mencionada
del primer acuerdo de septiembre de 2014, sino la que estaba prevista
para el 18 de enero, día anterior al comienzo del alto el fuego acordado en
noviembre. En lugar de ello, cediendo a las presiones fascistas y especulando
con involucrar a EEUU en forma directa en el conflicto, Poroshenko ordenó un
ataque masivo en toda la región del Donbass. Así le fue, el ataque fue repelido
y los rebeldes alcanzaron ocupar un territorio más extendido que el que tenían,
que es el que queda ahora
establecido como punto de partida para
la línea de seguridad controlada por el
consejo europeo en el acuerdo que se acaba de firmar.
Pero lo más impactante como noticia geopolítica es el
desplazamiento hacia los márgenes del conflicto que sufrió EEUU. En el viaje da
apuro que tuvieron que hacer Merkel y Hollande para ir a tocar, humillantemente,
la puerta del Kremlin, desesperados por la profundización de la crisis europea, que el conflicto y el “bloqueo” a Rusia no
hace más que agravar, y con la mecha encendida por el resultado de las elecciones
en Grecia, los dos grandes especuladores de la política europea “olvidaron”
llevar o, al menos, avisar a Washington. A Obama y Kerry lo único que les quedó
para intentar “salvar algo de ropa” fue emitir un tardío y desubicado ultimátum
bellum aparentando una presión supuestamente destinada a intimidar a Rusia,
cuando, en realidad, ya estaba todo acordado sin ellos. Después de todo, ¿qué
tiene que hacer EEUU en Ucrania, no?
Mariano Ciafardini
IADEG (Instituto Argentino de Geopolítica)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario