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domingo, 28 de septiembre de 2025

Reflexiones comunistas

Reflexiones comunistas

Este artículo pretende desarrollar una visión optimista, pero no por ello menos realista, sobre el futuro de la humanidad, apoyada en el marxismo y el materialismo histórico,  enriquecidos por la perspectiva que nos permite una visión del proceso histórico desde el siglo XXI. Si bien es cierto que la coyuntura actual mundial,  y la larga historia de guerras, violencias y agresiones desde hace milenios, sugieren una supuesta inevitabilidad de la agresión del ser humano contra el ser humano y por lo tanto una profunda duda, cuando no una declarada desilusión, sobre nuestro futuro como especie, apoyándonos  en una visión materialista histórica, que precisamente resume todas estas épocas y particularmente la del capitalismo  en la que vivimos, afirmamos que es posible imaginar un mundo no  utópico sino real con marcos universales y locales de convivencia y cooperación al menos en términos generales que debería constituir  el “comunismo realmente existente”.

Origen del concepto

Partamos  desde los comienzos de la modernidad en la que se gestó el capitalismo.

 El cambio de época en el que empezó a desarrollarse el capitalismo mercantil y el desarrollo de las ciudades no fue tranquilo en tanto que catástrofes “naturales”,  asolaron a la población europea, principalmente a los más pobres: la gran hambruna de 1315 a 1317, la “Peste Negra” entre 1347 y 1353, y también grandes conmociones  políticas, como la lucha civil en Italia, la anarquía en Alemania y, fundamentalmente, la Guerra de los Cien Años (1337-1453). El hambre y la peste estuvieron determinadas, además de los factores climáticos y epidemiológicos, por la situación de pauperismo y miseria que la crisis del feudalismo y el ascenso del capitalismo generaron en los amplios sectores campesinos y obreros urbanos. También se desencadenaron guerras y pugnas políticas entre sectores de poder producto de la crisis del esquema de poder feudal y de tensiones internas al interior de cada reino o principado, en las que la cuestión social del campesinado fue un factor determinante. Aquí la naciente burguesía, lejos de ser perjudicada, se benefició directamente.

Sobre la importancia de las circunstancias materiales que coincidieron para dar lugar a la nueva era que se destacó por la insurrección popular comunista, recurrimos a H Wells: “Las divisiones entre los husitas se debieron en gran medida a la deriva de los sectores más extremistas hacia el comunismo primitivo que alarmó a los nobles checos más ricos e influyentes. Tendencias similares aparecieron entre los wycliffitas ingleses. Parecían seguir naturalmente las doctrinas de la igualdad humana, la hermandad que emerge cada vez que uno intenta retroceder, hacia los fundamentos del cristianismo. El desarrollo de tales ideas fue muy estimulado por la tremenda desgracia que azotó al mundo y sacudió los cimientos de la sociedad, una plaga de una virulencia nunca antes vista. Se llamaba la muerte negra (…). Fue a partir de este desastre que se extendió la guerra campesina del siglo XIV. Había escasez de mano de obra y bienes, y los abades y monjes ricos que poseían la mayor parte de la tierra y los nobles y ricos comerciantes eran demasiado ignorantes de las leyes económicas para comprender que no debían presionar a los trabajadores en estos tiempos de sufrimiento”.  (Herbert George Wells 21 de septiembre de 1866 - 13 de agosto de 1946)

En este mismo sentido, Pirenne (Pirenne, Jacques “Historia universal” Éxito. Barcelona .1961), al referirse a las consecuencias sociopolíticas de esta crisis, afirma: “Estas desgracias agravaron indiscutiblemente los disturbios sociales por los que el siglo XIV contrasta tan violentamente con el anterior, pero la causa principal hay que buscarla en la propia organización económica. Había llegado a tal punto que su funcionamiento provocó un descontento que se manifestó tanto en la población urbana como rural.”

 El trabajo de Pirenne,  presenta claramente la actitud revolucionaria del campesinado y los pobres, y las posiciones contrarrevolucionarias de las demás clases incluida la burguesía. Así, con respecto a los levantamientos en Flandes de 1323 a 1328 señala que “El espíritu independiente de los robustos campesinos de ese territorio (…) se excitó en la lucha al punto de considerar a todos los ricos y a la misma Iglesia como su enemigos naturales. Bastaba que una persona viviera de la renta de la tierra para que se sospechara de ella”. Este pasaje muestra especialmente la complejidad de la situación. Y sigue Pirenne: “La historia de Ypres, como la de Gante y Brujas, está llena de luchas sangrientas en las que los proletarios de la industria textil lucharon con los que "tenían algo que perder" (...). Los bataneros, cuyos salarios los tejedores pretendían fijar o más bien reducir, los trataban como enemigos y, para escapar a su dominación, apoyaban la causa de la ‘buena gente’. En cuanto a los pequeños gremios, todos detestaban a los 'tejedores horribles', que perturbaban su trabajo, perjudicaban su negocio y cuyas aspiraciones comunistas los asustaban, al mismo tiempo que aterrorizaban al príncipe y a la nobleza.”

En el mismo contexto, ya iniciada la Guerra de los Cien Años, estalló en Francia la “Grand Jacquerie”, en 1358. Esta revuelta campesina estuvo ligada a la caída del precio de los cereales, y en particular también a los efectos de la guerra.

En relación con el levantamiento de los cardadores de lana (Ciompi) que tuvo lugar en Florencia en 1379, Pirenne , relacionándolo con el levantamiento de Flandes, señala que “no sería exagerado decir que a orillas del Escalda, así como a orillas del Arno, los revolucionarios querían imponer a sus adversarios la ‘dictadura del proletariado’. Es cierto que el levantamiento de Ciompi fue urbano. La depreciación de la moneda utilizada por los artesanos les dificultó el acceso a la moneda de oro (Florín), que era la única que quedaba con valor. Siendo de carácter urbano, el levantamiento se entremezcló con las disputas de las distintas facciones del patriciado.”

En Inglaterra, en 1381, Wat Tyler y John Ball encabezaron las rebeliones campesinas de los Lolardos y mendigos por la imposición del "poll tax" a los campesinos para financiar la Guerra de los Cien Años. Pirenne también las compara con las revueltas de Flandes porque fueron obra común de la gente de los pueblos y de la gente del campo. El misticismo de los Lolardos seguramente contribuyó, también, a provocar el odio hacia los señores opresores, que no existían "en la época en que Eva hilaba y Adan cultivaba.” Como cincuenta años antes en Flandes, había vagas aspiraciones comunistas entre los insurgentes, lo que dio a la crisis la apariencia de un movimiento dirigido contra la sociedad establecida.

Las Jacqueries  se extendieron en Francia desde la Edad Media hasta la Revolución Francesa y toman su nombre de la crónica de Jean Froissart del primero (La Grande Jacquerie) ya que llamó a los campesinos Jacques Bonhomme, estereotipo que deriva su nombre del “ jacque” vestimenta muy usada en la campiña francesa pobre.

En 1382 se produjeron levantamientos campesinos en toda Francia; en 1383 hubo rebeliones de campesinos y artesanos en Portugal, que primero fueron dirigidas y luego traicionadas por la burguesía comercial portuguesa.

Juan Huss, tras su ejecución en 1419, se convirtió en el héroe de Bohemia y los husitas desataron su odio contra los germanos. Tuvo lugar la primera “defenestración” de Praga. De ellos surgieron los taboritas Jan Žižka y el sacerdote Prokop Holý, que encabezaron un grupo más radical formado por ciudadanos y campesinos que anunciaron el milenio cristiano y propusieron la organización comunista de la sociedad. Las rebeliones campesinas estallaron en Austria, Polonia y Rusia en 1520, el mismo año en que se hizo público el manifiesto de Lutero bajo la influencia del propio Huss.

 

La Guerra Campesina comenzó en Waldshut y Schûlingen en 1524, donde ya empezaba la prédica colectivista de Mûntzer. Ante el giro que estaban tomando los acontecimientos, Lutero, en nombre de los príncipes, condenó a los campesinos como "asesinos y saqueadores", y pidió su exterminio como "perros rabiosos", tarea que llevó a cabo la Liga de Suabia.

Engels  trato estos levantamientos en su trabajo “La guerra campesina en Alemania” (1850)

Todas estas insurrecciones  más allá de reclamar por reinvindicaciones particulares estaban inspiradas por una cosmovisión comunista igualitaria  por supuesto teñida de componentes místicos y religiosos  dada la época en que tuvieron lugar.

Jean-Jacques Rousseau (1712–1778) no utilizó nunca la palabra comunista (todavía no existía como corriente organizada), pero varias de sus ideas fueron antecedentes intelectuales que más tarde inspiraron a quienes se llamaron “comunistas” en Francia en el siglo XIX.

En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755), Rousseau escribe la famosa frase: “El primero que, habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío, y halló personas bastante simples para creerlo, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras y asesinatos, cuántas miserias y horrores habría ahorrado al género humano  la eliminación de ese generador de la sociedad civil. Es humano quien, arrancando las estacas o cubriendo el hoyo, hubiera gritado a sus semejantes: ‘Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!’” (Rousseau, Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, 1755, Segunda parte. (Ed. Gallimard, “Pléiade”, 1964, p. 156).” Rousseau no propone abolir la propiedad en todos los sentidos, pero sí denuncia que la apropiación privada de la tierra fue el origen de la desigualdad, la dominación y la corrupción de la libertad natural. Esta idea de que la propiedad privada es el punto de partida de la desigualdad se convirtió luego en un pilar para los comunistas.

En el Contrato Social (1762), Rousseau sostiene que la verdadera libertad se logra cuando cada individuo se une a todos los demás bajo la voluntad general. Aquí aparece la noción de que la sociedad debe funcionar como una comunidad moral y política, por encima de los intereses individuales. Aunque Rousseau no plantea comunismo económico, su énfasis en la igualdad política y en la comunidad influyó en quienes pedían también comunidad material.

Los babeuvistas (seguidores del sacerdote Gracus  Babeuf en la Conspiración de los Iguales, 1796) lo leyeron como un precursor de la igualdad radical. En las décadas de 1820–1830, varios círculos que empezaron a llamarse “communistes” citaban a Rousseau como inspirador moral. Incluso Marx lo reconoce como parte del iluminismo democrático que antecede al socialismo y comunismo modernos.

Gabriel Bonnot de Mably (1709–1785) afirmó:  “La propiedad es funesta para la igualdad de condiciones y corrompe a los hombres. Es necesario volver a establecer, si es posible, la comunidad de bienes, o al menos aproximarse a ella todo lo que se pueda. (Mably, De la législation, ou principes des lois, 1776, Livre II, chap. Ed. Fayard, 1977, p. 121). Y Denis Diderot (1713–1784) en Encyclopédie, artículo “Communauté” (1753)   “Si todos los bienes fuesen puestos en común, nadie sería pobre, y nadie sería rico; todos trabajarían igualmente y la república estaría en paz. (voz “Communauté” t. 3, p. 481).

 Estos textos fueron muy leídos por Babeuf y los igualitarios de fines del siglo XVIII, y luego retomados por los comunistas de 1820–1840.  Marx conocía esta tradición y la valoraba como un antecedente ilustrado, aunque luego la superará con su análisis histórico-materialista.

En Francia, hacia 1785–1790, ya circulaba el adjetivo “communiste” en escritos de oposición a la propiedad privada, aunque de manera muy marginal.

En la década de 1820 el término se usa en Francia para referirse a grupos igualitaristas radicales. Por ejemplo,  los ya mencionados Babeuf y la “Conspiración de los Iguales” (1796) fueron retrospectivamente llamados “comunistas”, aunque en su tiempo hablaban de “igualitarismo” y “comunidad de bienes”.

En 1820–1830 El vocablo “communiste” se empieza a emplear de manera más estable en Francia, sobre todo en escritos de utopistas y militantes. En 1834 se crea  en París un “Círculo Comunista” (Cercle des Communistes).

 

La cuestión de la propiedad

El vocablo “Comunista” designaba ya a quienes proponían que la propiedad fuera colectiva y no privada. El término empezó a adquirir un sentido negativo  primero como insulto o estigma desde la prensa liberal y burguesa: “comunistas” eran los que querían poner todo “en común”, vistos como enemigos del orden, de la familia y de la religión. Solo después, algunos grupos (como el círculo comunista de París) reivindicaron el nombre.

Se hablaba de una “comunidad de bienes” (communauté des biens), retomando ideas que venían desde la Antigüedad (Platón, los primeros cristianos, los anabaptistas).

El término no estaba necesariamente ligado a un programa político revolucionario coherente, sino a la igualdad radical. A comienzos del siglo XIX, en Francia, “comunista” era usado para distinguir a quienes iban más allá del “socialismo”. Los “socialistas” utópicos (Saint-Simon, Fourier, Owen, de comienzos y mediados del silgo XIX) buscaban armonizar a la sociedad y mejorar las condiciones de los trabajadores, pero sin suprimir la propiedad privada en general. Los “comunistas” eran más radicales: planteaban que la propiedad privada misma debía abolirse y que todo debía ser compartido.

En 1840 el término ya tiene peso político. El escritor Étienne Cabet publica “Voyage en Icarie”, proponiendo una sociedad comunista. En 1847, Marx y Engels fundan la Liga de los Comunistas (Bund der Kommunisten) en Londres, que encargará el Manifiesto Comunista (1848).

Cuando Marx y Engels fundan la Liga  (1847) y escriben el Manifiesto, ya existía entonces, como vimos, esta tradición del comunismo como “comunidad de bienes radical” en oposición a los socialistas utópicos. Ellos toman el término y le dan un sentido científico y revolucionario, ligado a la lucha de clases y al proletariado.

En el capítulo II del Manifiesto, (“Proletarios y comunistas”) se dice: “El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa. (…)La propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más completa expresión del modo de apropiación y de producción basada en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los otros.”   Y “Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa.” Y “La burguesía produce, ante todo, a sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables

Aquí Marx y Engels aclaran explícitamente que no se trata de eliminar la propiedad de bienes personales (ropa, vivienda de uso, objetos de consumo), sino la propiedad privada de los medios de producción, que permite explotar trabajo ajeno.

 En la “Crítica del Programa de Gotha” (1875) Marx, polemizando con el programa de la socialdemocracia alemana dice claramente: “El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (…) y el trabajo solo se convierte en fuente de valores de cambio bajo determinadas condiciones sociales. (…) En la sociedad comunista (…) el derecho nunca puede estar por encima de la forma económica y el desarrollo cultural de la sociedad. (…) La propiedad privada de los medios de producción debe ser transformada en propiedad común”. Aquí aparece otra vez la distinción entre medios de producción y bienes de consumo: lo que se socializa son las condiciones de producción, no la vida cotidiana de cada individuo. Marx distingue dos fases: Primera  (socialista): “derecho igual”, donde aún rige cierta desigualdad ligada a los restos del capitalismo. Segunda,  fase superior (comunismo): cuando la abundancia permite realizar el principio “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades.” El comunismo pleno es un horizonte de largo plazo, posible solo con un gran desarrollo productivo.

Engels en  Principios del comunismo (1847) Una especie de catecismo  revolucionario que antecede al Manifiesto: va respondiendo a distintas preguntas Pregunta 18: “¿Abolirá el comunismo toda propiedad en general?” Respuesta: “No; solamente la propiedad actual de la burguesía, que sirve para explotar al trabajador.” Engels es aún más claro: no se toca la propiedad personal, sino la propiedad capitalista que genera explotación.

 

 

Plazos

Marx  en el “Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1859) afirma lo siguiente: “Una formación social nunca desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella; y nunca aparecen nuevas y superiores relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno mismo de la vieja sociedad.” El comunismo no llega “cuando se quiera”, sino cuando las fuerzas productivas han desarrollado suficientemente las condiciones para una nueva forma social. No fijan plazos: hablan de inevitabilidad histórica, pero no de fechas. Aunque en 1848 parecían estar convencidos de que la revolución proletaria podía estar cerca, porque veían a Europa sacudida por crisis y revoluciones.

Engels en el  Anti-Dühring (1878): “El socialismo es la sociedad que surge directamente del capitalismo, mientras que el comunismo pleno solo puede alcanzarse en una etapa más alta.” Engels, como Marx, pensaba que la transición comenzaría con la toma del poder por la clase obrera en los países industrializados.

Posteriormente Lenin en “El Estado y la Revolución” (1917) retoma la fórmula de Marx en la Crítica del Programa de Gotha: Primera fase del comunismo es el  socialismo al que corresponde la socialización de los medios de producción, dictadura del proletariado, pero todavía con desigualdades heredadas. Segunda, fase superior, es el  comunismo pleno con   desaparición del Estado, abundancia, principio de  a cada cual según sus necesidades.

Lenin enfatiza que no se puede saltar directamente al comunismo: hay que pasar por una larga etapa socialista. Lenin creía que la revolución rusa de 1917 era el inicio de la transición, pero siempre pensó que el socialismo en Rusia solo podría consolidarse si se extendía a los países industrializados de Europa (Alemania, Inglaterra).El comunismo pleno lo veía como un objetivo lejano, no inmediato.

Si bien Marx y Engels no fijan fechas hablan de condiciones objetivas (madurez de las fuerzas productivas, lucha de clases). Imaginaban que, en los países avanzados, el socialismo  podía ser una perspectiva en ese  siglo XIX si las revoluciones europeas triunfaban  a partir de  1848. Creían  que el capitalismo había entrado en una crisis mundial y que el proletariado podía ya  convertirse en clase revolucionaria con la  expectativa de la posibilidad cercana de revolución proletaria en Europa (especialmente Alemania, Francia, Inglaterra).

En 1871 tiene lugar Comuna de París. Marx y Engels ven en la Comuna el primer ejemplo de transición posible, pero aún inmadura. La derrota muestra que la revolución necesita organización internacional.

El resto de los autores marxistas se cuidan en general de hacer predicciones sobre el tiempo en que habría de avenir un mundo socialista concentrándose particularmente en episodios revolucionarios nacionales y sugiriendo que tal estado comunista mundial se iría construyendo a partir de que se sumaran uno a uno cada uno de los países en los que fuera triunfando la revolución. Hubo de todos modos oleadas de esperanza de una proximidad de la revolución mundial como por ejemplo con el triunfo de la Revolución de Octubre, el fin de la segunda guerra mundial con el triunfo de la URSS sobre el nazismo, la instauración de los países socialistas de Europa del Este y el surgimiento de la República Popular China y las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado con el triunfo de la Revolución Cubana, el triunfo de Vietnam y el auge de los movimiento de liberación nacional en el llamado “tercer mundo”.

 

La Competencia

Según  Marx y Engels en el capitalismo, la competencia no es un fenómeno accidental, sino una ley estructural. Cada capitalista compite con otros para abaratar costos, aumentar productividad, conquistar mercados. Esa competencia obliga a innovar, pero también lleva a crisis periódicas (sobreproducción, quiebras, concentración de capital). En el Manifiesto se considera que  la competencia es la fuerza que impulsa a la burguesía a revolucionar constantemente los medios de producción. En el Capital (1867) Marx muestra que la competencia entre capitales lleva a la centralización y concentración, preparando el terreno para que la producción sea social pero apropiada privadamente. En síntesis: la competencia es la “mano visible” que disciplina a cada capitalista, pero su resultado histórico es el monopolio y la socialización de la producción, contradiciendo la base privada y Engels sostienen que una vez abolida la propiedad privada de los medios de producción, la producción se organiza de manera planificada y cooperativa, no competitiva. Habría  aunque sea en términos generales superación de la competencia en el comunismo.

 En el  Anti-Dühring Engels afirma: “Con la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad, cesa la producción de mercancías y, con ella, el dominio del producto sobre los productores. La anarquía dentro de la producción social se reemplaza por la organización consciente.” El comunismo, entonces, significaría sustituir la competencia generalizada del capitalismo por la cooperación planificada, lo que permite que la economía responda a necesidades y no a ganancias.

Lenin observa que bajo el socialismo, en la “primera fase del comunismo”, todavía subsisten restos de la competencia capitalista (pequeña producción, diferencias urbanas-rurales).En “El Estado y la Revolución”  plantea que el Estado Obrero debe organizar la producción como una gran empresa única, eliminando la competencia anárquica entre capitales. Pero en  la década de 1920,  ya Lenin en el poder, reconoce que Rusia está atrasada, que solo puede construir los primeros pasos del socialismo y formula la NEP (Nueva Política Económica) como medida transitoria En la práctica, con la NEP (1921), reconoce que cierta competencia controlada (pequeños productores, campesinos) debía coexistir temporalmente para reconstruir la economía, hasta que la industria y la planificación pudieran absorberlos En ese entonces la  expectativa radicaba en que  el comunismo en un solo país era inviable y que habría  de extenderse internacionalmente

En los primeros años (1917–1921) de  la Revolución de Octubre, Lenin y los bolcheviques intentaron abolir la competencia capitalista mediante  la  nacionalización de la gran industria, el monopolio estatal del comercio exterior y la socialización de los bancos. Durante la Guerra Civil (1918–1921) el “comunismo de guerra” suprimió casi todo mercado. El  resultado fue la caída productiva, el  hambre y el caos, porque el Estado todavía no podía planificar eficazmente, por ello con la NEP (1921–1928). Lenin reconoce que no se podía eliminar toda competencia inmediatamente. Con la Nueva Política Económica (NEP) se permitió a campesinos y pequeños comerciantes competir en mercados locales. La gran industria y la banca quedaron en manos del Estado. Había entonces una competencia controlada, coexistiendo con sectores estatales en los que regía la planificación.

 Pero además Lenin llegó a afirmar: “Si no tenemos la fuerza para extraer el carbón de nuestras minas, es preferible entregarlo en concesión a capitalistas extranjeros, en lugar de dejarlo bajo tierra sin utilizar, porque el proletariado ruso no puede vivir sin carbón y sin petróleo.”(Lenin, Informe sobre la utilización de la tierra y sobre las concesiones, Obras Completas, t. 42, ed. rusa; en español, Editorial Progreso, Moscú, 1981, p. 189-190).

En el mismo discurso aclaraba que: Las concesiones eran temporales y bajo control estatal. El objetivo era aprender la técnica moderna y obtener ingresos inmediatos en recursos que la economía soviética no podía explotar sola. Era una medida táctica, subordinada a la construcción socialista

Con Stalin y los Planes Quinquenales (desde 1928) se eliminan casi todos los espacios de mercado y competencia privada. La economía se organiza por planificación central a través de Gosplan. Entre empresas estatales no había competencia en precios o mercados: todas cumplían cuotas fijadas desde arriba. Sin embargo, existía una competencia indirecta: Las empresas y directores competían por cumplir o superar planes. Esa competencia no era mercantil, sino burocrática: premios, ascensos o castigos.

En  1935 Alekséi Stajánov, minero de carbón en Donbass, batió un récord extrayendo más de 100 toneladas de carbón en una sola jornada, supuestamente 14 veces la norma. La prensa soviética presentó este hecho como símbolo de la capacidad del trabajador soviético para superar los límites de productividad gracias al entusiasmo socialista (emulación).

Se impulsaba que los obreros aprendieran técnicas más eficientes, reorganizaran el trabajo y usaran mejor la maquinaria. El mensaje era que con dedicación y conciencia socialista se podía multiplicar la productividad. El “stajanovismo” no fue solo técnico, sino un movimiento de propaganda: mostraba que el socialismo podía superar al capitalismo en productividad. El “stajanovista” era presentado como héroe del trabajo, modelo a seguir.

Se organizaban “competencias stajanovistas” en fábricas y minas. Los trabajadores que superaban metas recibían premios, medallas y prestigio social. Ello generaba una presión enorme sobre los trabajadores comunes, acusados de “rezagados” si no alcanzaban las cifras.

Con el tiempo, se convirtió más en una campaña propagandística que en una verdadera innovación productiva. Fue una respuesta soviética a la cuestión de la competencia: sustituir la competencia capitalista por una “emulación” socialista, orientada al plan y al prestigio colectivo. Sirvió para consolidar la figura del “héroe del trabajo socialista”, que luego se usó hasta la posguerra. También reveló tensiones, entusiasmo real en algunos casos, pero también burocratización y coerción.

Con las reformas posteriores (Jruschov, Kosygin, 1960s–1980s), se intentó introducir ciertos incentivos competitivos: las empresas podían retener parte de las ganancias si superaban objetivos. Se buscaba estimular eficiencia, ya que se comenzó a entender que  la planificación rígida generaba ineficiencia y despilfarro. Sin embargo, no era una competencia de mercado plena, sino una mezcla de planificación central  más incentivos cuasi-competitivos.

En la Crisis final (1980s) bajo Gorbachov (Perestroika), se reintrodujo competencia real de mercado en algunos sectores. Esto debilitó el control central y abrió el camino a la privatización masiva de los 1990s. El resultado fue la  restauración del capitalismo en Rusia y desaparición de la URSS (1991).

La cuestión de la competencia, entonces,  ha sido siempre una cuestión compleja  para los comunistas  Si bien el fenómeno de la URSS  desmintió por algún tiempo, antes de la guerra, y, por  otro tiempo, después de esta  que aun sin un rol demasiado visible de competencia se podía desarrollar asombrosamente un país,  con el correr del tiempo  y los hechos a vista puede decirse que quedó demostrado que, entre otras cosas,  sin imprimir  una cuota importante de economía de mercado (y por lo tanto competitiva) en la economía socialista  era imposible subsistir en un mundo capitalista.

Por otro lado el capitalismo y toda la era de la violencia y la lucha de clases y la guerra,  que ya por denominación implica competencia extrema, ha logrado precisamente gracias a esa competencia, en muchos caso brutal y genocida,  el desarrollo científico técnico de la humanidad que en cierto aspecto podría considerarse como  un “triunfo” de esta sobre la naturaleza. Claro que no puede evitarse  advertir la paradoja de que ese propio desarrollo se está volviendo  contra la misma humanidad  como una “venganza de la naturaleza”. De ello hablaremos más adelante. Pero es innegable que los avances en  la medicina, la educación, la comunicación, la construcción,  la industria alimentaria etc. constituyen logros irrenunciables para el género humano actual y todo ello se alcanzó en una larga época de (y ¿gracias? a)  la competencia  violenta.

La “virtud” de algún grado de competencia, en términos generales, puede evocarse a partir de un ejemplo trágico y contradictorio de la competencia bélica capitalista.

 Si se repara en el impacto de la penicilina descubierta por Alexander Fleming (1928) y su uso masivo a partir de 1941–43   en que antes de los antibióticos las infecciones como neumonía, sepsis, sífilis, gonorrea o infecciones posquirúrgicas tenían altísima mortalidad se debe concluir que  aproximadamente desde 1940 hasta hoy, los antibióticos (liderados por la penicilina) han salvado cientos de millones de vidas. Un estudio de la WHO (2016) estimó que solo los antibióticos para infecciones respiratorias han salvado más de 200 millones de vidas desde mediados del siglo XX. Algunos historiadores médicos proyectan que la penicilina y sus derivados podrían haber salvado 400–500 millones de personas en todo el mundo a lo largo de un siglo.

Alexander Fleming sirvió en hospitales militares durante la Primera Guerra Mundial, y vio cómo muchos soldados heridos morían no necesariamente por la herida en sí, sino por infecciones subsecuentes graves, sepsis, gangrena, etc. En 1917 Fleming publicó un artículo en The Lancet relativo al uso de antisépticos y cómo, en muchos casos, estos empeoraban las infecciones profundas, porque no llegaban a las bacterias anaerobias en lo profundo de la herida, y destruían también tejidos beneficiosos que podrían estar ayudando. (American Chemical Society)

En la Segunda Guerra Mundial,  hubo una demanda muy fuerte de antibióticos útiles para tratar heridas infectadas, gangrena gaseosa, infecciones de heridas de guerra, etc. Eso sí aceleró la producción masiva de penicilina. Así que: puede decirse que la PGM expuso el problema brutalmente, lo que influyó en las preocupaciones médicas y la SGM generalizó y perfeccionó su uso masivo.

 Hasta el día de hoy los conflictos  y particularmente los conflictos armados han “servido” para el desarrollo tecnológico, bioquímico y médico   que terminaron  aportando grandes soluciones a los problemas de la humanidad  en tiempos de paz. Si estos desarrollos hubieran tenido lugar igualmente sin la mediación de los conflictos en cuyos contextos surgieron  es una reflexión contrafáctica  que no puede tenerse en cuenta  porque además habría que plantearse la pregunta acerca de en cuánto tiempo se habrían desarrollados tales avances  científicos si el conflicto no hubiera existido. Otro ejemplo trágico es el del desarrollo nuclear.

Es decir que la cuestión de la competencia no es algo que se pueda resolverse  así sin más  presuponiendo su reemplazo “in totum” por una cooperación absoluta  que solo ha tenido lugar en tiempos que el ser humano viva en muy pequeñas comunidades aisladas  con muy baja productividad y sin tener del todo conciencia de su individualidad  sino más bien se sentía como parte inescindible del  grupo.

Sin embargo si se observan singulares procesos socialistas actuales como es el caso paradigmático del “socialismo con peculiaridades chinas” se puede advertir con claridad como un proyecto socialista sin perder su esencia se puede servir de la competencia y del mercado de formato capitalista para conseguir las metas socialistas de elevar el nivel de vida de toda la población  a la vez que se evita la formación de una clase burguesa como tal que pueda poner en peligro la conducción del proceso revolucionario por parte del partido comunista. Por supuesto la República Popular no avanza en un lecho de rosas sino en el camino peligroso y hostil de un mundo todavía dominado por el capitalismo por lo que no se puede aún advertir el desarrollo de la construcción plena de su socialismo pero en la medida en que la crisis del capitalismo se profundice y se quiebre el espinazo de su estrategia de dominio mundial todo indica que el avance a un socialismo integral y el comienzo de un nuevo sistema mundial en  un estado de paz global y la estructuración de una comunidad de naciones con destino compartido será finalmente posible. (Xi Jinping dixit)

 

 

La cuestión de la lucha de clases y la dictadura del proletariado

El planteo de Marx Engels Lenin y demás teóricos del marxismo en cuanto a la inevitabilidad de la dictadura del proletariado para hacer posible la sociedad socialista y a partir de allí “construir “el comunismo no se basa en ninguna intrínseca tendencia a la violencia  o resentimiento vengativo ni afirma  que el comunismo que propalan incluya una competencia  entre los seres humanos igual o peor que la del capitalismo. El problema de la idea comunista es que nace y se termina de desarrollar en un ambiente que le es totalmente hostil  Casi  todo el mundo estaba fuertemente influenciado por el  capitalismo  en el nacimiento del marxismo y  más aún el capitalismo todavía se iba desarrollando hacia un capitalismo más fuerte y extendido  y ni bien aparecieron las ideas comunistas y socialistas ,aun antes de Marx y Engels, la reacción  de las clases dominantes que se iban  transformando en los  líderes del capitalismo sobreviniente al feudalismo fue brutal. Los disidentes comunistas fueron primero tildados de herejes y luego claramente de enemigos políticos a los que había que destruir. La comprensión de los primeros revolucionarios y luego  de los  marxistas  de que la actitud cristiana de poner la otra mejilla no hacía más que hacerle el juego a los intereses de los poderosos llevó a determinar la lucha revolucionaria y la dictadura del proletariado una vez que se accediera al poder político como parte inescindible del proceso al nuevo mundo que se auguraba  pero ello nunca implicó una dictadura impuesta contra la mayoría del pueblo .De hecho Engels escribió “¿quieren saber que es la dictadura del proletariado?  pues la Comuna de Paris  es la dictadura del proletariado” Lo mismo pasó con los países en los que triunfaron las revoluciones socialistas  en el siglo XX  desde sus nacimientos tanto la URSS  como al República Popular China  como los Países del Pacto de Varsovia,  Cuba, Vietnam y Corea del norte por ejemplo fueron rodeados  atacados, infiltrados, boicoteados y, finalmente, en los casos de la URSS y en  la China incluso anterior a 1949, en la que se desarrollaba la revolución marxista invasiones feroces (recordar las amenazas de invasión con la colaboración de los ejércitos “blancos ni bien asumido el poder por los bolcheviques  y la preparación de la invasión mortífera desde el surgimiento del nazismo, que finalmente tuvo lugar, y en China la masacre por parte del Kuomingtang de Chian Kaisek en 1927 en Shangai y la masacre de los japoneses en Nankin  en 1937 que preanunciaban cual sería el grado de agresión si los comunistas llegaban al poder).

 

 Además del aislamiento diplomático y de la espera pasiva de un colapso interno, las potencias occidentales desplegaron acciones más activas contra la URSS en los años 1920 y 1930, que incluyeron espionaje, sabotaje y operaciones encubiertas. Previamente intervención y sabotaje en la Guerra Civil (1918–1921) en la que  las potencias aliadas (Reino Unido, Francia, EE. UU., Japón) no solo enviaron tropas, sino también armamento, asesores y recursos logísticos a las fuerzas “blancas”. Se organizaron redes para sabotear el transporte y la producción en zonas controladas por los bolcheviques. Hubo intentos de fomentar revueltas internas, especialmente en Ucrania, el Cáucaso y Asia Central, donde se apoyó a nacionalistas y contrarrevolucionarios.

 En la década de 1920 hubo  espionaje sistemático A medida que la URSS sobrevivió y se consolidó, las potencias occidentales desplegaron redes de espionaje en Moscú, Leningrado y otras ciudades clave. Los objetivos eran vigilar la política exterior y las actividades de la Komintern, obtener información sobre la modernización militar soviética y medir la capacidad industrial del país. Los servicios de inteligencia británicos (MI6), franceses y estadounidenses reclutaron exiliados rusos y usaron la cobertura de sus embajadas y delegaciones comerciales. Se continuó con el sabotaje industrial y fronterizo en la década de  1930. Con la industrialización acelerada de Stalin (vital para enfrentar la masiva invasión que se preparaba para destruir totalmente a la URSS), se realizaron  acciones de sabotaje en fábricas, minas y ferrocarriles organizadas por redes de emigrados blancos con apoyo extranjero.

Se documentan intentos de infiltrar ingenieros y técnicos extranjeros que, trabajando en proyectos industriales, servían como informantes para sus gobiernos. En las fronteras (Polonia, Rumania, Finlandia, Manchuria), los servicios secretos fomentaban grupos armados clandestinos y operaciones de inteligencia contra objetivos soviéticos.

 Además de espionaje, hubo una forma de “sabotaje indirecto” el financiamiento a organizaciones anticomunistas en Europa. Campañas de prensa para desacreditar la viabilidad económica del sistema soviético y el uso de exiliados rusos como focos de oposición política y cultural.

Es decir que hubo  espionaje y sabotaje patrocinado o tolerado por potencias occidentales, especialmente en los 1920.En los 1930, la atención de los servicios secretos occidentales se dividió entre vigilar a la URSS y al ascenso del nazismo pero en el caso de este último no para frenarlo sino para orientar su agresividad hacia el Este y particularmente hacia la URSS ( prueba final de ello fue el Acuerdo de Munich entre Hitler, Neville Chamberlain, Edouard Daladier  y Benito Mussolini en 1938 que entre otras cosas “cedía” a Alemania una parte de Checoslovaquia que ni siquiera era parte del acuerdo. La agresión nazi contra la URSS (1941/45) causó  contando bajas militares y civiles y muertos posteriormente a la invasión  pero como causa directa de ella  más de treinta millones de víctimas. Fue en términos absolutos la mayor masacre (muertos por agresión intencional)  del ser humano contra el ser humano  en toda la historia de la humanidad. Y si la invasión hubiera triunfado no es exagerado especular que los muertos podrían haber llegado a ser el doble o más aun ya que la intención nazi era exterminar y esclavizar a una raza (eslava) que consideraban como inferior. Estos números son los que dan el marco interpretativo de los riesgos que corría la URSS  para mantener el socialismo que le legara la Revolución de 1917. 

En cuanto a la República Popular China  surgida en 1949 de la mano de Mao, la mayoría de los países occidentales no reconoció a la RPC como gobierno legítimo de China. La agresión  más contundente y evidente fue nada menos que la  Guerra de Corea (1950–1953 en la que  China se vio obligada a intervenir  directamente contra fuerzas de EE. UU. y la ONU sufriendo innumerables bajas, entre ellas la del propio hijo de Mao. El conflicto reforzó el aislamiento y la visión de China como “enemigo”.

Inmediatamente EE. UU. firmó en 1954 un tratado de defensa con el régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán, instalando la VII Flota para disuadir un ataque chino. Hubo crisis militares en 1954–55 y 1958 por los bombardeos de islas costeras. Y hubo apoyo occidental a movimientos anticomunistas en Asia, con el fin de contener la influencia china (Vietnam, Tíbet en 1959 con apoyo de la CIA al exilio tibetano).

En la ONU, el asiento de China fue ocupado por la República de China (Taiwán) hasta 1971 para  mantener a la RPC fuera de la diplomacia internacional

Washington impulsó un embargo comercial total contra la RPC (1950), incluyendo bienes industriales, maquinaria pesada y tecnologías estratégicas y se presionó a aliados (Japón, Europa Occidental) para que limitaran el comercio con Pekín. El resultado fue el aislamiento económico, que forzó a China a depender casi exclusivamente de la URSS durante los años 1950.

El “Coordinating Committee for Multilateral Export Controls (CoCom)”, creado en 1949, prohibía a países occidentales exportar productos de alta tecnología a China y a otros países socialistas.

La RPC fue presentada en Occidente como un régimen “totalitario y expansionista” y hubo un boicot a publicaciones y circulación de académicos chinos en conferencias internacionales.

Se intentó la invasión de Cuba  en Bahía de Cochinos en 1961. Hubo infiltraciones, espionaje y boicot permanente  e intentos de magnicidio contra Fidel Castro también  en forma permanente y conspiraciones desde  el exilio cubano en Miami  en coordinación con la CIA  y se sometió a la isla a un bloqueo mortífero  que dura hasta nuestros días. Y el Vietnam del Norte socialista tuvo que soportar una guerra despiadada  por parte de EE UU y Vietnam del Sur (1965-73) en la que sufrió más de  un millón de combatientes muertos  y alrededor de 200.000 muertos por los bombardeos norteamericanos a objetivos civiles. La lista continúa incluso respecto de aquello movimientos populares y de liberación nacional que durante el S XX intentaron virar hacia el socialismo, la mayoría de los cuales terminaron derrotados y reemplazados por, ahora sí, verdaderas dictaduras antipopulares contrarias  a los deseos y necesidades de la mayoría de las poblaciones que reinstauraron inmediatamente la explotación capitalista e imperialista.

Pero un ejemplo paradigmático  de la inevitabilidad de la dictadura del proletariado para  la defensa de un país que decide por mayoría construir el socialismo fue el caso del Chile de Salvador  Allende en  donde una coalición de socialistas y comunistas a partir del triunfo electoral inició la construcción del socialismo y fue derrocado casi inmediatamente por un golpe confesado abiertamente como orquestado por la CIA  en 1973. Otras repúblicas democráticas  que sufrieron cruentos golpes militares por parte de militares que se constituyeron en sangrientas de dictaduras fueron los caso de la República del Portugal (1926) y la Republica Española (1939).

Es decir que el comunismo desde que empezó a manifestarse como acción revolucionaria de grupos disidentes del cristianismo hasta las revoluciones que lograron la conquista del poder en diferentes países  durante el siglo XX estuvo sometido a la agresión feroz  con fines de ser eliminado de la faz de la tierra lo que confirmó que la dictadura del proletariado era inevitable y tal forma de gobierno  dura, y en algunos caso de alta represión interna, debe considerarse en el marco de una situación de guerra latente o manifiesta  en forma permanente por parte de un adversario potencialmente mayor  en recurso bélicos  . Especular sobre el grado de represividad de estas defensas internas y externas  inevitables  de los países socialistas desde el siglo XXI puede llevar a descontextualizar las apreciaciones y a juicios contrafácticos  que no son serios para hacer un análisis profundo verdadero.

Todo ello explica la imprescindibilidad de una defensa férrea de la revolución donde esta había alcanzado el poder  y una lucha de clases también en muchos casos violenta donde no se lo había alcanzado todavía Pero no niega de ninguna manera la esencia pacífica, verdaderamente democrática , cooperativa y finalmente comunista del movimiento que llevó a cabo estas revoluciones, ni de las fuerzas que luchan hoy por el socialismo y contra el capitalismo.

Es decir que el ideario comunista de paz y confraternidad,  cooperación y comunitarismo, tanto  a nivel local como universal, no es que haya sido falaz  o contradictorio a partir de las medidas extremas ( y en algunos casos realmente luctuosas) que se tomaron desde la lucha por la toma del poder y aquellas que tomaron  las revoluciones cuando accedieron al poder,  sino que estas luchas y proyectos necesitaron armarse y “blindarse” a toda costa con la  dictadura del proletariado ( es decir una dictadura de partidos que defendían los intereses  de las mayorías populares) ante los feroces ataques.   Incluso ello  inspiró frases poéticas como la Raúl Gonzáles Tuñón  acerca de  la “Rosa Blindada”.

Debe hacerse un pequeño apartado respecto de algunos regímenes dictatoriales que han contado con el apoyo de grandes masas de la población al menos por un tiempo. Es preciso porque estos ejemplos se usan muy a menudo para desprestigiar el concepto legítimo de dictadura del proletariado.  Estos son los del fascismo de  Mussolini y el nazismo de Hitler que accedieron a través de mecanismos institucionales al poder respectivamente en 1922 y 1933,   enarbolando  proyectos claramente dictatoriales que empezaron a implementar inmediatamente  incluso con apoyo popular. Pero estos caso puntuales son en realidad  proceso construidos por los países imperialistas para evitar el comunismo y para ser lanzados contra los países socialistas  específicamente la URSS  ante la desesperación del capitalismo por la sustentabilidad y el desarrollo que el socialismo  estaba demostrando al mundo,  ganando cada vez más influencia ideológica sobre los pueblos de los países capitalistas. Tanto Italia como Alemania eran países capitalistas industrializados que venían rezagados respecto de sus pares europeos y de los EEUU de Norteamérica,  esto generaba  en las burguesías industriales de los mismos un resentimiento y una desesperación por vencer a la competencia de aquellos  que no los dejaban desarrollar sus ambiciones económicas. Por ello apelaron a desarrollar en las masas que venían sufriendo una espantosa crisis económica especialmente a partir de 1929, un sentimiento nacionalista furioso y crearon chivos expiatorios  en  minorías raciales pero, especialmente, en el  comunismo ya que en sus planes estaba desde el inicio la expansión hacia la Unión Soviética al tener muy dificultado el camino hacia la colonización del tercer mundo en manos de las potencias ganadoras en la carrera imperialista particularmente el Imperio Británico.

Esto, como ya se sabe, fue una experiencia única acotada y que terminó en una guerra desastrosa de la que estos países salieron literalmente destruidos  y debieron someterse a los planes estratégicos del imperialismo  norteamericano contra el socialismo de URSS, las democracias populares de Europa del Este  y la República Popular China, en la denominada guerra fría. Nada que ver con la dictadura del proletariado o precisamente todo lo contrario. Estas dictaduras fascistas no salieron de los marcos del capitalismo ni del imperialismo fueron comandadas por los intereses de  las grandes burguesías nacionales de Italia y Alemania (Fiat, Edison, Ansaldo, llva,  Krupp, Siemens, Thyssen etc.) para logar sus objetivos expansionistas y poderle ganar la competencia a las burguesía imperialistas de  Inglaterra Francia y los EEUU y no dudaron en sacrificar  a sus pueblos en una guerra de agresión  y exterminio de la que todavía quedan secuelas. Es cierto que este “keynesianismo” militar  trajo brevemente alguna mejora, al principio, pero al no ser una industrialización  real generadora de divisas sino dependiente de un conflicto altamente destructivo terminó en un desastre cuya primer y única victima fueron los pueblos de esos países. De ninguna manera puede esto ser comparado con la dictadura del proletariado del socialismo realmente existente en el S XX, cuya expresión política y objetivos fueron exactamente los contrarios.

 

Pero entonces: ¿Es posible el comunismo?

En el siglo XXI las cosas han cambiado mucho, principalmente por la crisis terminal del “Occidente” capitalista.

Aquí vale volver brevemente sobre algo que hemos sostenido a en trabajos anteriores (“El sujeto histórico en la globalización”). Si el capitalismo ha “evolucionado en etapas “ el sujeto histórico clase obrera también ha evolucionado en sus formas estratégicas de lucha,  y, lo que fue la lucha directa de  campesinos y obreros contra burgueses y capitalistas entre los siglos 1300 al 1800,  se transformó dialécticamente en el S XX  en un enfrentamiento entre el capitalismo en vigoroso desarrollo contra  los países socialistas, la clase obrera de los países capitalistas desarrollados y los movimientos de liberación nacional de los países ex coloniales y subdesarrollados .

 Ello tenía que volver a cambiar, dialécticamente, en el SXXI, frente al cambio del capitalismo industrial al capitalismo financiero en su tercera  (y última) fase.  Así  que hoy la estrategia de la clase obrera tiene una expresión más compleja, aunque siga siendo la misma  estrategia de lucha por el socialismo y hacia el comunismo y sigua necesitando  formas  gobiernos  socialistas y populares alertas y vigilantes y sigua implicando la lucha de masas y de los partidos verdaderamente socialistas y comunistas  por el acceso al poder político.

 El régimen político de la República Popular China y de su partido comunista no puede abandonar definitivamente  formas  de lo que podría llamare una democracia alerta y vigilante (forma actual de la dictadura del proletariado  en un país socialista del siglo XXI). Democracia en cuanto los intereses de las grandes mayorías son la preocupación principal del gobierno y eso se manifiesta claramente en los hechos y en la aprobación de las grandes mayorías del pueblo chino sobre  la gestión del partido  y  el gobierno. Y  vigilante y alerta en tanto China  y su red de alianzas políticas y económicas  están siendo a todas luces acechadas por el capitalismo occidental decadente. Cuba sigue siendo aislada y boicoteada y los países amigos de ella y de China son asediados .Esto es lo que hay que tener en cuenta cuando se habla hoy de camino al socialismo y al comunismo. Es un camino lleno de espinas en el que las formas actuales de lucha de clases y dictadura del proletariado, aunque  se expresen de forma muy distintas a las del siglo XX, son todavía, en muchos casos necesarias.

Es decir que  en cuanto al socialismo y al comunismo, a pesar de los zarpazos de un sistema en vías de extinción, como  lo es el capitalismo, las circunstancias  son totalmente distintas a las del  siglo XX y las oportunidades mucho mayores.

Las luchas de la clase obrera y los pueblos  ya no  son para acceder al poder revolucionariamente  e instaurar la propiedad estatal  de  todos  los medios de producción (al menos no en forma inmediata) sino principalmente  para que la crisis del capitalismo la paguen los ricos y no las mayorías populares  y para, desde el poder político, buscar las integraciones internacionales para su desarrollo.  No tienen hoy, como estrategia principal para su liberación nacional y acceso al socialismo  la lucha armada, sino  la búsqueda de  articulaciones económicas con proyectos virtuosos para su desarrollo como los BRICS,  la Franja y la Ruta, la Asociación de Cooperación de Shangai y otras mediante las que eviten   caer en las redes del poder financiero parasitario global y se sumen a una multipolaridad en la que han de encontrar las claves para su imprescindible desarrollo, lo que les dará cada vez más poder  a la clase obrera y a los pueblos de esos países para conseguir el  éxito definitivo  en las pujas distributivas locales .

Insistimos en que la coyuntura de violencias y guerras actuales puede hacer caer  en la convicción de que no se puede avanzar hacia un nuevo mundo, que ello es una utopía irrealizable y una gran ingenuidad,  pero  hay que tener en cuenta que todas esas manifestaciones de violencia son síntomas de la decadencia y desesperación del capitalismo senil, parasitario y final.  En la medida que la crisis se profundice,  las naves insignias de este capitalismo decadente, como particularmente EEUU,  se verán obligadas a, aceptar primero, la multipolaridad  y, más adelante, con la propia crisis pronunciada y las luchas de las clases obrera y las masa populares, a someterse a acuerdos que traigan definitivamente la paz  y las treguas políticas ( y militares)  a nivel internacional y a enfrentar las grandes presiones internas que surgirán en torno a la reducción de la desigualdad y la reducción de la pobreza a nivel interno.

Además hay una cuestión material que se impone como necesidad imperiosa para el acuerdo y la colaboración de todos los países del mundo aunque estén enfrentados  (y que por lo tanto debe ser aprovecharse para ir dejando atrás la era de la violencia y las guerras) cual es la cuestión de la defensa ecológica del planeta, circunstancia  que evidencia un interés común inevitable de toda la humanidad. Habrá. Necesariamente, que  hacer de este peligro virtud (lo contrario sería suicida) y al ser un problema de imposible solución sin acuerdo internacional general o al menos de los grandes países productores industriales,  ello debería llevar, más temprano que tarde (teniendo en cuenta las manifestaciones cada vez más violentas de las catástrofes climáticas)  a la detente armamentista y belicista y a finalizar con las competencias agresivas  y estimular la cooperación y la complementariedad. Y a un replanteo mundial coordinado de las pautas de consumo superfluo que incluya simultáneamente la eliminación de la pobreza. Es decir ir hacia el ascenso o descenso ( según se esté del lado de los pobres o de los ricos y muy acomodados) a un nivel social “modestamente acomodado” que incluya a los ocho mil millones de seres humanos que habitan el planeta dentro de un nivel de consumo que no implique la necesidad de la destrucción del mismo. No falta ucho para que aparezca esta necesidad como emergencia.

Tal circunstancia y el desarrollo impetuoso de nuevas formas político-económico-sociales como las de la República Popular China que, sin eliminar un importante grado de competencia y de mercado, se mantiene firmes en la defensa del bien común, los intereses de su pueblo y de su clase obrera y bregan por la paz universal y la comunidad de naciones con destino compartido, debería hacernos ver que la idea del socialismo ( y posteriormente el comunismo) mundial  en términos reales y no utópicos es realizable.

El comunismo  marxista nunca logró implementarse realmente  hasta ahora.  Los países llamados comunistas eran en realidad lo que se llamó parte del “socialismo realmente existente” o en algunos casos, con intención despectiva respecto de sus pretensiones  anticapitalistas, “capitalismo de estado”. Los partidos comunistas llevan ese nombre indicativo del sentido último de la finalidad de su lucha política pero ninguno pretende la construcción inmediata de una sociedad  que pueda llamarse comunista de forma inmediata, ya que tampoco está claro  en demasiado detalle cómo sería, sino que lo que muestra hasta ahora la realidad  es que, aun llegando al poder un partido o movimiento revolucionario,  con correlaciones de fuerzas políticas favorables, solo podría pretender ir construyendo  un nuevo sistema desde  las contradicciones de la crisis del capitalismo local  hacia un socialismo con cada vez mayor intervención  estatal. Sobre todo en el contexto global actual donde nadie puede avanzar demasiado en soledad  sino que su desarrollo y sus formas de organización socio política están, cada vez más, vinculadas a sus alianzas globales y regionales  y a su desarrollo en el marco de estas.

Lo cierto es que  Marx y Engels, e incluso de Lenin y otros autores marxistas de la época, no podían hacer hipótesis, ni siquiera aproximadas, sobre el grupo humano verdaderamente primitivo  existentes durante el paleolítico medio o incluso antes. Sus reflexiones sobre el “comunismo primitivo” nunca fueron demasiado extensas ni profundas y en general se refirieron a las tribus que había habitado Europa  durante el Imperio Romano y a las que habitaban los EEUU, que eran tribus ya  guerreras  en las que ya habían empezado a surgir relaciones jerárquicas, e incluso de propiedad,  entre ellas  la de la “superioridad” del hombre sobre la mujer.

Hoy a la luz de los avances antropológicos y arqueológicos podemos ensayar hipótesis más complejas que nos permiten explicar la esencia de tal comunismo primitivo  y cuáles fueron los motivos de su desaparición. 

Desde una dialéctica hegeliano marxista se podría decir que sí hubo, al principio, un comunismo primitivo  sin espacio para ninguna grado más que superficial de competencia u oposición  y sin un claro sentido de individualidad y otredad.  Este fue negado por el largo proceso del inicio de las guerra ( aproximadamente 100000 años atrás??? ) con el aumento de la densidad y las disputas por los territorios  para la caza y la recolección, en que esta forma de competencia máxima  atravesó todo el tejido social haciendo aparecer al hombre actual,  con claro sentido de su individualidad,  y de la del otro (otredad)  como amenaza y por lo tanto alguien con quien debe competir. A ello lo denominamos como Era de la Violencia y comprendería a las guerras tribales,  a los estados despóticos esclavistas y feudales (dominación directa) y al mismo capitalismo. Y si esto fue así no solo puede sino que  debería sobrevenir (a partir de la propia lucha del ser humano por su liberación definitiva  una tercera Era que niegue dialécticamente las dos anteriores (negación de la negación)  que sería la de un comunismo  pero obviamente  ya no primitivo sino complejo en el que los valores comunitarios predominen aunque exista irreversiblemente  ya conciencia plena de la individualidad y de la otredad las que deberían reformularse para insertarse dentro del marco de lo común.

Es decir que lo que constituyó al ser humano actual fue la violencia guerrera que lo transformó en individuo diferenciado de otro y por lo tanto competitivo con él  en la batalla  y hacia el interior de la tribu por los cargos jerárquicos. Luego vinieron otras formas  de organización social  en las que los hombres libres y los señores también competían afanosamente entre si  y, además, se continuó con la guerra en gran escala. Ya en el capitalismo la competencia fue  prácticamente el motor del gran desarrollo productivo y social jamás visto antes  y  en un periodo comparativamente mucho menor y la violencia recayó y recae sobre el trabajo productor de valor  pero además con explotación de los países capitalistas desarrollados sobre los subdesarrollados  y de  los grupos financieros parasitando a todo el mundo productivo. Por supuesto las guerras continuaron.

Es decir esta segunda Era por llamarla de alguna manera que incluye el “modo de producción de la guerra”, el  modo antiguo y el moderno capitalista,  que denominamos Era de la violencia, la guerra y la explotación y  la competencia  vinieron a negar la paz comunitaria (pero primitiva y cuasi inconsciente de la individualidad).

Entonces  ¿no deberá sobrevenir, en términos de  la lógica dialéctica aplicada a la historia humana, una negación de la negación. Es decir algo  que supere las tensión entre estas Eras contradictorias   y las sintetice?

Y ¿qué querría decir sintetizar la no violencia inconsciente con la violencia consciente? Tal vez en un equilibrio entre cierto grado de competencia no letal ni injuriante  en el marco de una normatividad expresada en términos de voluntad mundial general en la que se respete permanentemente la equidad general sin suprimir el esfuerzo competitivo virtuoso, creativo e impulsor del desarrollo,  desplazando definitivamente  las guerras,  los crímenes,  la explotación del ser humano y diferencias sociales injuriantes.

SI esto se comprende así estaríamos autorizados a considerar ciertas experiencias del presente que aunque en forma muy incipiente todavía son como indicativas de ese camino

Esto, en términos de las estrategias de los partidos y organizaciones que tengan como objetivo el comunismo, se traduce  en el hecho de que la lucha de clases más allá de las, en muchos casos muy distintas coyunturas locales, debería orientarse hacia una “lucha dentro de los marcos institucionales locales e internacionales actuales ( aguantando la contradicción interna de esta unidad ) por la paz mundial por la paz por las alianzas cooperativas productiva comerciales regionales y globales,  por la vigencia de democracias verdaderas, contra la corrupción y por la equidad y particularmente por la defensa ecológica del planeta. Es decir que esta sería la forma de la lucha de clases en nuestros días. Todo ello de lograrse cerraría el espacio vital para las actividades criminales de gran escala y luego consecuentemente también las de mediana y baja escala.

Fácil es decirlo pero, sin negar las inevitables  resistencias a las  injusticias  y   contra las agresiones a las que todavía están sometidos muchos pueblos del mundo, de alguna manera la formulación en blanco sobre negro de estas ideas para el debate sin  duda habrá de tener una influencia ideológica  inicial en los actores principales de la lucha por el comunismo y a través de ellos de toda la humanidad.

Mariano Ciafardini

Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires

Miembro del Centro de estudios y formación marxista Héctor Agosti (CEFMA)

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