Este mundo globalizado y
financierizado del siglo XXI nos
tiene tan acostumbrado a las
convulsiones con proyección global inmediata catastrófica que corremos el riesgo
de perder la sensibilidad ante algunas
señales.
La cuestión de los fondos
buitres planteada de una forma exótica, aun en los modos de la depredación del poder
financiero global, es una de esas
señales que no se deben dejar pasar.
Las bravuconadas, el esgrimir poder en forma desfachatada, casi siempre evidencia
más que fortaleza debilidad, aunque sea coyuntural.
El poder, en sus momentos
de esplendor verdadero, siempre hace las cosas “prolijamente”, ganando
consensos más por la convicción y la
adhesión racional que por el temor infundido.
Porque le es más económico y lo afianza más.
No es el caso. Hasta
ciertos sectores del poder financiero global se muestran dubitativos ante la maniobra de Singer,
Griesa, la Suprema Corte Norteamericana pro republicana y el Tea Party (porque
esta es la fuerza política verdadera que se esconde detrás de las resoluciones
iuris).
Obama quedó mal parado, es
decir más de lo que ya estaba, y la posición argentina no hace más que recibir
respaldos internacionales de todos los niveles.
Es una de esas situaciones en las que la cuerda se tensa. El poder financiero
mundial o su sector más agresivo,
vuelven a traer la extorsión de la deuda al plano de las relaciones
internacionales frente a una de las recomposiciones más exitosas que se haya
visto, agregándole un poco más de
inercia a la desestabilización financiera global más grande de los últimos 80
años.
Esta situación de
tensión implica graves riesgos es
cierto por lo que no cabe ninguna
conclusión confiada ni mucho menos
triunfalista por el momento, frente al
estratégico funcionamiento del gobierno argentino en el caso.
Pero, en términos locales, lo más preocupante
no es siquiera eso. Lo que, al menos debiera ser, más preocupante es la lentitud con que el tema se está
instalando en la sociedad argentina, en
la gente, en el pueblo, (lo que antes se llamaban las masas).
Hace muchísimo tiempo, tal
vez de la época de Malvinas, que la Argentina no tiene delante de si un enemigo
capaz de juntar tantas buenas voluntades en su contra, con la diferencia que en
la “gesta” el gobierno estaba en manos
de militares genocidas lo que ciertamente enturbiaba el panorama. Hoy esto se
da en el marco de un gobierno democrático, de gran aval popular y que, además,
está decidido a dar batalla en serio, y
no especulando con la ingenuidad de una
mediación norteamericana a nuestro favor. Al menos eso es lo que se ve hasta
ahora.
¿Y la gente (las masas)?
¿Y sus “vanguardias” populares? ¿Habrá que esperar a que termine el mundial?
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