Un cambio civilizatorio
La crisis del sistema capitalista, que hoy aparece como un
dato innegable y contundente, fue prevista por el pensamiento de izquierda
desde hace ya un buen tiempo. Es llamativo
el grado de precisión que revisten algunos análisis, como el siguiente,
hecho en tiempos tan tempranos como en el año 2004: “Detrás de la expansión de
los desequilibrios se encuentra la prosperidad efímera generada por la segunda
burbuja financiera centrada en la especulación inmobiliaria. La baja de las tasas
de interés hasta llegar al 1%, y la multiplicación de incentivos públicos, impulsaron una avalancha de préstamos hipotecarios sobre viviendas:
los precios de casas y departamentos se fueron a las nubes …De todos modos
de seguir así esta relación perversa donde los norteamericanos acumulan déficit
y deudas mientras los otros acumulan una enorme montaña de papeles destinados a
desvalorizarse y donde todos juntos depredan velozmente los recursos petroleros;
la civilización burguesa entrará pronto en una seguidilla de turbulencias y
depresiones imposibles de controlar.” (“Estados Unidos en el centro de la
crisis mundial”. Jorge Beinstein 30/10/2004.
Rebelión –ver Web-). Beinstein No solo anuncia la crisis bursátil con mucha más
anticipación que la de algunos gurúes de Wall Street (que en realidad avisaron
cuando ya se podía decir que estaba en curso) sino que ubica correcta y precisamente el nodo de
la misma en las hipotecas “subprime” que, para esa época, muy pocos fuera de
los “brokers” y los agentes del mundo financiero, sabían siquiera lo que eran.
Y el mismo
autor, años más tarde, cuando ya se
había producido la crisis de la burbuja
financiera inmobiliaria, que él mismo había pronosticado afirmó: “Que
Soros y Volcker abran la expectativa de un colapso del sistema económico
mundial no significa que el mismo se produzca de manera inevitable, después de
todo una de las principales características de una decadencia civilizatoria, como la que estamos presenciando, es
la existencia de una profunda crisis de percepción en las elites dominantes,
sin embargo la acumulación de datos económicos negativos y su proyección
realista para los próximos meses nos están señalando que la gran catástrofe anunciada por ellos tiene muy altas probabilidades de
realización.” (Jorge Beinstein “Señales de implosión” 03/03/2009 Rebelión –ver Web- el resaltado es nuestro).
Por esos
mismos tiempos y desde otro enfoque llegaba a muy similares conclusiones Armando Bartra: “La
humanidad enfrenta una emergencia polimorfa pero unitaria. Una Gran Crisis cuyas sucesivas, paralelas
o entreveradas manifestaciones conforman un periodo histórico de intensa
turbulencia. Un desgarriate cuyas múltiples facetas tienen el mismo origen y se
retroalimentan. Un estrangulamiento planetario que no deja títere con cabeza
pero se ensaña con los más pobres.” (El hombre de hierro. Límites sociales y
naturales del capital en la perspectiva de la Gran Crisis” Editorial Itaca
México 2008 –ver Web- El resaltado es
nuestro)
Y en el
mismo trabajo bajo el subtítulo de
“Recesión económica o crisis civilizatoria”
introduciendo un concepto que también
usaría profusamente Fidel Castro, se pregunta y contesta lo siguiente: “Porqué Gran Crisis y no sólo crisis Las
recesiones económicas son por lo general breves y, en éstas, al desplome sigue
una recuperación del crecimiento más o menos prolongada. La Gran Crisis, en
cambio, supone un deterioro duradero de las condiciones naturales y sociales de
la producción, lapso en el que puede haber periodos económicos de expansión o
de receso … Finalmente, la Gran Crisis pone en entredicho a la propia
civilización industrial. La ciega carrera tecnológica y el desbocado
crecimiento de la producción en un orden movido, no por la generosidad, sino
por la codicia, nos condujeron a un mundo física, económica, social y
espiritualmente inhabitable. La pretensión de hacer tabla rasa de la diversidad
natural talando bosques, aplanando tierras y enclaustrando aguas, todo para
establecer vertiginosos monocultivos; la intención de barrer con la diversidad
cultural emparejando a los hombres transformados así en simples trabajadores y
consumidores; el desarrollo de la industria a costa de la agricultura y de las
ciudades en demérito del campo, fueron magnas transformaciones hechas en nombre
de la construcción de un mundo de abundancia y una sociedad opulenta. El
resultado ha sido un mundo de escasez tanto ambiental como económica y una
sociedad física y espiritualmente estragada.” (ídem El resaltado es nuestro). Y,
más adelante, utilizando ahora los términos de: “Encrucijada civilizatoria, sigue afirmando: “Las civilizaciones y
los sistemas económicos no se desvanecen de un día para otro y tanto la
duración como el curso de la Gran Crisis son impredecibles. Pero si bien es
posible que el capitalismo supere el presente estrangulamiento recesivo, con
sólo algunos retoques la enfermedad sistémica que lo aqueja es definitivamente
terminal, porque hoy no sólo tropieza con sus contradicciones internas, se topa
también con sus límites externos… La gran
crisis es sistémica y no coyuntural porque no sólo desfonda el modelo
neoliberal imperante durante los pasados treinta años, también pone en cuestión
el modo capitalista de producir y socava las bases mismas de la sociedad industrial.
Si –como Braudel– llamamos “civilización occidental” a un orden espacialmente
globalizante, socialmente industrial, económicamente capitalista, culturalmente
híbrido, intelectualmente racionalista y que históricamente se define por su
“lucha sin fin contra la civilización tradicional” …, la presente es –en
sentido estricto– una crisis
civilizatoria (ídem El resaltado es
nuestro).
También ya después
de desatada la crisis bursátil, en su artículo
“Los límites del planeta y la crisis civilizatoria. Ámbitos y sujetos de las
resistencias”, Edgardo Lander expresaba:
“Existe un amplio consenso en torno al
hecho de que estamos viviendo una crisis
global. Pero, ¿de qué crisis estamos hablando? Evidentemente no nos
encontramos ante una crisis sólo financiera, ni ante una más de las crisis
cíclicas que han caracterizado históricamente a la economía capitalista. Como
afirma Armando Bartra, se trata de una crisis sistémica, no coyuntural, cuya
novedad ‘radica en la pluralidad de dimensiones que la conforman; emergencias
globales mayores que devienen críticas precisamente por su origen común y
convergencia’. Una crisis que es simultáneamente medioambiental, energética,
alimentaria, migratoria, bélica, y económica. No se trataría así, de un nuevo
ciclo recesivo del capitalismo, sino de un ‘quiebre histórico’. Se trata de una profunda crisis civilizatoria. El patrón del desarrollo y el
progreso ha encontrado su límite. A pesar de que una elevada proporción de la
población no tiene acceso a las condiciones básicas de la vida, la humanidad ya
ha sobrepasado los límites de la capacidad de carga de la Tierra. Sin un freno
a corto plazo de este patrón de crecimiento desbordado y una reorientación
hacia el decrecimiento, la armonía con el resto de la vida y una radical redistribución
del acceso a los bienes comunes del planeta, no está garantizada la continuidad
de la vida humana a mediano plazo”. (Caracas 2008. ver en la Web. El resaltado es nuestro)
Precisamente,
y también por esos tiempos, el politólogo marxista Atilio Boron, en una ponencia denominada “De la guerra infinita a la crisis
infinita”, presentada ante el XI
Encuentro Internacional sobre Globalización y Problemas del Desarrollo de la
Asociación Nacional de Economistas y Contadores de cuba (ANEC), del 2/6 de marzo de 2009, recurre al concepto
de crisis civilizatoria en dos oportunidades: “Nos hallamos ante una crisis
general capitalista, la primera de una magnitud comparable a la que estallara
en 1929 y a la llamada “Larga depresión” de 1873-1896. Una crisis integral, civilizatoria, multidimensional, cuya duración, profundidad
y alcances geográficos seguramente habrán de ser de mayor envergadura que las
que le precedieron” y “estamos en presencia de una crisis que es mucho más que
una crisis económica o financiera. Se trata de una crisis integral de un modelo
civilizatorio que es insostenible económicamente, políticamente, sin apelar
cada vez más a la violencia en contra de los pueblos; insustentable también ecológicamente
dada la destrucción, en algunos casos
irreversible del medio ambiente e insostenible socialmente porque degrada
la condición humana hasta límites inimaginables y destruye la trama misma de la
vida social” (Borón Atilio “Crisis civilizatoria y agonía del capitalismo” Ed.
Luxemburg Buenos Aires 2009. Los
resaltados son nuestros)
Esos dos
párrafos, entre algunos otros, del discurso de Borón fueron tomados por Fidel Castro, como un resumen de la citada reunión, sobre “Globalización
y desarrollo”, en una nota suya publicada en el diario Gramma, de la Habana, el
9 de marzo de 2009.
Fidel ya
venía alertando sobre la tamaña
dimensión de la crisis cuando, en 2005,
en el marco de un encendido discurso, en la Universidad de la Habana, dijo: “Porque
me atrevo a afirmar que hoy esta especie está en un real y verdadero peligro de
extinción, y nadie podría asegurar, escuchen bien, nadie podría asegurar que
sobreviva a ese peligro” y “Ese es el mundo en que estamos viviendo, no es un
mundo lleno de bondad, es un mundo lleno de egoísmo; no es un mundo lleno de
justicia, es un mundo lleno de explotación, de abuso, de saqueo, donde un
número de millones de niños mueren cada año —y podrían salvarse—, simplemente
porque les faltan unos centavos de medicamentos, un poco de vitaminas y sales
minerales y unos pocos dólares de alimentos, suficientes para que puedan
vivir. Mueren cada año, a causa de la injusticia, casi tantos como
los que murieron en aquella colosal guerra que mencioné hace unos
minutos. ¿Qué mundo es ese? ¿Qué mundo es ese donde un imperio
bárbaro proclama el derecho de atacar sorpresiva y preventivamente a 70 o más
países, que es capaz de llevar la muerte a cualquier rincón del mundo,
utilizando las más sofisticadas armas y técnicas de matar? Un mundo
donde impera el imperio de la brutalidad y de la fuerza” (Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz,
Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su
ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La
Habana, el 17 de noviembre de 2005.)
El 28/10/2010, nuevamente en la
revista digital Rebelión, cuando Wall Street empezaba a recuperar el ánimo, que se
transformaría en una segunda nueva ola
de euforia financiera en los años subsiguientes, Jorge Beinstein sentenciaba en su artículo “Declinación del
capitalismo, fin del crecimiento global, ilusiones imperiales y periféricas”
que :“Las fanfarronerías de los lejanos años 1990, acerca del mileno
capitalista-neoliberal, han pasado a ser curiosidades históricas, tal vez sus
últimas manifestaciones (ya a la defensiva) han sido las campañas mediáticas
que nos señalaban el pronto fin de las «turbulencias financieras» y el
inmediato retorno de la marcha triunfal de la globalización. Ahora, al comenzar
el último trimestre de 2010 las expectativas optimistas de los altos mandos del
planeta (jefes de estado, presidentes de bancos centrales, gurúes de moda y
demás estrellas mediáticas) van dando paso a un pesimismo abrumador. Se habla
de trayectoria de las economías centrales en forma de W como
si después del desinfle iniciado en 2007-2008 hubiera ocurrido una verdadera
recuperación a la que ahora seguiría una segunda caída y a cuyo término
llegaría la expansión durable del sistema, algo así como una segunda penitencia
que permitiría a las élites purgar sus pecados (financieros) y retomar el
camino ascendente….La «recuperación» no ha sido otra cosa que un alivio efímero
obtenido gracias a una sobredosis de «estímulos» que prepararon las
condiciones para una recaída que se anuncia terrible. …Pero es imposible
ignorar la realidad. Los productos financieros derivados constituyen la
componente mayoritaria decisiva de la trama especulativa global, solo cinco
bancos de los Estados Unidos más el Deutsche Bank han acumulado esos frágiles
activos por unos 320 billones (millones de millones) de dólares2 equivalentes a
aproximadamente 4,2 veces el Producto Bruto Mundial (año 2015), eso representa
el 65 % de la totalidad de productos financieros derivados del planeta
registrados en diciembre de 2015 por el Banco de Basilea. Esa
hiper-concentración financiera debería ser una señal de alarma y el panorama se
agrava cuando constatamos que dicha masa financiera se está desinflando de
manera irresistible: en diciembre de 2013 los derivados globales llegaban a
unos 710 billones de dólares, apenas dos años después, en diciembre de 2015 el
Banco de Basilea registraba 490 billones de dólares… en solo 24 meses se
evaporaron 220 billones de dólares, cifra equivalente a unas 2,8 veces el
Producto Bruto Global de 2015.” (Ver Web)
Para este
entonces los artículos notas y hasta libros acerca de la crisis terminal del
capitalismo fueron numerosos, desde distintos enfoque y perspectivas. De hecho
nosotros publicamos “Globalización
tercera y última etapa del capitalismo” (Luxemburg BA 2011).
Pero
volviendo a Beinstein que, como vimos, fue
unos de los pioneros en el pronósticos
descriptivos de la crisis general del sistema, citaremos ahora unos párrafos de su artículo
“Alertas rojas: señales de implosión en la economía global. El capitalismo
global a la deriva” de Jorge Beinstein
del 12/07/2016
que son por demás elocuentes: “La crisis de 2008 fue el punto de inflexión. En
diciembre de 1998 los derivados globales llegaban a unos 80 billones de dólares
equivalentes a 2,5 veces el Producto Bruto Global de ese año, en diciembre de
2003 alcanzaban los 200 billones de dólares (5,3 veces el PBG) y a mediados de
2008, en plena euforia financiera, saltaron a 680 billones (11 veces el PBG),
la recesión de 2009 los hizo caer: para mediados de ese año habían bajado a 590
billones (9,5 veces el PBG). Se había acabado la euforia especulativa y a
partir de allí las cifras nominales se estancaron o subieron muy poco
reduciendo su importancia respecto del Producto Bruto Global: en diciembre de
2013 rondaban los 710 billones (9,3 veces el PBG) y luego se produjo el gran
desinfle: 610 billones en diciembre de 2014 (7,9 veces el PBG) para caer en
diciembre de 2015 a 490 billones (6,2 veces el PBG). El aparente “circulo
virtuoso” había mostrado su verdadero rostro: en realidad se trataba de un
círculo vicioso donde el parasitismo financiero se había expandido gracias a
las dificultades de la economía real a la que drogaba mientras la cargaba de
deudas cuya acumulación terminó por enfriar su dinamismo lo que a su vez
bloqueó el crecimiento del globo financiero.…La decadencia de la mayor civilización que ha conocido la historia
humana nos presenta diversos escenarios futuros, alternativas de
autodestrucción y de regeneración, de genocidio y de solidaridad, de desastre
ecológico y de reconciliación del ser humano con su entorno ambiental. Estamos
retomando un viejo debate sobre alternativas interrumpido por la euforia
neoliberal, la crisis rompe el bloqueo y nos permite pensar el futuro…Ahora las
señales de alarma se multiplican, desde desajustes financieros graves hasta
perturbaciones geopolíticas cargadas de guerras y desestabilizaciones, desde
crisis institucionales hasta declinaciones económicas. Los comentaristas
occidentales se maravillaban, en los años 1990, ante el espectáculo de la
implosión de la URSS, es probable que dentro de no mucho tiempo empiecen a
horrorizarse ante desastres mucho mayores centrados en Occidente…La crisis era
previsible, en líneas generales, desde hace aproximadamente una década, bastaba
con extrapolar la tendencia hacia la hipertrofia financiera con centro en los
Estados Unidos pero de alcance global. Dicha tendencia aparecía como el
resultado mayor de la crisis de sobreproducción crónica que sufre la economía
mundial desde comienzos de los años 1970 y que causó la desaceleración del
Producto Bruto y de la Demanda globales. Era casi imposible que se produjera la
reversión de estos fenómenos, claro que no se podían establecer fechas, pero yo diría que hacia fines de los años 1990,
en plena fase terminal de la burbuja bursátil las cartas estaban echadas.
Alcanzaba con poseer un cierto nivel científico, no estar intoxicado por el
delirio ideológico neoliberal y ser honesto para descubrir y decir la verdad.
Lamentablemente fuimos muy pocos, a nivel internacional, los economistas que
nos atrevimos a decir la verdad, y lo pagamos muy caro: fuimos silenciados,
aislados. Se nos acusaba de
catastrofistas, pero el tiempo nos dio la razón. Lo que aparece realmente
como increíble es que hace apenas un año todavía la inmensa mayoría de los
medios de comunicación, seudo expertos y reputados economistas seguían negando
la crisis o si la admitían subestimaban por completo su magnitud. Fue tal vez
la mayor manipulación mediática de la historia…Sí, nos encontramos ante una
crisis sistémica. Yo prefiero hablar de crisis de civilización,
es decir de la civilización burguesa que presenta múltiples aspectos:
económico-financiero, ambiental, energético, alimentario, militar, y cuyo motor
se encuentra en el centro del mundo: los Estados Unidos... Estamos ahora en el
comienzo de lo que muy probablemente será un largo período de turbulencias,
marcado por la declinación general del sistema…Hemos ingresado en un período
histórico donde al conjunto del capitalismo, como sistema planetario, le será
cada vez más difícil reproducirse. (Rebelión –ver Web el resaltado es nuestro).
La extensión de la cita se justifica con solo
leerla y advertir la claridad con que se
resume todo el proceso de alerta temprana, por parte de algunos intelectuales
de izquierda, que, basándose en el análisis socio histórico y económico
concreto, pudieron avisorar la crisis desde
que empezó a gestarse, en el momento mismo de la euforia neoliberal.
Como el propio autor lo señala fue el mayor proceso de ocultamiento de una
verdad evidente en la historia de la humanidad y estuvo a cargo de la
“inteligencia” de la derecha neoliberal a través de sus enormes capacidades de
difusión y comunicación.
Otro intelectual de izquierda, como se advertirá también latinoamericano,
Emiliano Terán Mantovani en su artículo “Por
qué hablamos de crisis civilizatoria? Breve genealogía de nuestro actual tiempo
extraordinario” del 19
diciembre 2019 nos dice : “La
diferencia de este, con tiempos anteriores, pudiésemos resumirla en tres
factores: uno, que llegamos a límites de capacidad de muy buena parte
de los sistemas sociales y ecológicos para soportar las perturbaciones y
agresiones que están sufriendo estos; dos, que los eventos sociales y
ecológicos van teniendo características de eventos extremos; y tres, que
dichos sistemas tienden a la caotización y que por su alto nivel de
integración (dada en buena medida la globalización) pueden generar una cadena
de acontecimientos o punto de inflexión –que también pueden ser pensados como
‘efecto dominó’– con consecuencias imprevisibles. No vivimos sólo una crisis de las democracias o las instituciones
modernas. Tampoco esta crisis puede explicarse únicamente por una ‘escasez’ de
recursos o por un ‘desbordamiento’ demográfico. Y aunque es un factor
determinante, tampoco es únicamente un
problema de la crisis estructural del capitalismo. Se trata de una crisis
total, esencial y existencial, que trastoca incluso el orden de la vida en
la Tierra (y por tanto de las otras especies que conviven con nosotros), que
nos interpela como especie en relación a nuestro rol en ella… Esto, a su vez,
nos permite enlazar con la idea de que la crisis en la que estamos inmersos es
en realidad una de carácter
civilizatorio”. (Ver Web Los resaltados son nuestros)
Resulta
significativo el hecho de que Terán Mantovani introduzca en su reflexión un
terminología propia de la geología y la arqueología para dar la idea de la magnitud del cambio al que nos
abismamos: “Dos de las principales polémicas que se han
generado en torno al debate sobre el Antropoceno nos pueden ayudar a dejar más
claro por qué hablar de una crisis civilizatoria. La primera, tiene que ver con
la crítica que se le ha hecho al concepto, por colocar al humano en abstracto
como responsable de la crisis, cuando en cambio esto ha sido el resultado de
patrones específicos de poder que han generado divisiones sociales y
desigualdades en los procesos de apropiación, usufructo y degradación de la
riqueza natural. De ahí que Jason Moore haya hablado de
‘Capitaloceno’, señalando que es precisamente el capital y todas sus
estructuras de poder, el factor que define esta nueva era geológica; o bien,
Christophe Bonneuil proponga el ‘Occidentaloceno’, haciendo referencia a la
responsabilidad de la crisis por parte de los países ricos industrializados de
Occidente. La segunda polémica tiene que ver con el punto de origen del
Antropoceno. ¿Cuándo se produce el punto de inflexión histórico que convierte
al humano o al particular orden civilizatorio, en la principal variable de
transformación geológica? A
nuestro juicio, esto es fundamental pensarlo no a partir de un solo punto de
origen (dado que la historia no es lineal y luego de un punto de inflexión se
producen nuevas tensiones y diversas posibilidades), sino en el escalamiento
de al menos tres períodos que han sido determinantes para comprender,
en su profundidad, el carácter de la crisis civilizatoria. Además de la apuesta
post-capitalista, el cambio es civilizatorio Sabemos que es un
cuestionamiento radical, porque pone en cuestión no sólo al capitalismo
histórico y la modernidad colonial, sino incluso los rasgos históricos
dominantes de la propia condición humana. Pero nos invita y permite reformular
toda la cartografía de la transformación socio-ecológica. No parece
bastar la apuesta post-capitalista si no podemos resolver, retejer, re-articular,
reconstituir el vínculo esencial entre humanos y naturaleza, compaginar nuestro
estar en la Tierra con los ritmos de la vida en el planeta. No parece bastar
aquella apuesta sin desarmar al patriarcado, al racismo, los esquemas de
dominación jerárquica, los binarismos, las cosmovisiones fragmentadas, sin
recuperar la relación holística y de totalidad con la naturaleza”. (Idem. Ver
Web Los resaltados son nuestros)
Hoy, en
medio de la pandemia del Covid 19,
aparecen confluyendo las crisis
ecológica, el calentamiento global, el agotamiento de recursos
indispensables, la aparición de nuevos virus de origen zoonóticos, la profundización de la crisis económica
estructural con su dramáticas consecuencias de profunda desigualdad y de pauperización y marginalidad
de enormes masa de la población mundial ,la explosión de las burbujas financieras
y, finalmente, la crisis política y geopolítica general. Retomando formas de
expresión seudo-geológicas para tratar de
dar cuenta de la magnitud de la cuestión podríamos decir que todo ello puede considerarse, desde un punto de vista
holístico, una manifestación de un
profundo cambio en la biosfera-noosfera planetaria , por usar el término de Vernadski
, al que era afecto Teilhard de Chardin[1]. Tales términos son muy
útiles en estos momentos porque permiten, como venimos diciendo al
fenómeno humano en paralelo con los enfoques históricos y de clase, como un
todo biológico, con una “vida”(dinámica) propia, más allá de (y en paralelo con) las
intencionalidades políticas, económicas y sociales de los seres humanos, en su
accionar histórico concreto.
En efecto,
una población de más de 7.000.000.000 de habitantes que, a partir
del enorme desarrollo del transporte los
medios de desplazamiento y las comunicaciones están en un permanente y dinámico
interflujo físico y virtual, es algo que
devino en un fenómeno “ bio-social” , es decir como si fuera
una inmensa masa de tejido vital que se ha empezado a mover en lapsos
ahora claramente perceptibles, como un gigantesco desplazamiento
tectónico, generando en pocos años un escenario sustancialmente distinto de todo
lo que ha conocido la humanidad desde
hace miles de años. En el cuadro
siguiente se ve con claridad la
contundencia de esta explosión demográfica
sobre todo desde la revolución
industrial a fines del S XIX y ya su
disparada en forma inusitada desde hace
solo unas décadas atrás.
Naciones Unidas (publicado en
internet, agosto 2017)
El término Antropozoico fue usado por Antonio Stoppani en
el siglo XIX para definir una nueva era geológica afectada por la actividad de
la humanidad. El Antropoceno fue usado en el año 2000 por el ganador
del premio Nobel de química Paul Crutzen, quien considera que la
influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias
ha sido significativa, y ha constituido una nueva era geológica.
Pero quien
utiliza el término “Capitaloceno”
es Renán Vega Cantor:
1.
“Cuando
una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al
día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. Sólo
ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la
mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. […]
2.
Siete
de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en
los últimos 30 años.
3.
La
desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres,
sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores
niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del
trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años
alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
4.
La
evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los
países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos
fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124
millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios sanitarios que podrían
evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año.
Con datos
como estos, resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es
el problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo que
conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el consumo
dentro de los países y a nivel mundial. Claro que debe plantearse un control en
el crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes
comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la
destrucción que ocasiona el consumo intensivo de los ricos, y el costo
ambiental que esto trae para el planeta. No es tanto la reducción de los
pobres lo que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los
ricos y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos. En el capitaloceno
la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al medio ambiente, sino
cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a vincular la desigualdad con la
destrucción ambiental. Si Antropoceno es una palabra que genera algún
rechazo, Capitaloceno va a ser un término absolutamente
denostado y ocultado, porque apunta a señalar al sistema capitalista como el
responsable de las catástrofes climáticas y ambientales que destruyen diversas
formas de vida, asesinan diariamente a millones de seres humanos (pobres y
explotados) y pone en peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y
plantea, por supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda
sobrevivir es rebasar el capitalismo”
(Ver revista Herramientas en la Web)
Y, finalmente, Marta Pérez Folgado en “El Antropoceno: ¿Tendremos nuestra propia era
geológica?” en unas reflexiones acerca de si se justificaría definir los
últimos tiempos de la humanidad y del planeta
con designaciones “epocales” o “eónicas”, nos muestra datos de brutal
contundencia: “A nadie
se le escapa que el ser humano ha cambiado la faz del planeta Tierra, desde el
momento que empezamos a asentarnos y nos hicimos agricultores y ganaderos hasta
la situación actual de cambio global en un entorno completamente
industrializado. ¿La habremos cambiado lo suficiente como para que merezca
definir una nueva era geológica? Los
límites oficiales de los eones, eras, periodos y épocas geológicas los define
la Comisión Internacional de Estratigrafía, y no es algo baladí. Se crean
subcomisiones y grupos de trabajo sobre los límites que no están claros o las
nuevas propuestas, y después de intensas reuniones, cada cierto tiempo se
publica una nueva Tabla
Cronoestratigráfica Internacional, una relación consensuada de los
distintos periodos geológicos. La época geológica en la que nos encontramos es
el Holoceno, que comenzó hace sólo 11.700 años. Sin embargo, hace ya tiempo que
se viene hablando de la necesidad de introducir una nueva división. Aunque
anteriormente se habían sugerido términos como Homogenoceno o Antroceno, hace
años que se utiliza la palabra Antropoceno, acuñada en el año 2000 por el Nobel
de Química Paul Crutzen. Dentro de la subcomisión de estratigrafía del Cuaternario,
el grupo de trabajo del Antropoceno (que incluye al español Alejandro Cearreta,
Profesor Titular de la Universidad del País Vasco) se ha fijado 2016 como fecha
objetivo en la que tomar una decisión.
Variación en
distintos indicadores de actividad humana desde el comienzo de la Revolución
Industrial hasta el año 2000. Se aprecia la Gran Aceleración sufrida a partir
de 1950.Fuente: Steffen et al, 2011.
Impacto en
el Sistema Tierra resultado del espectacular aumento de la actividad humana,
entre el comienzo de la Revolución Industrial y el año 2000. A partir de 1950
entra en la Gran Aceleración.Fuente: Steffen et al, 2011.
Ahora bien,
¿merece la pena definir una nueva época geológica que habría empezado hace sólo
64 años en un planeta de 4500 millones de años de antigüedad? ¿Debería ser una
subdivisión dentro del Holoceno? ¿Obviamos que su aparición debe ser global y
sincrónica, situando el comienzo en la Revolución Neolítica o la Industrial?
Incluso, como afirman algunos: ¿Hay que definir con el nombre del ser humano (anthropos)
algo que no debería hacer referencia a toda la humanidad, pues sólo una parte
de ella ha sido responsable del desastre medioambiental?” (Ver Web).
Más allá de
estas interesantes y graves cuestiones planteadas y luego de este escueto recorrido
por los textos de algunos autores que se han referido a la crisis civilizatoria
en ciernes no se puede negar que estamos ante una metamorfosis de lo humano que
viene a resumir decenas de miles de años de la vida de la humanidad sobre el
planeta. Una gran alteración
“bionoosférica”
Estamos entonces en momentos de profunda crisis
política, económica, ecológica y social que se viene expandiendo por el mundo, es
claramente visible desde mediados de la década del 2000, y aparece como un
punto de clivaje bio-noosférico con
características de crisis civilizatoria.[2]
Pero en el momento actual y como síntoma
evidente de esta crisis epocal nos hallamos frente a una pandemia de coronavirus de la que no ha
podido escapar ningún rincón del planeta
y al ingreso del mundo entero en una recesión económica que promete
superar a cualquier otra anterior del
capitalismo moderno, podría ser “epocal” es decir de las que resumen no
cientos sino miles de años de existencia de la humanidad.
Dos
características salientes de este nuevo escenario son:
1) Hay un riesgo ya permanente de pandemias,
ineludible e inevitable debido a la
cantidad de habitantes del planeta, la necesidad de producción mega masiva de alimentos
en forma permanente y las formas de
hiper- interconexión global
socio-política y económica en que vive la multitudinaria humanidad actualmente. Todo lo que hace que muy probablemente, haya que
convivir, de ahora en más, con el riesgo de
que cualquier nueva enfermedad contagiosa que aparezca, en cualquier
lugar del planeta, se convierta en
pandemia. Ello, probablemente, conllevará a una metamorfosis profunda en
los modos de vida, los hábitos y las formas de relación laboral educativa y
social en todo el mundo.
2) La forma en que están organizadas la
producción y el consumo, en términos de
libre mercado, casi sin regulaciones ni control estatal alguno, en una inmensa parte del territorio
del planeta, hace que las cuarentenas
obligatorias, determinadas por estas
pandemias, generen situaciones incontrolables
de desempleo, tanto formal como informal, y aumento, y profundización,
de la exclusión social hasta situaciones
de hambre. Del mismo modo los cambios en
las formas de vida trabajo y relaciones
social necesarias, para estar más resguardado de los contagios eventuales de
nuevas enfermedades, no son posibles de articular en el marco de la
actual organización capitalista de la
producción y el consumo
Un dato inmodificable, de la realidad actual,
es el demográfico. La población del mundo no va a disminuir sino, muy por el
contrario, la tendencia es al aumento
hasta llegar incluso a los 10.000.000.000 de habitantes en relativamente corto tiempo. El otro dato,
también irreversible, es el de
la interconexión del entramado
global que ha generado una red
interconectada de conocimientos y
practicas científicos, técnicos y de funcionamiento industrial y de
servicios que no admite vuelta atrás,
es decir, es imparable por la propia dinámica
de la explosión demográfica.
Es
decir que solo teniendo en cuenta el
problema sanitario el mundo debería incorporar
desde ya una serie de cambios
fundamentales en lo que respecta a las relaciones de producción, intercambio y
consumo para hacerse menos mórbido. Y ello
repetimos solo teniendo en cuenta los riesgos epidémicos.
Pero en
realidad la gravedad de la cuestión es mucho mayor y va mucho más allá de
cuestiones sanitarias En realidad, esta pandemia ha acelerado algo que ya
estaba inscripto en la dinámica
económica mundial que era el hecho de que nos estábamos abismando a una
profunda recesión como resultado de una crisis de sobreproducción y sobregiro
financiero, como ha quedado bien en claro en las citas de los autores con que
iniciamos este trabajo. Es decir que el problema existía, independientemente de la enfermedad contagiosa Pero
resulta que la enfermedad nos ha
puesto, de golpe, frente a la urgencia de un cambio, demostrándonos con
definitiva contundencia que estábamos produciendo irracionalmente mercancías y servicios que el mundo no estaba
en condiciones de producir mientras que dejábamos de producir otros que si son
indispensables para mantener un equilibrio biosférico. Es claro que las pautas “racionales “ del consumo siempre
estuvieron alteradas en el capitalismo y
que este proceso se agudizó durante la gran producción industrial del siglo XX
pero en la actual globalización financiera
en la que la dinámica de la producción capitalista misma está
determinada por las exigencias de la renta financiera las modalidades de consumo están consecuentemente alteradas a
grado máximo y alejadas en términos generales de lo normal y necesario entre quienes consumen regularmente y
disminuidas criminalmente para vastos sectores de la humanidad. Por dar un
ejemplo muy puntual estábamos gastando incalculables recursos en turismo, particularmente turismo de lujo,
entretenimientos y esparcimientos no
educativos ni saludables y servicios
exóticos solo accesibles a minorías de la población
mundial, es decir de esencia elitista, en lugar de construir una estructura sanitaria habitacional
y alimentaria sólida y resistente a emergencias (como precisamente la de la pandemia) para toda la población mundial. Hoy, desde
nuestros aislamientos forzosos y
compelidos a consumir bastante menos
y en algunos casos lo realmente necesario , las clases medias empezamos a visualizar que no habría que
haber invertido los miles de millones de dólares que se han gastado en el entretenimiento y el espectáculo
masivos en marcas de automóviles de
lujo en
yates y mansiones en hoteles y resorts de hiper lujo y tantos
otros rubros de bienes y servicios totalmente prescindibles, cuya existencia en muchos caso aplaudíamos aun cuando estuvieran
fuera de nuestro alcance, y sí habría que haber invertido en
equipamiento sanitario,
hospitales , médicos e investigación
científica para la salud, mejoras habitacionales para sacar del hacinamiento a millones que
hoy están más a la merced de la pandemia que nadie y tantas otras cosas que hoy
tanta falta hacen . La pregunta es entonces: ¿qué estaba produciendo la humanidad y para qué? Por otro lado la pandemia hace
también evidente que un mundo en el que, con el desarrollo tecnológico y la capacidad productiva que se ha alcanzado, tenga todavía miles de millones de pobres y
déficits habitacionales, alimenticios y
educativos, como los que hoy se
registran, no es viable porque no hay forma de que un sector social se salve
solo, que escape a la crisis social que
se produce en situaciones como esta que hoy vivimos. Precisamente esta es una
de las crudas constataciones a las que nos arroja la
pandemia. O se establece un equilibrio
solido de supervivencia que abarque a toda la población mundial sin
exclusiones, o la propia viabilidad de
la raza humana estará permanentemente puesta en cuestión y nadie, repetimos
nadie, podrá salvarse de la crisis por
si solo o en grupos de privilegio .
Es necesario hacer la siguiente reflexión SI
todos los habitantes del mundo vivieran
como la clase media, no digamos ya de
los países capitalistas desarrollados,
sino de cualquier país del llamado tercer mundo, los recursos planetarios no darían abasto. SI
todos quisieran vacacionar, o cambiar de ropa cada temporada siguiendo a la
moda, o salir a comer afuera semanalmente,
como lo hace cualquier persona de ingresos medios, de Argentina
o Brasil o Sudáfrica, sin ir más lejos, no darían abasto el transporte,
los hospedajes, la industria textil ni la alimentaria actualmente existentes.
Ni que hablar de querer emular algunos
de los gastos en lujo superfluo extremos
y modos de vida elitistas de las clases
altas y medias altas. Entonces hay un grave problema distributivo, de modo de vida y de pautas de consumo que debe ser profundamente revisado y
cambiado.
Obviamente
eso implica en un mismo movimiento la necesidad de transformar el modo de
producción lo que nos lleva directamente de nuevo a Marx y al materialismo
histórico.
El “rediseño”
productivo, en un modo distinto del
capitalista y de todos los modos pre-capitalistas de producción, basados en la
explotación de un sector o sectores de la sociedad por otros, y su reemplazo
por una estrategia racionalmente planificada y programada , al menos en
sus lineamientos básicos, a nivel
mundial y a partir de los principios de inclusión humana total y
sustentabilidad ambiental y ecológica,
resulta urgente e imprescindible para que esa gran biomasa antropomorfa que cubre vastas zonas de la roca
planetaria y que ha sido capaz de llegar
a un desarrollo inteligente pueda, usando
esas inteligencia (y dándose
verdaderamente cuenta del riesgo de
extinción) comenzar a reformularse vitalmente, de un modo
sustentable que incluya a toda la
humanidad.
Mariano
Ciafardini
Doctor en
Ciencias Políticas
Centro de
Estudios y Formación Marxista
Héctor P.
Agosti (CEFMA)
[1] Vladímir
Vernadski elaboró la teoría de la noosfera a principios del siglo XX, como una capa que se agregó
al planeta con el advenimiento del ser humano (noos: mente, inteligencia),
luego de la capa biológica de plantas y animales , a la que denominó
biosfera. El antropólogo y paleontólogo
jesuita Teilhard de Chardin volvió a
utilizar esos términos en su obra, desplegada en las década de 1930 y 1940.
[2]
Hay que decir que este punto de inflexión
también coincide desde el punto de vista marxista con la pronosticada
por Marx finalización del capitalismo
como modo de producción, por haberse llegado a un grado máximo de la
contradicción entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas
productivas.
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