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sábado, 28 de noviembre de 2015

CUI BONO


Cuando la investigación de un crimen se topa con una trama compleja de indicios y sospechas cruzadas que advierten que es un caso de difícil resolución los detectives e investigadores más avezados se preguntan: ¿a quién benefició el hecho cometido?
Tal vez sea la pregunta de la que deben partir  los esfuerzos por explicar  los acontecimientos violentos que se suscitan con cada vez más frecuencia en el ámbito internacional.
Esta pregunta arrojó por ejemplo mucha luz  sobre los atentados  a las torres gemelas frente a la pantomima mediática que vendió globalmente el cuento infantil de los buenos y los malos sin más aclaraciones.
 Los buenos y los malos existen pero no son exactamente los que el modelo hollywoodense nos muestra.
Aplicando esta lógica a los tremendos recientes  ataques terroristas en Paris, si  luego de la inevitable conmoción inmediata  uno resiste el impulso pavloviano  a cargar contra el chivo expiatorio y levanta la mirada para ver el todo,   puede advertir  claramente que lo novedoso en la escena política internacional de la región euroasiática, inmediatamente anterior  a los luctuosos hechos parisinos, fue la notable ascensión  del rol ruso  en el conflicto sirio al tomar la iniciativa clara de  asumir la vanguardia de la lucha contra el Estado Islámico con claridad y sin las ambigüedades que venían caracterizando la intervención de los países “occidentales”, Francia entre ellos, pero principalmente EEUU cuya política exterior en la zona va de los extremos de estar involucrado en la creación o el fortalecimiento  del Estado Islámico, hasta  la alianza con Rusia para bombardearlos.
Lo de Rusia fue, en términos de política internacional, casi paradigmático  ya que, por primera vez en la historia, quedó frente a la lucha contra el terrorismo un país que no  es EEUU y que ni siquiera es “occidental”. Y, para decirlo sin eufemismos, un país que representa un proyecto político internacional opuesto al esquema Washington-Londres- Paris y que en unión con China está generando un polo alternativo de poder  mundial que ya empieza a dar señales de reconstrucción de una nueva bipolaridad, incluso más allá de  las intenciones  reales de sus actores.
La consecuencia político internacional  inmediata de los atentados yihadistas en las calles de Paris fue catapultar a Francia hacia la iniciativa militar en Siria  y a partir de allí  lograr el apoyo y la inmiscusión directa de Alemania en la escalada guerrerista.
 Todo ello en simultáneo con el derribo de un avión de pasajeros Ruso  por una bomba supuestamente puesta por grupos terroristas (según la sospechosa información de la inteligencia británica que dio la primicia cuando el hecho acababa de cometerse) y el de un avión  bombardero ruso  perteneciente a la escuadrilla de ataque al EI,  alcanzado por el fuego oficial de Turquía (miembro de la OTAN) con el pretexto de que invadía el espacio aéreo nacional.
Esto último  debería haber llevado a todo el mundo a preguntarle a  Recep Erdogan, y a la OTAN,  qué es más importante para ellos, si la supuesta “violación” por 17 segundos del espacio aéreo nacional, que no causa ningún daño  en vidas ni en bienes y que es fácilmente aclarable en dialogo diplomático, o la lucha real contra el terrorismo del EI, del que dicen estar en contra  aunque se sospeche que los servicios de inteligencia turcos, así como los saudíes también han tenido algo que ver en la propia creación y fortalecimiento del engendro terrorista de moda  (y de que el hijo de Erdogan está haciendo jugosos negocios con él).
Los beneficiados son varios y la principal perjudicada es la estrategia geopolítica Ruso-Siria, de acabar  con la guerra y la desestabilización en la región. De todos modos lo sucedido hasta ahora no ha sido  suficiente como para desestructurar  el armado político militar ruso que sigue siendo el más consistente. Esperemos que ello desaliente estos intentos desesperados de ganar la iniciativa perdida  y el afán de utilizar recursos tan perversos en la disputa global.
Mariano Ciafardini

Instituto argentino de Estudios Geopolíticos (IADEG)

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