Reflexiones
comunistas
Este artículo pretende desarrollar una visión optimista,
pero no por ello menos realista, sobre el futuro de la humanidad, apoyada en el
marxismo y el materialismo histórico, enriquecidos por la perspectiva que nos
permite una visión del proceso histórico desde el siglo XXI. Si bien es cierto
que la coyuntura actual mundial, y la
larga historia de guerras, violencias y agresiones desde hace milenios, sugieren
una supuesta inevitabilidad de la agresión del ser humano contra el ser humano
y por lo tanto una profunda duda, cuando no una declarada desilusión, sobre
nuestro futuro como especie, apoyándonos
en una visión materialista histórica, que precisamente resume todas
estas épocas y particularmente la del capitalismo en la que vivimos, afirmamos que es posible
imaginar un mundo no utópico sino real
con marcos universales y locales de convivencia y cooperación al menos en
términos generales que debería constituir
el “comunismo realmente existente”.
Origen del concepto
Partamos desde los
comienzos de la modernidad en la que se gestó el capitalismo.
El cambio de época en
el que empezó a desarrollarse el capitalismo mercantil y el desarrollo de las
ciudades no fue tranquilo en tanto que catástrofes “naturales”, asolaron a la población europea,
principalmente a los más pobres: la gran hambruna de 1315 a 1317, la “Peste
Negra” entre 1347 y 1353, y también grandes conmociones políticas, como la lucha civil en Italia, la
anarquía en Alemania y, fundamentalmente, la Guerra de los Cien Años
(1337-1453). El hambre y la peste estuvieron determinadas, además de los
factores climáticos y epidemiológicos, por la situación de pauperismo y miseria
que la crisis del feudalismo y el ascenso del capitalismo generaron en los
amplios sectores campesinos y obreros urbanos. También se desencadenaron
guerras y pugnas políticas entre sectores de poder producto de la crisis del
esquema de poder feudal y de tensiones internas al interior de cada reino o
principado, en las que la cuestión social del campesinado fue un factor
determinante. Aquí la naciente burguesía, lejos de ser perjudicada, se
benefició directamente.
Sobre la importancia de las circunstancias materiales que
coincidieron para dar lugar a la nueva era que se destacó por la insurrección popular comunista,
recurrimos a H Wells: “Las divisiones entre los husitas se debieron en gran
medida a la deriva de los sectores más extremistas hacia el comunismo primitivo que alarmó a los
nobles checos más ricos e influyentes. Tendencias similares aparecieron entre
los wycliffitas ingleses. Parecían seguir naturalmente las doctrinas de la
igualdad humana, la hermandad que emerge cada vez que uno intenta retroceder,
hacia los fundamentos del cristianismo.
El desarrollo de tales ideas fue muy estimulado por la tremenda desgracia que
azotó al mundo y sacudió los cimientos de la sociedad, una plaga de una
virulencia nunca antes vista. Se llamaba la muerte negra (…). Fue a partir de
este desastre que se extendió la guerra campesina del siglo XIV. Había escasez
de mano de obra y bienes, y los abades y monjes ricos que poseían la mayor
parte de la tierra y los nobles y ricos comerciantes eran demasiado ignorantes
de las leyes económicas para comprender que no debían presionar a los
trabajadores en estos tiempos de sufrimiento”. (Herbert George Wells 21 de septiembre
de 1866 - 13 de agosto de 1946)
En este mismo sentido, Pirenne (Pirenne, Jacques “Historia
universal” Éxito. Barcelona .1961), al referirse a las consecuencias sociopolíticas
de esta crisis, afirma: “Estas desgracias agravaron indiscutiblemente los
disturbios sociales por los que el siglo XIV contrasta tan violentamente con el
anterior, pero la causa principal hay que buscarla en la propia organización
económica. Había llegado a tal punto que su funcionamiento provocó un
descontento que se manifestó tanto en la población urbana como rural.”
El trabajo de
Pirenne, presenta claramente la actitud
revolucionaria del campesinado y los pobres, y las posiciones
contrarrevolucionarias de las demás clases incluida la burguesía. Así, con
respecto a los levantamientos en Flandes de 1323 a 1328 señala que “El espíritu
independiente de los robustos campesinos de ese territorio (…) se excitó en la
lucha al punto de considerar a todos los ricos y a la misma Iglesia como su
enemigos naturales. Bastaba que una
persona viviera de la renta de la tierra para que se sospechara de ella”.
Este pasaje muestra especialmente la complejidad de la situación. Y sigue
Pirenne: “La historia de Ypres, como la de Gante y Brujas, está llena de luchas
sangrientas en las que los proletarios de la industria textil lucharon con los
que "tenían algo que perder" (...). Los bataneros, cuyos salarios los
tejedores pretendían fijar o más bien reducir, los trataban como enemigos y,
para escapar a su dominación, apoyaban la causa de la ‘buena gente’. En cuanto
a los pequeños gremios, todos detestaban a los 'tejedores horribles', que perturbaban
su trabajo, perjudicaban su negocio y cuyas
aspiraciones comunistas los asustaban, al mismo tiempo que aterrorizaban al
príncipe y a la nobleza.”
En el mismo contexto, ya iniciada la Guerra de los Cien Años,
estalló en Francia la “Grand Jacquerie”, en 1358. Esta revuelta campesina
estuvo ligada a la caída del precio de los cereales, y en particular también a
los efectos de la guerra.
En relación con el levantamiento de los cardadores de lana
(Ciompi) que tuvo lugar en Florencia en 1379, Pirenne , relacionándolo con el
levantamiento de Flandes, señala que “no sería exagerado decir que a orillas
del Escalda, así como a orillas del Arno, los revolucionarios querían imponer a
sus adversarios la ‘dictadura del
proletariado’. Es cierto que el levantamiento de Ciompi fue urbano. La
depreciación de la moneda utilizada por los artesanos les dificultó el acceso a
la moneda de oro (Florín), que era la única que quedaba con valor. Siendo de
carácter urbano, el levantamiento se entremezcló con las disputas de las
distintas facciones del patriciado.”
En Inglaterra, en 1381, Wat Tyler y John Ball encabezaron
las rebeliones campesinas de los Lolardos y mendigos por la imposición del
"poll tax" a los campesinos para financiar la Guerra de los Cien
Años. Pirenne también las compara con las revueltas de Flandes porque fueron
obra común de la gente de los pueblos y de la gente del campo. El misticismo de
los Lolardos seguramente contribuyó, también, a provocar el odio hacia los
señores opresores, que no existían "en la época en que Eva hilaba y Adan
cultivaba.” Como cincuenta años antes en Flandes, había vagas aspiraciones comunistas entre los
insurgentes, lo que dio a la crisis la apariencia de un movimiento dirigido
contra la sociedad establecida.
Las Jacqueries se extendieron
en Francia desde la Edad Media hasta la Revolución Francesa y toman su nombre
de la crónica de Jean Froissart del primero (La Grande Jacquerie) ya que llamó
a los campesinos Jacques Bonhomme, estereotipo que deriva su nombre del “
jacque” vestimenta muy usada en la campiña francesa pobre.
En 1382 se produjeron levantamientos campesinos en toda
Francia; en 1383 hubo rebeliones de campesinos y artesanos en Portugal, que
primero fueron dirigidas y luego traicionadas por la burguesía comercial
portuguesa.
Juan Huss, tras su ejecución en 1419, se convirtió en el
héroe de Bohemia y los husitas desataron su odio contra los germanos. Tuvo
lugar la primera “defenestración” de Praga. De ellos surgieron los taboritas
Jan Žižka y el sacerdote Prokop Holý, que encabezaron un grupo más radical
formado por ciudadanos y campesinos que anunciaron el milenio cristiano y
propusieron la organización comunista de la sociedad. Las rebeliones
campesinas estallaron en Austria, Polonia y Rusia en 1520, el mismo año en que se
hizo público el manifiesto de Lutero bajo la influencia del propio Huss.
La Guerra Campesina comenzó en Waldshut y Schûlingen en
1524, donde ya empezaba la prédica colectivista de Mûntzer. Ante el giro que
estaban tomando los acontecimientos, Lutero, en nombre de los príncipes,
condenó a los campesinos como "asesinos y saqueadores", y pidió su
exterminio como "perros rabiosos", tarea que llevó a cabo la Liga de
Suabia.
Engels trato estos
levantamientos en su trabajo “La guerra campesina en Alemania” (1850)
Todas estas insurrecciones
más allá de reclamar por reinvindicaciones particulares estaban
inspiradas por una cosmovisión comunista igualitaria por supuesto teñida de componentes místicos y
religiosos dada la época en que tuvieron
lugar.
Jean-Jacques Rousseau (1712–1778) no utilizó nunca la
palabra comunista (todavía no existía como corriente organizada), pero varias
de sus ideas fueron antecedentes intelectuales que más tarde inspiraron a
quienes se llamaron “comunistas” en Francia en el siglo XIX.
En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la
desigualdad entre los hombres (1755), Rousseau escribe la famosa frase: “El
primero que, habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío, y
halló personas bastante simples para creerlo, fue el verdadero fundador de la
sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras y asesinatos, cuántas miserias y horrores
habría ahorrado al género humano la
eliminación de ese generador de la sociedad civil. Es humano quien, arrancando
las estacas o cubriendo el hoyo, hubiera gritado a sus semejantes: ‘Guardaos de
escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de
todos y la tierra de nadie!’” (Rousseau, Discours sur l’origine et les
fondements de l’inégalité parmi les hommes, 1755, Segunda parte. (Ed.
Gallimard, “Pléiade”, 1964, p. 156).” Rousseau no propone abolir la propiedad
en todos los sentidos, pero sí denuncia que la apropiación privada de la tierra
fue el origen de la desigualdad, la dominación y la corrupción de la libertad
natural. Esta idea de que la propiedad privada es el punto de partida de la
desigualdad se convirtió luego en un pilar para los comunistas.
En el Contrato Social (1762), Rousseau sostiene que la
verdadera libertad se logra cuando cada individuo se une a todos los demás bajo
la voluntad general. Aquí aparece la noción de que la sociedad debe funcionar
como una comunidad moral y política, por encima de los intereses individuales.
Aunque Rousseau no plantea comunismo económico, su énfasis en la igualdad
política y en la comunidad influyó en quienes pedían también comunidad
material.
Los babeuvistas (seguidores del sacerdote Gracus Babeuf en la Conspiración de los Iguales,
1796) lo leyeron como un precursor de la igualdad radical. En las décadas de
1820–1830, varios círculos que empezaron a llamarse “communistes” citaban a
Rousseau como inspirador moral. Incluso Marx lo reconoce como parte del
iluminismo democrático que antecede al socialismo y comunismo modernos.
Gabriel Bonnot de Mably (1709–1785) afirmó: “La propiedad es funesta para la igualdad de
condiciones y corrompe a los hombres. Es necesario volver a establecer, si es
posible, la comunidad de bienes, o al menos aproximarse a ella todo lo que se
pueda. (Mably, De la législation, ou principes des lois, 1776, Livre II, chap.
Ed. Fayard, 1977, p. 121). Y Denis Diderot (1713–1784) en Encyclopédie,
artículo “Communauté” (1753) “Si todos
los bienes fuesen puestos en común, nadie sería pobre, y nadie sería rico;
todos trabajarían igualmente y la república estaría en paz. (voz “Communauté”
t. 3, p. 481).
Estos textos fueron
muy leídos por Babeuf y los igualitarios de fines del siglo XVIII, y luego
retomados por los comunistas de 1820–1840.
Marx conocía esta tradición y la valoraba como un antecedente ilustrado,
aunque luego la superará con su análisis histórico-materialista.
En Francia, hacia 1785–1790, ya circulaba el adjetivo “communiste”
en escritos de oposición a la propiedad privada, aunque de manera muy marginal.
En la década de 1820 el término se usa en Francia para
referirse a grupos igualitaristas radicales. Por ejemplo, los ya mencionados Babeuf y la “Conspiración
de los Iguales” (1796) fueron retrospectivamente llamados “comunistas”, aunque en su tiempo hablaban de “igualitarismo” y
“comunidad de bienes”.
En 1820–1830 El vocablo “communiste” se empieza a emplear de
manera más estable en Francia, sobre todo en escritos de utopistas y militantes.
En 1834 se crea en París un “Círculo
Comunista” (Cercle des Communistes).
La cuestión de la propiedad
El vocablo “Comunista” designaba ya a quienes proponían que
la propiedad fuera colectiva y no privada. El término empezó a adquirir un
sentido negativo primero como insulto o
estigma desde la prensa liberal y burguesa: “comunistas” eran los que querían
poner todo “en común”, vistos como enemigos del orden, de la familia y de la religión.
Solo después, algunos grupos (como el círculo comunista de París) reivindicaron
el nombre.
Se hablaba de una “comunidad de bienes” (communauté des
biens), retomando ideas que venían desde la Antigüedad (Platón, los primeros
cristianos, los anabaptistas).
El término no estaba necesariamente ligado a un programa
político revolucionario coherente, sino a la igualdad radical. A comienzos del
siglo XIX, en Francia, “comunista” era usado para distinguir a quienes iban más
allá del “socialismo”. Los “socialistas” utópicos (Saint-Simon, Fourier, Owen,
de comienzos y mediados del silgo XIX) buscaban armonizar a la sociedad y
mejorar las condiciones de los trabajadores, pero sin suprimir la propiedad
privada en general. Los “comunistas” eran más radicales: planteaban que la
propiedad privada misma debía abolirse y que todo debía ser compartido.
En 1840 el término ya tiene peso político. El escritor
Étienne Cabet publica “Voyage en Icarie”, proponiendo una sociedad comunista.
En 1847, Marx y Engels fundan la Liga de los Comunistas (Bund der Kommunisten)
en Londres, que encargará el Manifiesto Comunista (1848).
Cuando Marx y Engels fundan la Liga (1847) y escriben el Manifiesto, ya existía
entonces, como vimos, esta tradición del comunismo como “comunidad de bienes
radical” en oposición a los socialistas utópicos. Ellos toman el término y le
dan un sentido científico y revolucionario, ligado a la lucha de clases y al
proletariado.
En el capítulo II del Manifiesto, (“Proletarios y comunistas”)
se dice: “El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad
en general, sino la abolición de la propiedad burguesa. (…)La propiedad privada
actual, la propiedad burguesa, es la última y más completa expresión del modo
de apropiación y de producción basada en los antagonismos de clase, en la
explotación de los unos por los otros.”
Y “Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en
general, sino la abolición de la propiedad burguesa.” Y “La burguesía produce,
ante todo, a sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del
proletariado son igualmente inevitables
Aquí Marx y Engels aclaran explícitamente que no se trata de
eliminar la propiedad de bienes personales (ropa, vivienda de uso, objetos de
consumo), sino la propiedad privada de los medios de producción, que permite
explotar trabajo ajeno.
En la “Crítica del
Programa de Gotha” (1875) Marx, polemizando con el programa de la
socialdemocracia alemana dice claramente: “El trabajo no es la fuente de toda
riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (…) y el trabajo solo
se convierte en fuente de valores de cambio bajo determinadas condiciones
sociales. (…) En la sociedad comunista (…) el derecho nunca puede estar por
encima de la forma económica y el desarrollo cultural de la sociedad. (…) La
propiedad privada de los medios de producción debe ser transformada en
propiedad común”. Aquí aparece otra vez la distinción entre medios de
producción y bienes de consumo: lo que se socializa son las condiciones de
producción, no la vida cotidiana de cada individuo. Marx distingue dos fases: Primera
(socialista): “derecho igual”, donde aún
rige cierta desigualdad ligada a los restos del capitalismo. Segunda, fase superior (comunismo): cuando la
abundancia permite realizar el principio “de cada cual según sus capacidades, a
cada cual según sus necesidades.” El comunismo pleno es un horizonte de largo
plazo, posible solo con un gran desarrollo productivo.
Engels en Principios
del comunismo (1847) Una especie de catecismo revolucionario que antecede al Manifiesto: va
respondiendo a distintas preguntas Pregunta 18: “¿Abolirá el comunismo toda
propiedad en general?” Respuesta: “No; solamente la propiedad actual de la
burguesía, que sirve para explotar al trabajador.” Engels es aún más claro: no
se toca la propiedad personal, sino la propiedad capitalista que genera
explotación.
Plazos
Marx en el “Prefacio
a la Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1859) afirma lo
siguiente: “Una formación social nunca desaparece antes de que se desarrollen
todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella; y nunca aparecen nuevas
y superiores relaciones de producción antes de que las condiciones materiales
para su existencia hayan madurado en el seno mismo de la vieja sociedad.” El
comunismo no llega “cuando se quiera”, sino cuando las fuerzas productivas han
desarrollado suficientemente las condiciones para una nueva forma social. No
fijan plazos: hablan de inevitabilidad histórica, pero no de fechas. Aunque en
1848 parecían estar convencidos de que la revolución proletaria podía estar
cerca, porque veían a Europa sacudida por crisis y revoluciones.
Engels en el Anti-Dühring (1878): “El socialismo es la
sociedad que surge directamente del capitalismo, mientras que el comunismo
pleno solo puede alcanzarse en una etapa más alta.” Engels, como Marx, pensaba
que la transición comenzaría con la toma del poder por la clase obrera en los
países industrializados.
Posteriormente Lenin en “El Estado y la Revolución” (1917) retoma
la fórmula de Marx en la Crítica del Programa de Gotha: Primera fase del
comunismo es el socialismo al que
corresponde la socialización de los medios de producción, dictadura del
proletariado, pero todavía con desigualdades heredadas. Segunda, fase superior,
es el comunismo pleno con desaparición del Estado, abundancia, principio
de a cada cual según sus necesidades.
Lenin enfatiza que no se puede saltar directamente al
comunismo: hay que pasar por una larga etapa socialista. Lenin creía que la
revolución rusa de 1917 era el inicio de la transición, pero siempre pensó que
el socialismo en Rusia solo podría consolidarse si se extendía a los países
industrializados de Europa (Alemania, Inglaterra).El comunismo pleno lo veía
como un objetivo lejano, no inmediato.
Si bien Marx y Engels no fijan fechas hablan de condiciones
objetivas (madurez de las fuerzas productivas, lucha de clases). Imaginaban
que, en los países avanzados, el socialismo
podía ser una perspectiva en ese siglo XIX si las revoluciones europeas triunfaban
a partir de 1848. Creían que el capitalismo había entrado en una crisis
mundial y que el proletariado podía ya convertirse en clase revolucionaria con
la expectativa de la posibilidad cercana
de revolución proletaria en Europa (especialmente Alemania, Francia,
Inglaterra).
En 1871 tiene lugar Comuna de París. Marx y Engels ven en la
Comuna el primer ejemplo de transición posible, pero aún inmadura. La derrota
muestra que la revolución necesita organización internacional.
El resto de los autores marxistas se cuidan en general de
hacer predicciones sobre el tiempo en que habría de avenir un mundo socialista
concentrándose particularmente en episodios revolucionarios nacionales y
sugiriendo que tal estado comunista mundial se iría construyendo a partir de
que se sumaran uno a uno cada uno de los países en los que fuera triunfando la
revolución. Hubo de todos modos oleadas de esperanza de una proximidad de la
revolución mundial como por ejemplo con el triunfo de la Revolución de Octubre,
el fin de la segunda guerra mundial con el triunfo de la URSS sobre el nazismo,
la instauración de los países socialistas de Europa del Este y el surgimiento
de la República Popular China y las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado con
el triunfo de la Revolución Cubana, el triunfo de Vietnam y el auge de los
movimiento de liberación nacional en el llamado “tercer mundo”.
La Competencia
Según Marx y Engels en el capitalismo, la
competencia no es un fenómeno accidental, sino una ley estructural. Cada
capitalista compite con otros para abaratar costos, aumentar productividad,
conquistar mercados. Esa competencia obliga a innovar, pero también lleva a
crisis periódicas (sobreproducción, quiebras, concentración de capital). En el Manifiesto
se considera que la competencia es la
fuerza que impulsa a la burguesía a revolucionar constantemente los medios de
producción. En el Capital (1867) Marx muestra que la competencia entre
capitales lleva a la centralización y concentración, preparando el terreno para
que la producción sea social pero apropiada privadamente. En síntesis: la
competencia es la “mano visible” que disciplina a cada capitalista, pero su
resultado histórico es el monopolio y la socialización de la producción,
contradiciendo la base privada y Engels sostienen que una vez abolida la
propiedad privada de los medios de producción, la producción se organiza de
manera planificada y cooperativa, no competitiva. Habría aunque sea en términos
generales superación
de la competencia en el comunismo.
En
el Anti-Dühring Engels afirma: “Con la
toma de posesión de los medios de producción por la sociedad, cesa la
producción de mercancías y, con ella, el dominio del producto sobre los
productores. La anarquía dentro de la producción social se reemplaza por la
organización consciente.” El comunismo, entonces, significaría sustituir la competencia
generalizada del capitalismo por la cooperación planificada, lo que permite que
la economía responda a necesidades y no a ganancias.
Lenin observa que bajo el socialismo, en
la “primera fase del comunismo”, todavía subsisten restos de la competencia
capitalista (pequeña producción, diferencias urbanas-rurales).En “El Estado y
la Revolución” plantea que el Estado Obrero
debe organizar la producción como una gran empresa única, eliminando la competencia
anárquica entre capitales. Pero en
la década de 1920, ya Lenin en el poder, reconoce que Rusia está
atrasada, que solo puede construir los primeros pasos del socialismo y formula
la NEP (Nueva Política Económica) como medida transitoria En la práctica, con
la NEP (1921), reconoce que cierta competencia controlada (pequeños
productores, campesinos) debía coexistir temporalmente para reconstruir la
economía, hasta que la industria y la planificación pudieran absorberlos En ese
entonces la expectativa radicaba
en que el comunismo en un solo país era
inviable y que habría de extenderse
internacionalmente
En los primeros años (1917–1921) de la Revolución de Octubre, Lenin y los
bolcheviques intentaron abolir la competencia capitalista mediante la nacionalización de la gran industria, el monopolio
estatal del comercio exterior y la socialización de los bancos. Durante la
Guerra Civil (1918–1921) el “comunismo de guerra” suprimió casi todo mercado.
El resultado fue la caída productiva, el
hambre y el caos, porque el Estado todavía
no podía planificar eficazmente, por ello con la NEP (1921–1928). Lenin
reconoce que no se podía eliminar toda competencia inmediatamente. Con la Nueva
Política Económica (NEP) se permitió a campesinos y pequeños comerciantes
competir en mercados locales. La gran industria y la banca quedaron en manos del
Estado. Había entonces una competencia controlada, coexistiendo con sectores
estatales en los que regía la planificación.
Pero además Lenin
llegó a afirmar: “Si no tenemos la fuerza para extraer el carbón de nuestras
minas, es preferible entregarlo en concesión a capitalistas extranjeros, en
lugar de dejarlo bajo tierra sin utilizar, porque el proletariado ruso no puede
vivir sin carbón y sin petróleo.”(Lenin, Informe sobre la utilización de la
tierra y sobre las concesiones, Obras Completas, t. 42, ed. rusa; en español,
Editorial Progreso, Moscú, 1981, p. 189-190).
En el mismo discurso aclaraba que: Las concesiones eran
temporales y bajo control estatal. El objetivo era aprender la técnica moderna
y obtener ingresos inmediatos en recursos que la economía soviética no podía
explotar sola. Era una medida táctica, subordinada a la construcción socialista
Con Stalin y los Planes Quinquenales (desde 1928) se
eliminan casi todos los espacios de mercado y competencia privada. La economía
se organiza por planificación central a través de Gosplan. Entre empresas
estatales no había competencia en precios o mercados: todas cumplían cuotas
fijadas desde arriba. Sin embargo, existía una competencia indirecta: Las empresas
y directores competían por cumplir o superar planes. Esa competencia no era
mercantil, sino burocrática: premios, ascensos o castigos.
En 1935 Alekséi
Stajánov, minero de carbón en Donbass, batió un récord extrayendo más de 100
toneladas de carbón en una sola jornada, supuestamente 14 veces la norma. La
prensa soviética presentó este hecho como símbolo de la capacidad del
trabajador soviético para superar los límites de productividad gracias al
entusiasmo socialista (emulación).
Se impulsaba que los obreros aprendieran técnicas más
eficientes, reorganizaran el trabajo y usaran mejor la maquinaria. El mensaje
era que con dedicación y conciencia socialista se podía multiplicar la
productividad. El “stajanovismo” no fue solo técnico, sino un movimiento de
propaganda: mostraba que el socialismo podía superar al capitalismo en
productividad. El “stajanovista” era presentado como héroe del trabajo, modelo
a seguir.
Se organizaban “competencias stajanovistas” en fábricas y
minas. Los trabajadores que superaban metas recibían premios, medallas y
prestigio social. Ello generaba una presión enorme sobre los trabajadores
comunes, acusados de “rezagados” si no alcanzaban las cifras.
Con el tiempo, se convirtió más en una campaña
propagandística que en una verdadera innovación productiva. Fue una respuesta
soviética a la cuestión de la competencia: sustituir la competencia capitalista
por una “emulación” socialista, orientada al plan y al prestigio colectivo. Sirvió
para consolidar la figura del “héroe del trabajo socialista”, que luego se usó
hasta la posguerra. También reveló tensiones, entusiasmo real en algunos casos,
pero también burocratización y coerción.
Con las reformas posteriores (Jruschov, Kosygin,
1960s–1980s), se intentó introducir ciertos incentivos competitivos: las empresas
podían retener parte de las ganancias si superaban objetivos. Se buscaba
estimular eficiencia, ya que se comenzó a entender que la planificación rígida generaba ineficiencia
y despilfarro. Sin embargo, no era una competencia de mercado plena, sino una mezcla
de planificación central más incentivos
cuasi-competitivos.
En la Crisis final (1980s) bajo Gorbachov (Perestroika), se
reintrodujo competencia real de mercado en algunos sectores. Esto debilitó el
control central y abrió el camino a la privatización masiva de los 1990s. El
resultado fue la restauración del
capitalismo en Rusia y desaparición de la URSS (1991).
La cuestión de la competencia, entonces, ha sido siempre una cuestión compleja para los comunistas Si bien el fenómeno de la URSS desmintió por algún tiempo, antes de la
guerra, y, por otro tiempo, después de
esta que aun sin un rol demasiado
visible de competencia se podía desarrollar asombrosamente un país, con el correr del tiempo y los hechos a vista puede decirse que quedó
demostrado que, entre otras cosas, sin
imprimir una cuota importante de
economía de mercado (y por lo tanto competitiva) en la economía socialista era imposible subsistir en un mundo
capitalista.
Por otro lado el capitalismo y toda la era de la violencia y
la lucha de clases y la guerra, que ya
por denominación implica competencia extrema, ha logrado precisamente gracias a
esa competencia, en muchos caso brutal y genocida, el desarrollo científico técnico de la
humanidad que en cierto aspecto podría considerarse como un “triunfo” de esta sobre la naturaleza.
Claro que no puede evitarse advertir la
paradoja de que ese propio desarrollo se está volviendo contra la misma humanidad como una “venganza de la naturaleza”. De ello
hablaremos más adelante. Pero es innegable que los avances en la medicina, la educación, la comunicación,
la construcción, la industria
alimentaria etc. constituyen logros irrenunciables para el género humano actual
y todo ello se alcanzó en una larga época de (y ¿gracias? a) la competencia
violenta.
La “virtud” de algún grado de competencia, en términos
generales, puede evocarse a partir de un ejemplo trágico y contradictorio de la
competencia bélica capitalista.
Si se repara en el
impacto de la penicilina descubierta por Alexander Fleming (1928) y su uso
masivo a partir de 1941–43 en que antes
de los antibióticos las infecciones como neumonía, sepsis, sífilis, gonorrea o
infecciones posquirúrgicas tenían altísima mortalidad se debe concluir que aproximadamente desde 1940 hasta hoy, los
antibióticos (liderados por la penicilina) han salvado cientos de millones de
vidas. Un estudio de la WHO (2016) estimó que solo los antibióticos para
infecciones respiratorias han salvado más de 200 millones de vidas desde mediados
del siglo XX. Algunos historiadores médicos proyectan que la penicilina y sus
derivados podrían haber salvado 400–500 millones de personas en todo el mundo a
lo largo de un siglo.
Alexander Fleming sirvió en hospitales militares durante la
Primera Guerra Mundial, y vio cómo muchos soldados heridos morían no
necesariamente por la herida en sí, sino por infecciones subsecuentes graves,
sepsis, gangrena, etc. En 1917 Fleming publicó un artículo en The Lancet
relativo al uso de antisépticos y cómo, en muchos casos, estos empeoraban las
infecciones profundas, porque no llegaban a las bacterias anaerobias en lo
profundo de la herida, y destruían también tejidos beneficiosos que podrían
estar ayudando. (American Chemical Society)
En la Segunda Guerra Mundial, hubo una demanda muy fuerte de antibióticos
útiles para tratar heridas infectadas, gangrena gaseosa, infecciones de heridas
de guerra, etc. Eso sí aceleró la producción masiva de penicilina. Así que:
puede decirse que la PGM expuso el problema brutalmente, lo que influyó en las
preocupaciones médicas y la SGM generalizó y perfeccionó su uso masivo.
Hasta el día de hoy
los conflictos y particularmente los
conflictos armados han “servido” para el desarrollo tecnológico, bioquímico y
médico que terminaron aportando grandes soluciones a los problemas
de la humanidad en tiempos de paz. Si
estos desarrollos hubieran tenido lugar igualmente sin la mediación de los
conflictos en cuyos contextos surgieron
es una reflexión contrafáctica
que no puede tenerse en cuenta porque además habría que plantearse la
pregunta acerca de en cuánto tiempo se habrían desarrollados tales avances científicos si el conflicto no hubiera
existido. Otro ejemplo trágico es el del desarrollo nuclear.
Es decir que la cuestión de la competencia no es algo que se
pueda resolverse así sin más presuponiendo su reemplazo “in totum” por una
cooperación absoluta que solo ha tenido
lugar en tiempos que el ser humano viva en muy pequeñas comunidades
aisladas con muy baja productividad y sin
tener del todo conciencia de su individualidad
sino más bien se sentía como parte inescindible del grupo.
Sin embargo si se observan singulares procesos socialistas
actuales como es el caso paradigmático del “socialismo con peculiaridades
chinas” se puede advertir con claridad como un proyecto socialista sin perder
su esencia se puede servir de la competencia y del mercado de formato
capitalista para conseguir las metas socialistas de elevar el nivel de vida de
toda la población a la vez que se evita
la formación de una clase burguesa como tal que pueda poner en peligro la
conducción del proceso revolucionario por parte del partido comunista. Por
supuesto la República Popular no avanza en un lecho de rosas sino en el camino
peligroso y hostil de un mundo todavía dominado por el capitalismo por lo que
no se puede aún advertir el desarrollo de la construcción plena de su
socialismo pero en la medida en que la crisis del capitalismo se profundice y
se quiebre el espinazo de su estrategia de dominio mundial todo indica que el
avance a un socialismo integral y el comienzo de un nuevo sistema mundial
en un estado de paz global y la
estructuración de una comunidad de naciones con destino compartido será
finalmente posible. (Xi Jinping dixit)
La cuestión de la lucha de clases y la dictadura del
proletariado
El planteo de Marx Engels Lenin y demás teóricos del
marxismo en cuanto a la inevitabilidad de la dictadura del proletariado para
hacer posible la sociedad socialista y a partir de allí “construir “el comunismo
no se basa en ninguna intrínseca tendencia a la violencia o resentimiento vengativo ni afirma que el comunismo que propalan incluya una competencia entre los seres humanos igual o peor que la
del capitalismo. El problema de la idea comunista es que nace y se termina de
desarrollar en un ambiente que le es totalmente hostil Casi
todo el mundo estaba fuertemente influenciado por el capitalismo
en el nacimiento del marxismo y
más aún el capitalismo todavía se iba desarrollando hacia un capitalismo
más fuerte y extendido y ni bien
aparecieron las ideas comunistas y socialistas ,aun antes de Marx y Engels, la
reacción de las clases dominantes que se
iban transformando en los líderes del capitalismo sobreviniente al
feudalismo fue brutal. Los disidentes comunistas fueron primero tildados de herejes
y luego claramente de enemigos políticos a los que había que destruir. La
comprensión de los primeros revolucionarios y luego de los
marxistas de que la actitud
cristiana de poner la otra mejilla no hacía más que hacerle el juego a los
intereses de los poderosos llevó a determinar la lucha revolucionaria y la
dictadura del proletariado una vez que se accediera al poder político como
parte inescindible del proceso al nuevo mundo que se auguraba pero ello nunca implicó una dictadura
impuesta contra la mayoría del pueblo .De hecho Engels escribió “¿quieren saber
que es la dictadura del proletariado?
pues la Comuna de Paris es la
dictadura del proletariado” Lo mismo pasó con los países en los que triunfaron
las revoluciones socialistas en el siglo
XX desde sus nacimientos tanto la URSS como al República Popular China como los Países del Pacto de Varsovia, Cuba, Vietnam y Corea del norte por ejemplo fueron
rodeados atacados, infiltrados,
boicoteados y, finalmente, en los casos de la URSS y en la China incluso anterior a 1949, en la que se
desarrollaba la revolución marxista invasiones feroces (recordar las amenazas de
invasión con la colaboración de los ejércitos “blancos ni bien asumido el poder
por los bolcheviques y la preparación de
la invasión mortífera desde el surgimiento del nazismo, que finalmente tuvo
lugar, y en China la masacre por parte del Kuomingtang de Chian Kaisek en 1927
en Shangai y la masacre de los japoneses en Nankin en 1937 que preanunciaban cual sería el grado
de agresión si los comunistas llegaban al poder).
Además del
aislamiento diplomático y de la espera pasiva de un colapso interno, las
potencias occidentales desplegaron acciones más activas contra la URSS en los
años 1920 y 1930, que incluyeron espionaje, sabotaje y operaciones encubiertas.
Previamente intervención y sabotaje en la Guerra Civil (1918–1921) en la que las potencias aliadas (Reino Unido, Francia,
EE. UU., Japón) no solo enviaron tropas, sino también armamento, asesores y
recursos logísticos a las fuerzas “blancas”. Se organizaron redes para sabotear
el transporte y la producción en zonas controladas por los bolcheviques. Hubo
intentos de fomentar revueltas internas, especialmente en Ucrania, el Cáucaso y
Asia Central, donde se apoyó a nacionalistas y contrarrevolucionarios.
En la década de 1920
hubo espionaje sistemático A medida que
la URSS sobrevivió y se consolidó, las potencias occidentales desplegaron redes
de espionaje en Moscú, Leningrado y otras ciudades clave. Los objetivos eran vigilar
la política exterior y las actividades de la Komintern, obtener información
sobre la modernización militar soviética y medir la capacidad industrial del
país. Los servicios de inteligencia británicos (MI6), franceses y estadounidenses
reclutaron exiliados rusos y usaron la cobertura de sus embajadas y
delegaciones comerciales. Se continuó con el sabotaje industrial y fronterizo
en la década de 1930. Con la
industrialización acelerada de Stalin (vital para enfrentar la masiva invasión
que se preparaba para destruir totalmente a la URSS), se realizaron acciones de sabotaje en fábricas, minas y
ferrocarriles organizadas por redes de emigrados blancos con apoyo extranjero.
Se documentan intentos de infiltrar ingenieros y técnicos
extranjeros que, trabajando en proyectos industriales, servían como informantes
para sus gobiernos. En las fronteras (Polonia, Rumania, Finlandia, Manchuria),
los servicios secretos fomentaban grupos armados clandestinos y operaciones de
inteligencia contra objetivos soviéticos.
Además de espionaje,
hubo una forma de “sabotaje indirecto” el financiamiento a organizaciones
anticomunistas en Europa. Campañas de prensa para desacreditar la viabilidad económica
del sistema soviético y el uso de exiliados rusos como focos de oposición
política y cultural.
Es decir que hubo espionaje y sabotaje patrocinado o tolerado
por potencias occidentales, especialmente en los 1920.En los 1930, la atención
de los servicios secretos occidentales se dividió entre vigilar a la URSS y al
ascenso del nazismo pero en el caso de este último no para frenarlo sino para
orientar su agresividad hacia el Este y particularmente hacia la URSS ( prueba
final de ello fue el Acuerdo de Munich entre Hitler, Neville Chamberlain,
Edouard Daladier y Benito Mussolini en
1938 que entre otras cosas “cedía” a Alemania una parte de Checoslovaquia que
ni siquiera era parte del acuerdo. La agresión nazi contra la URSS (1941/45) causó contando bajas militares y civiles y muertos
posteriormente a la invasión pero como causa
directa de ella más de treinta millones
de víctimas. Fue en términos absolutos la mayor masacre (muertos por agresión
intencional) del ser humano contra el
ser humano en toda la historia de la
humanidad. Y si la invasión hubiera triunfado no es exagerado especular que los
muertos podrían haber llegado a ser el doble o más aun ya que la intención nazi
era exterminar y esclavizar a una raza (eslava) que consideraban como inferior.
Estos números son los que dan el marco interpretativo de los riesgos que corría
la URSS para mantener el socialismo que
le legara la Revolución de 1917.
En cuanto a la República Popular China surgida en 1949 de la mano de Mao, la mayoría
de los países occidentales no reconoció a la RPC como gobierno legítimo de
China. La agresión más contundente y
evidente fue nada menos que la Guerra de
Corea (1950–1953 en la que China se vio
obligada a intervenir directamente
contra fuerzas de EE. UU. y la ONU sufriendo innumerables bajas, entre ellas la
del propio hijo de Mao. El conflicto reforzó el aislamiento y la visión de
China como “enemigo”.
Inmediatamente EE. UU. firmó en 1954 un tratado de defensa
con el régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán, instalando la VII Flota para
disuadir un ataque chino. Hubo crisis militares en 1954–55 y 1958 por los
bombardeos de islas costeras. Y hubo apoyo occidental a movimientos
anticomunistas en Asia, con el fin de contener la influencia china (Vietnam,
Tíbet en 1959 con apoyo de la CIA al exilio tibetano).
En la ONU, el asiento de China fue ocupado por la República
de China (Taiwán) hasta 1971 para mantener a la RPC fuera de la diplomacia
internacional
Washington impulsó un embargo comercial total contra la RPC
(1950), incluyendo bienes industriales, maquinaria pesada y tecnologías
estratégicas y se presionó a aliados (Japón, Europa Occidental) para que limitaran
el comercio con Pekín. El resultado fue el aislamiento económico, que forzó a
China a depender casi exclusivamente de la URSS durante los años 1950.
El “Coordinating Committee for Multilateral Export Controls
(CoCom)”, creado en 1949, prohibía a países occidentales exportar productos de
alta tecnología a China y a otros países socialistas.
La RPC fue presentada en Occidente como un régimen
“totalitario y expansionista” y hubo un boicot a publicaciones y circulación de
académicos chinos en conferencias internacionales.
Se intentó la invasión de Cuba en Bahía de Cochinos en 1961. Hubo
infiltraciones, espionaje y boicot permanente
e intentos de magnicidio contra Fidel Castro también en forma permanente y conspiraciones
desde el exilio cubano en Miami en coordinación con la CIA y se sometió a la isla a un bloqueo mortífero
que dura hasta nuestros días. Y el
Vietnam del Norte socialista tuvo que soportar una guerra despiadada por parte de EE UU y Vietnam del Sur
(1965-73) en la que sufrió más de un
millón de combatientes muertos y
alrededor de 200.000 muertos por los bombardeos norteamericanos a objetivos
civiles. La lista continúa incluso respecto de aquello movimientos populares y
de liberación nacional que durante el S XX intentaron virar hacia el socialismo,
la mayoría de los cuales terminaron derrotados y reemplazados por, ahora sí,
verdaderas dictaduras antipopulares contrarias
a los deseos y necesidades de la mayoría de las poblaciones que
reinstauraron inmediatamente la explotación capitalista e imperialista.
Pero un ejemplo paradigmático de la inevitabilidad de la dictadura del
proletariado para la defensa de un país
que decide por mayoría construir el socialismo fue el caso del Chile de
Salvador Allende en donde una coalición de socialistas y
comunistas a partir del triunfo electoral inició la construcción del socialismo
y fue derrocado casi inmediatamente por un golpe confesado abiertamente como orquestado
por la CIA en 1973. Otras repúblicas
democráticas que sufrieron cruentos
golpes militares por parte de militares que se constituyeron en sangrientas de
dictaduras fueron los caso de la República del Portugal (1926) y la Republica
Española (1939).
Es decir que el comunismo desde que empezó a manifestarse
como acción revolucionaria de grupos disidentes del cristianismo hasta las
revoluciones que lograron la conquista del poder en diferentes países durante el siglo XX estuvo sometido a la agresión
feroz con fines de ser eliminado de la
faz de la tierra lo que confirmó que la dictadura del proletariado era
inevitable y tal forma de gobierno dura,
y en algunos caso de alta represión interna, debe considerarse en el marco de
una situación de guerra latente o manifiesta
en forma permanente por parte de un adversario potencialmente mayor en recurso bélicos . Especular sobre el grado de represividad de
estas defensas internas y externas
inevitables de los países
socialistas desde el siglo XXI puede llevar a descontextualizar las apreciaciones
y a juicios contrafácticos que no son
serios para hacer un análisis profundo verdadero.
Todo ello explica la imprescindibilidad de una defensa
férrea de la revolución donde esta había alcanzado el poder y una lucha de clases también en muchos casos
violenta donde no se lo había alcanzado todavía Pero no niega de ninguna manera
la esencia pacífica, verdaderamente democrática , cooperativa y finalmente
comunista del movimiento que llevó a cabo estas revoluciones, ni de las fuerzas
que luchan hoy por el socialismo y contra el capitalismo.
Es decir que el ideario comunista de paz y confraternidad, cooperación y comunitarismo, tanto a nivel local como universal, no es que haya
sido falaz o contradictorio a partir de
las medidas extremas ( y en algunos casos realmente luctuosas) que se tomaron
desde la lucha por la toma del poder y aquellas que tomaron las revoluciones cuando accedieron al poder, sino que estas luchas y proyectos necesitaron armarse
y “blindarse” a toda costa con la dictadura
del proletariado ( es decir una dictadura de partidos que defendían los
intereses de las mayorías populares)
ante los feroces ataques. Incluso ello inspiró frases poéticas como la Raúl Gonzáles
Tuñón acerca de la “Rosa Blindada”.
Debe hacerse un pequeño apartado respecto de algunos
regímenes dictatoriales que han contado con el apoyo de grandes masas de la
población al menos por un tiempo. Es preciso porque estos ejemplos se usan muy
a menudo para desprestigiar el concepto legítimo de dictadura del proletariado. Estos son los del fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler que
accedieron a través de mecanismos institucionales al poder respectivamente en
1922 y 1933, enarbolando proyectos claramente dictatoriales que
empezaron a implementar inmediatamente
incluso con apoyo popular. Pero estos caso puntuales son en
realidad proceso construidos por los
países imperialistas para evitar el comunismo y para ser lanzados contra los
países socialistas específicamente la
URSS ante la desesperación del
capitalismo por la sustentabilidad y el desarrollo que el socialismo estaba demostrando al mundo, ganando cada vez más influencia ideológica
sobre los pueblos de los países capitalistas. Tanto Italia como Alemania eran
países capitalistas industrializados que venían rezagados respecto de sus pares
europeos y de los EEUU de Norteamérica,
esto generaba en las burguesías
industriales de los mismos un resentimiento y una desesperación por vencer a la
competencia de aquellos que no los dejaban
desarrollar sus ambiciones económicas. Por ello apelaron a desarrollar en las
masas que venían sufriendo una espantosa crisis económica especialmente a
partir de 1929, un sentimiento nacionalista furioso y crearon chivos
expiatorios en minorías raciales pero, especialmente, en el comunismo ya que en sus planes estaba desde el
inicio la expansión hacia la Unión Soviética al tener muy dificultado el camino
hacia la colonización del tercer mundo en manos de las potencias ganadoras en
la carrera imperialista particularmente el Imperio Británico.
Esto, como ya se sabe, fue una experiencia única acotada y
que terminó en una guerra desastrosa de la que estos países salieron literalmente
destruidos y debieron someterse a los
planes estratégicos del imperialismo norteamericano contra el socialismo de URSS, las
democracias populares de Europa del Este
y la República Popular China, en la denominada guerra fría. Nada que ver
con la dictadura del proletariado o precisamente todo lo contrario. Estas dictaduras
fascistas no salieron de los marcos del capitalismo ni del imperialismo fueron
comandadas por los intereses de las
grandes burguesías nacionales de Italia y Alemania (Fiat, Edison, Ansaldo, llva,
Krupp, Siemens, Thyssen etc.) para logar
sus objetivos expansionistas y poderle ganar la competencia a las burguesía imperialistas
de Inglaterra Francia y los EEUU y no
dudaron en sacrificar a sus pueblos en
una guerra de agresión y exterminio de
la que todavía quedan secuelas. Es cierto que este “keynesianismo” militar trajo brevemente alguna mejora, al principio,
pero al no ser una industrialización real generadora de divisas sino dependiente de
un conflicto altamente destructivo terminó en un desastre cuya primer y única
victima fueron los pueblos de esos países. De ninguna manera puede esto ser
comparado con la dictadura del proletariado del socialismo realmente existente
en el S XX, cuya expresión política y objetivos fueron exactamente los
contrarios.
Pero entonces: ¿Es posible el comunismo?
En el siglo XXI las cosas han cambiado mucho, principalmente
por la crisis terminal del “Occidente” capitalista.
Aquí vale volver brevemente sobre algo que hemos sostenido a
en trabajos anteriores (“El sujeto histórico en la globalización”). Si el
capitalismo ha “evolucionado en etapas “ el sujeto histórico clase obrera
también ha evolucionado en sus formas estratégicas de lucha, y, lo que fue la lucha directa de campesinos y obreros contra burgueses y
capitalistas entre los siglos 1300 al 1800, se transformó dialécticamente en el S XX en un enfrentamiento entre el capitalismo en vigoroso
desarrollo contra los países socialistas,
la clase obrera de los países capitalistas desarrollados y los movimientos de
liberación nacional de los países ex coloniales y subdesarrollados .
Ello tenía que volver
a cambiar, dialécticamente, en el SXXI, frente al cambio del capitalismo
industrial al capitalismo financiero en su tercera (y última) fase. Así
que hoy la estrategia de la clase obrera tiene una expresión más compleja,
aunque siga siendo la misma estrategia
de lucha por el socialismo y hacia el comunismo y sigua necesitando formas
gobiernos socialistas y populares
alertas y vigilantes y sigua implicando la lucha de masas y de los partidos
verdaderamente socialistas y comunistas
por el acceso al poder político.
El régimen político
de la República Popular China y de su partido comunista no puede abandonar
definitivamente formas de lo que podría llamare una democracia
alerta y vigilante (forma actual de la dictadura del proletariado en un país socialista del siglo XXI).
Democracia en cuanto los intereses de las grandes mayorías son la preocupación
principal del gobierno y eso se manifiesta claramente en los hechos y en la aprobación
de las grandes mayorías del pueblo chino sobre la gestión del partido y el
gobierno. Y vigilante y alerta en tanto
China y su red de alianzas políticas y
económicas están siendo a todas luces
acechadas por el capitalismo occidental decadente. Cuba sigue siendo aislada y
boicoteada y los países amigos de ella y de China son asediados .Esto es lo que
hay que tener en cuenta cuando se habla hoy de camino al socialismo y al
comunismo. Es un camino lleno de espinas en el que las formas actuales de lucha
de clases y dictadura del proletariado, aunque se expresen de forma muy distintas a las del
siglo XX, son todavía, en muchos casos necesarias.
Es decir que en
cuanto al socialismo y al comunismo, a pesar de los zarpazos de un sistema en
vías de extinción, como lo es el
capitalismo, las circunstancias son
totalmente distintas a las del siglo XX
y las oportunidades mucho mayores.
Las luchas de la clase obrera y los pueblos ya no
son para acceder al poder revolucionariamente e instaurar la propiedad estatal de
todos los medios de producción (al
menos no en forma inmediata) sino principalmente para que la crisis del capitalismo la paguen
los ricos y no las mayorías populares y para,
desde el poder político, buscar las integraciones internacionales para su
desarrollo. No tienen hoy, como
estrategia principal para su liberación nacional y acceso al socialismo la lucha armada, sino la búsqueda de
articulaciones económicas con proyectos virtuosos para su desarrollo
como los BRICS, la Franja y la Ruta, la
Asociación de Cooperación de Shangai y otras mediante las que eviten caer en
las redes del poder financiero parasitario global y se sumen a una
multipolaridad en la que han de encontrar las claves para su imprescindible
desarrollo, lo que les dará cada vez más poder a la clase obrera y a los pueblos de esos
países para conseguir el éxito
definitivo en las pujas distributivas locales
.
Insistimos en que la coyuntura de violencias y guerras
actuales puede hacer caer en la
convicción de que no se puede avanzar hacia un nuevo mundo, que ello es una
utopía irrealizable y una gran ingenuidad,
pero hay que tener en cuenta que
todas esas manifestaciones de violencia son síntomas de la decadencia y desesperación
del capitalismo senil, parasitario y final.
En la medida que la crisis se profundice, las naves insignias de este capitalismo
decadente, como particularmente EEUU, se
verán obligadas a, aceptar primero, la multipolaridad y, más adelante, con la propia crisis
pronunciada y las luchas de las clases obrera y las masa populares, a someterse
a acuerdos que traigan definitivamente la paz
y las treguas políticas ( y militares) a nivel internacional y a enfrentar las
grandes presiones internas que surgirán en torno a la reducción de la
desigualdad y la reducción de la pobreza a nivel interno.
Además hay una cuestión material que se impone como
necesidad imperiosa para el acuerdo y la colaboración de todos los países del
mundo aunque estén enfrentados (y que
por lo tanto debe ser aprovecharse para ir dejando atrás la era de la violencia
y las guerras) cual es la cuestión de la defensa
ecológica del planeta, circunstancia
que evidencia un interés común inevitable de toda la humanidad. Habrá. Necesariamente,
que hacer de este peligro virtud (lo
contrario sería suicida) y al ser un problema de imposible solución sin acuerdo
internacional general o al menos de los grandes países productores industriales, ello debería llevar, más temprano que tarde (teniendo
en cuenta las manifestaciones cada vez más violentas de las catástrofes climáticas)
a la detente armamentista y belicista y
a finalizar con las competencias agresivas
y estimular la cooperación y la complementariedad. Y a un replanteo mundial
coordinado de las pautas de consumo superfluo que incluya simultáneamente la
eliminación de la pobreza. Es decir ir hacia el ascenso o descenso ( según se
esté del lado de los pobres o de los ricos y muy acomodados) a un nivel social “modestamente
acomodado” que incluya a los ocho mil millones de seres humanos que habitan el
planeta dentro de un nivel de consumo que no implique la necesidad de la
destrucción del mismo. No falta ucho para que aparezca esta necesidad como
emergencia.
Tal circunstancia y el desarrollo impetuoso de nuevas formas
político-económico-sociales como las de la República Popular China que, sin
eliminar un importante grado de competencia y de mercado, se mantiene firmes en
la defensa del bien común, los intereses de su pueblo y de su clase obrera y
bregan por la paz universal y la comunidad de naciones con destino compartido,
debería hacernos ver que la idea del socialismo ( y posteriormente el
comunismo) mundial en términos reales y
no utópicos es realizable.
El comunismo marxista
nunca logró implementarse realmente
hasta ahora. Los países llamados
comunistas eran en realidad lo que se llamó parte del “socialismo realmente
existente” o en algunos casos, con intención despectiva respecto de sus
pretensiones anticapitalistas,
“capitalismo de estado”. Los partidos comunistas llevan ese nombre indicativo
del sentido último de la finalidad de su lucha política pero ninguno pretende
la construcción inmediata de una sociedad
que pueda llamarse comunista de forma inmediata, ya que tampoco está
claro en demasiado detalle cómo sería,
sino que lo que muestra hasta ahora la realidad
es que, aun llegando al poder un partido o movimiento revolucionario, con correlaciones de fuerzas políticas favorables,
solo podría pretender ir construyendo un
nuevo sistema desde las contradicciones
de la crisis del capitalismo local hacia
un socialismo con cada vez mayor intervención
estatal. Sobre todo en el contexto global actual donde nadie puede
avanzar demasiado en soledad sino que su
desarrollo y sus formas de organización socio política están, cada vez más,
vinculadas a sus alianzas globales y regionales
y a su desarrollo en el marco de estas.
Lo cierto es que Marx
y Engels, e incluso de Lenin y otros autores marxistas de la época, no podían
hacer hipótesis, ni siquiera aproximadas, sobre el grupo humano verdaderamente
primitivo existentes durante el
paleolítico medio o incluso antes. Sus reflexiones sobre el “comunismo
primitivo” nunca fueron demasiado extensas ni profundas y en general se refirieron
a las tribus que había habitado Europa
durante el Imperio Romano y a las que habitaban los EEUU, que eran
tribus ya guerreras en las que ya habían empezado a surgir
relaciones jerárquicas, e incluso de propiedad,
entre ellas la de la “superioridad”
del hombre sobre la mujer.
Hoy a la luz de los avances antropológicos y arqueológicos
podemos ensayar hipótesis más complejas que nos permiten explicar la esencia de
tal comunismo primitivo y cuáles fueron
los motivos de su desaparición.
Desde una dialéctica hegeliano marxista se podría decir que
sí hubo, al principio, un comunismo primitivo
sin espacio para ninguna grado más que superficial de competencia u
oposición y sin un claro sentido de
individualidad y otredad. Este fue
negado por el largo proceso del inicio de las guerra ( aproximadamente 100000
años atrás??? ) con el aumento de la densidad y las disputas por los
territorios para la caza y la
recolección, en que esta forma de competencia máxima atravesó todo el tejido social haciendo
aparecer al hombre actual, con claro
sentido de su individualidad, y de la
del otro (otredad) como amenaza y por lo
tanto alguien con quien debe competir. A ello lo denominamos como Era de la
Violencia y comprendería a las guerras tribales, a los estados despóticos esclavistas y
feudales (dominación directa) y al mismo capitalismo. Y si esto fue así no solo
puede sino que debería sobrevenir (a
partir de la propia lucha del ser humano por su liberación definitiva una tercera Era que niegue dialécticamente
las dos anteriores (negación de la negación)
que sería la de un comunismo pero
obviamente ya no primitivo sino complejo
en el que los valores comunitarios predominen aunque exista
irreversiblemente ya conciencia plena de
la individualidad y de la otredad las que deberían reformularse para insertarse
dentro del marco de lo común.
Es decir que lo que constituyó al ser humano actual fue la
violencia guerrera que lo transformó en individuo diferenciado de otro y por lo
tanto competitivo con él en la
batalla y hacia el interior de la tribu
por los cargos jerárquicos. Luego vinieron otras formas de organización social en las que los hombres libres y los señores
también competían afanosamente entre si
y, además, se continuó con la guerra en gran escala. Ya en el
capitalismo la competencia fue
prácticamente el motor del gran desarrollo productivo y social jamás
visto antes y en un periodo comparativamente mucho menor y
la violencia recayó y recae sobre el trabajo productor de valor pero además con explotación de los países capitalistas
desarrollados sobre los subdesarrollados
y de los grupos financieros
parasitando a todo el mundo productivo. Por supuesto las guerras continuaron.
Es decir esta segunda Era por llamarla de alguna manera que
incluye el “modo de producción de la guerra”, el modo antiguo y el moderno capitalista, que denominamos Era de la violencia, la
guerra y la explotación y la
competencia vinieron a negar la paz
comunitaria (pero primitiva y cuasi inconsciente de la individualidad).
Entonces ¿no deberá sobrevenir,
en términos de la lógica dialéctica
aplicada a la historia humana, una negación de la negación. Es decir algo que supere las tensión entre estas Eras
contradictorias y las sintetice?
Y ¿qué querría decir sintetizar la no violencia inconsciente
con la violencia consciente? Tal vez en un equilibrio entre cierto grado de
competencia no letal ni injuriante en el
marco de una normatividad expresada en términos de voluntad mundial general en
la que se respete permanentemente la equidad general sin suprimir el esfuerzo
competitivo virtuoso, creativo e impulsor del desarrollo, desplazando definitivamente las guerras, los crímenes,
la explotación del ser humano y diferencias sociales injuriantes.
SI esto se comprende así estaríamos autorizados a considerar
ciertas experiencias del presente que aunque en forma muy incipiente todavía
son como indicativas de ese camino
Esto, en términos de las estrategias de los partidos y
organizaciones que tengan como objetivo el comunismo, se traduce en el hecho de que la lucha de clases más
allá de las, en muchos casos muy distintas coyunturas locales, debería orientarse
hacia una “lucha dentro de los marcos institucionales locales e internacionales
actuales ( aguantando la contradicción interna de esta unidad ) por la paz mundial
por la paz por las alianzas cooperativas productiva comerciales regionales y
globales, por la vigencia de democracias
verdaderas, contra la corrupción y por la equidad y particularmente por la
defensa ecológica del planeta. Es decir que esta sería la forma de la lucha de
clases en nuestros días. Todo ello de lograrse cerraría el espacio vital para
las actividades criminales de gran escala y luego consecuentemente también las
de mediana y baja escala.
Fácil es decirlo pero, sin negar las inevitables resistencias a las injusticias
y contra las agresiones a las
que todavía están sometidos muchos pueblos del mundo, de alguna manera la
formulación en blanco sobre negro de estas ideas para el debate sin duda habrá de tener una influencia ideológica inicial en los actores principales de la
lucha por el comunismo y a través de ellos de toda la humanidad.
Mariano Ciafardini
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires
Miembro del Centro de estudios y formación marxista Héctor
Agosti (CEFMA)
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