En el caso latinoamericano, Venezuela parece tener un poder histórico de atracción de los Dioses de la Revolución. Ya Simón Bolívar fue en los comienzos del siglo XIX uno de los patriotas latinoamericanos que más hizo honor al significante revolucionario, con una visión y una práctica que iba mucho más allá de la sola liberación del yugo colonial español. Él concibió un proyecto de continente (y de mundo) nuevo. Clara prueba de ello fueron la Carta de Jamaica de 1815 y sus esfuerzos en relación al Congreso Anfictiónico de Panamá.
Un siglo más tarde, en el momento de surgimiento del imperialismo, es la negativa del Estado y los particulares venezolanos al pago de las deudas externas lo que desencadena el bloqueo naval de Inglaterra y Alemania, circunstancia que dio lugar a la doctrina del canciller argentino Luis María Drago, sobre la prohibición internacional de cobrar deudas utilizando la presión de los cañones.
En el advenimiento de la globalización, el primer grito de los pueblos fue el Caracazo de febrero/marzo de 1989. Venezuela, entonces, dio a luz al hijo que venía a completar la labor del Libertador. Hugo Chávez representa la continuidad y el triunfo definitivo de la revolución latinoamericana.
El "Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua" no fue ratificado y Bolívar murió pobre y exiliado en Santa Marta. El incidente naval de 1905 concluyó con la intervención mediadora de Thedore Roosevelt y desde entonces América latina paso a ser el patio trasero de los EE UU. Pero el socialismo del siglo XXI de Chávez está destinado a subsistir e imponerse frente a una globalización capitalista, que ya no tiene respuestas ni posibilidades de reciclarse y que lleva al mundo a la bancarrota ecológica, económica y política.
El socialismo del siglo XXI es el triunfo definitivo del socialismo frente al capitalismo. Y por lo tanto es inevitablemente un socialismo para toda América Latina, en un principio, y luego, también inevitablemente, para toda la humanidad. No hay otra forma de entenderlo. Chávez pensaba en grande, que es hoy la única forma realista de pensar. El estado de desarrollo del capitalismo, en el nivel de globalización, no permite salidas pequeñas o a medias, limitadas a uno o dos países o a una perspectiva socialdemócrata o desarrollista, como las del siglo pasado. Su visión estratégica sabía de la necesidad de un programa político y económico común. El punto de partida para ellao fue la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños),que no está destinada a ser un organismo regional más, sino el continente de ese proyecto común antiimperialista y antineoliberal, es decir socialista.
La única forma de honrar a Chávez y a Bolívar y a todos los que cayeron luchando por la verdadera independencia americana, es avanzar en ese sentido.
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