Por aproximadamente un 3%
Dilma Roussef, después de 12 años de gobierno del PT y cuatro de ella
misma, le ganó al recalcitrantemente neoliberal Aecio Neves quien, consecuentemente,
se acercó al 49% de los votos. Si se quiere saber cómo oscilaron los humores
electorales en Brasil desde el inicio del proceso electoral hace
aproximadamente un mes atrás, basta con ver el gráfico de abscisas y ordenadas
del indicador bursátil Bobespa correspondiente a ese período y leer las
intenciones de voto de Dilma en forma inversamente proporcional a las ganancias
de los que allí especulan. Eso indica los intereses que estaban (y están)
detrás de cada uno de los dos candidatos. Siguiendo con las proporcionalidades,
es difícil de explicar el resultado a
nivel de los escaños parlamentarios. El PT y su principal aliado de izquierda el Partido Comunista de
Brasil perdieron fuerza en diputados, pero la alianza oficialista, formada por
estos dos partidos y algunos otros más, ganó espacio parlamentario, no tanto
por lo obtenido por el PMDB, viejo partido que supo tener su momento de
gloria en la post- dictadura y que hoy agrupa
distintos cacicazgos estaduales muy susceptibles a los estímulos económicos, sino
por lo incrementado parlamentariamente por otros partidos de la alianza oficialista, partidos más
pequeños y muchos de ellos más conservadores. O sea que para gobernar, la flamante reelecta presidenta y su partido, tendrán que llevar adelante una
compleja partida ajedrecística en todos
aquellos casos que requieran el aval parlamentario, que son, en general, los más importantes. En
particular uno de estos asuntos políticamente cruciales que se ve venir es el pedido de juicio político con que amenaza a
Dilma la oposición a raíz de la denuncia
de corrupción en Petrobras. Ese “empechment”, para prosperar, precisa
de los tres quintos de la asamblea.
Dejando por fin de lado la tiranía de las
proporcionalidades hay que decir que el triunfo es histórico y tan importante para el proceso antineoliberal y progresista
Latinoamericano como dramático habría sido el triunfo de Neves y su vuelta a
las relaciones carnales con EEUU y el capital financiero que ayer sufrió un
duro golpe en Brasil.
Mariano Ciafardini
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