Una enorme
responsabilidad política
Como no podía ser de
otra manera, en nuestros tiempos de
hiper-conección y comunicación virtual,
abundan, en los medios masivos y las
redes, múltiples opiniones, y
elucubraciones de las más variadas, sobre la pandemia que nos afecta globalmente. Particularmente, desde hace un tiempo,
empezaron incluso a proliferar especulaciones
acerca de: ¿Cómo será el mundo de la
“post-pandemia”?
Al respecto, y desde
una posición de compromiso político, debe afirmarse, contundentemente, que el mundo post-pandemia depende de lo que
hagamos, nosotros mismos, como sujetos políticos, ahora, durante la pandemia. Dicho más
concretamente, depende de las formas concretas de acción “estatal-gubernamental”
que los pueblos logren imponer a (a través de la lucha), o articular (más o
menos armónicamente) con los gobiernos de sus países, ante la pandemia y sus
consecuencias sanitaria, económicas y sociales. El que se trate de un tipo de
acción o de otra (confrontación o articulación)
dependerá del carácter que tenga
esa relación pueblo-gobierno, en cada lugar, en este preciso momento (actualmente, por ejemplo, en
Latinoamérica, es radicalmente distinta la relación pueblo-gobierno en Argentina
que en Brasil o Chile). En unos casos es
posible la participación, el diálogo e
incluso el aporte de las organizaciones
y partidos populares con el gobierno nacional, o local,
ayudando en la implementación de las
medidas decretadas ( controles, distribución de elementos o alimentos, difusión
de información pertinente etc. ) omarcando rumbos, principalmente en cuanto a
la cuestión económica y de los derechos civiles. Y, en los otros casos, no queda otra alternativa que continuar la
lucha popular, incluso en las calles,
para torcer la mano de gobernantes irresponsables y reaccionarios, e imponer,
en forma urgente, nuevos rumbos a las
gestiones, tanto en lo sanitario cuanto
en lo económico.
En los países de Europa Occidental en los que la pandemia ha
causado numerosas víctimas que se podrían haber evitado si se hubiera privilegiado la protección de
la salud y la vida de los habitantes y no se hubiera especulado tanto con la “afectación
de la demanda” y la sostenibilidad del consumismo, los pueblos no pudieron evitar esa actitud “malthusiana” de los gobiernos,
que recién empezaron a tomar las medidas correspondientes ante la evidencia del
desastre y del hecho, por otra parte obvio, de que la demanda iba a caer
inevitablemente con cuarentena o sin ella. Les será difícil a
estos pueblos, a menos que haya ya una respuesta de masa con grados de organización importantes, enfrentar el ajuste neoliberal, que ya están
programando y aplicando estos gobiernos. Actuaron neoliberalmente durante la
pandemia y seguirán actuando en la misma forma cuando la pandemia pase.
Lo mismo ha pasado en otras áreas del mundo aunque también
es cierto que, en muchos países, los gobiernos han tomado las medidas
sanitarias correctas y esto los ha llevado
a incluir necesariamente medidas de ayuda social imprescindibles y
necesarias. En estos casos se abre una posibilidad para que las fuerzas políticas
más avanzadas y las masas populares re-articulen
nuevas formas de relación pueblo-gobierno, que los lleve a enfrentar la
recesión en forma virtuosa, es decir,
con protección de los más
necesitados, recurriendo a la carga fiscal de los más ricos y “reperfilando”
las deudas externas o dejando lisa y llanamente de pagarlas en algunos casos,
etc. etc. . Y, sobre todo, apostando al desarrollo de las economías nacionales.
Pero lo más destacable de este escenario pandémico mundial
es la evidente superioridad de los países socialistas ( o que están en proceso
de construcción de un sistema socialista) para enfrentar tanto la grave crisis
sanitaria como para proteger económicamente a toda la población sin exclusiones
Como ejemplo vamos a nombrar solamente a
China, a Vietnam y a Cuba aunque hay varios más tan ejemplares como ellos pero en el Caso de China y Cuba debe señalarse
además que han tenido resto (y voluntad
política) para enviar ayuda al resto del mundo. No puede caber dudas de que si
hay algún modelo de forma de vida y mundo sustentable en el futuro el camino lo
están señalando esto procesos políticos
aunque haya obviamente todavía una gran cantidad de problemas y desafíos
a enfrentar , entre ellos el de la sustentabilidad ecológica del planeta. De
todos modos es obvio que este problema no tiene solución en el marco de una o dos naciones por más
poderosas económicamente que sean sino que necesitan del concurso armonioso y
cooperativo comunitario de la mayoría de los países del mundo. En ese sentido
ya China ha lanzado el guante al plantear la necesidad de una comunidad de salud mundial lo que podría extenderse a otras problemáticas como la ecológica y la tal vez más importante y de la que dependen todas la otras la económico-política[1].
Con lo que venimos diciendo debe quedar claro entonces que, cuanto
más racional, humanista y solidarias
sean las decisiones y las acciones por parte de los estados nacionales, que se logren
establecer o conquistar, durante
la pandemia (insistimos, ya sea por la fuerza de la lucha, en caso de gobiernos
reaccionarios, o articulaciones, más o menos virtuosas, en los caso de los
gobiernos populares y progresistas), más perspectivas habrá de que la situación post pandemia, en el país de que
se trate, pueda transitar por caminos más democráticos, progresistas e
incluyentes. Esto es, en realidad, teoría
política de manual. El grado de humanismo y solidaridad e inclusión social que
se alcance (por imposición o por
articulación) en la gestión gubernamental durante la pandemia, será
determinante a la hora de afrontar la gravísima situación económica en la que
quedarán (están quedando) todos los países del mundo, casi sin excepciones,
después de la pandemia. Una respuesta racional (que atienda los criterios
científicos más avanzados), humanista, solidaria y comunitaria, a la pandemia,
creará condiciones favorables para avanzar en el
mismo sentido, político y económico, a
la hora de que los gobiernos deban empezar a tomar la decisiones de fondo, en cada país, para enfrenar la profunda recesión mundial, que ya se cierne
sobre el planeta. Obviamente siempre y cuando la presencia y la acción política de las
organizaciones populares se mantengan y profundicen. Por el contrario en los
países en los que los gobiernos reaccionarios y neoliberales logren mantener su estrategia
utilitarista-neoliberal, poco podrá esperarse de ellos en cuanto al modo de encarar la crisis económica.
Harán recaer sobre el pueblo todo el peso del ajuste económico. Y la lucha popular deberá seguir en los mismos términos en
que se venía dando hasta antes de la
pandemia.
Un momento político excepcional
Pero además, esta
pandemia, más allá de la desgracia que
constituye, en sí misma, para los pueblos, también los pone frente a una oportunidad única, de nuevo tipo, para
llevar la acción política (popular) a otro nivel, a un nivel determinante, que
es el del plano internacional, el plano
global. Hoy más que nunca las soluciones políticas y económicas para los
pueblos dependen, no solo de lo que se resuelva en el ámbito nacional, sino del
contexto internacional, en que esas naciones se desenvuelven y con respecto al cual toman sus decisiones
particulares.
La pandemia afecta a todo el mundo, y nunca antes fueron tan necesarios acuerdos
globales para atender las emergencia de
los sistemas de salud y las urgencias económicas que ya se están viviendo por
la situación creada. En este sentido los partidos y organizaciones políticas y
sindicales y organizaciones de la sociedad civil y personalidades de la vida
política académica social deportiva
artística y cultural, tiene como
responsabilidad inmediata (junto con la
de acompañar a los pueblos de sus respectivas naciones en esta encrucijada) la
de llevar sus acciones al plano internacional. En ese sentido, aparece como
imperiosa la interpelación a los gobernantes de todos los países del mundo en
su conjunto, como colectivo político, que tiene la obligación moral y política
de sacar a la humanidad entera y sin exclusiones del atolladero actual.
Podría, por ejemplo comenzar a pensarse en un
llamamiento unificado de partidos y organizaciones políticas populares y
progresistas de todo el mundo (se podrían incluir organizaciones sindicales ,
de la sociedad civil y personalidades a
título individual), a que los gobernantes , o al menos los gobernantes
de las principales potencias mundiales (entre las que obviamente tienen que
estar tanto China como EEUU), en lugar de
enfrentarse, acusarse o competir, en medio
de la situación desesperante, generada por la propagación del virus, se
auto-convoquen, ya, a un acuerdo-compromiso, en relación a acciones concretas,
urgentes, coordinadas y complementarias, indispensables para salir adelante de
la gravísima situación sanitario económica en que se encuentran hoy prácticamente todos
los países del mundo.
Los puntos de ese compromiso que se reclame podrían ser los aprobados por la última
reunión del Grupo de Trabajo del Foro de San Pablo realizada el pasado mayo con
los agregados y/o modificaciones que el concierto unitario de organizaciones y
personas que se logre formar considere necesarios y nos animamos a proponerlas ya que, teniendo en cuenta la obviedad de lo
urgente frente a la pandemia y la recesión económica, creemos que no puede haber demasiadas disidencias al respecto
entre los partidos y organizaciones de los distintos países del mundo aún
dentro de un amplio espectro ideológico. Los puntos a los que nos referimos
son los de que en una articulación común
a nivel internacional los gobiernos auto-convocados se comprometan a: 1) Garantizar
la producción y distribución de insumos
para uso médico en la atención de pacientes con Covid19, de modo que estos lleguen, en primer término, a los lugares y
personas más necesitadas, particularmente trabajadores de la salud y en segundo
lugar a toda la población que los
necesiten ( no hay que olvidar que en muchos países la ola del virus recién
está empezando a crecer). 2) Garantizar que,
en cuanto se haya descubierto la vacuna probada científicamente contra
el coronavirus o cualquier tipo de cura
aprobada por la OMS, las drogas
correspondientes se produzcan y distribuyan atendiendo, en primer lugar, a las
regiones más necesitadas y, finalmente,
se hagan accesibles a toda la población global. 3) Generar un plan
mundial de ayuda económica hasta la salida de la crisis sanitaria y económica
mundial que garantice, a todos los
habitantes del planeta que lo necesiten, una renta básica para que puedan acceder a los insumos básicos
de agua potable, alimentos, medicación, educación, vestimenta y vivienda,. Dicho plan debería obviamente
estar en articulación complementaria con
los programas ya existentes al respecto en los distintos países. 5) Mantener la paz
mundial, des-escalando los conflictos
armados existentes y evitando el surgimiento de cualquier otro, cesando todo
bloqueo económico o política de aislamiento
y optando en todos los casos por la negociaciones y los acuerdos.
No creemos exagerar
al decir que es responsabilidad urgente de los partidos y las
organizaciones políticas del mundo, que
se consideren auténticamente humanistas, progresistas, populares y/o solidarios, empezar ya a promover un llamamiento en el sentido indicado.
Distinto será el mundo post-pandemia si ese llamamiento
llega a concretarse o no. El solo hecho de que se logre efectuar un amplio
llamamiento, aún independientemente del eco institucional que tenga, ya implicaría un nuevo status de la unidad política mundial por la
solidaridad y la inclusión social. Y,
obviamente, muy distinto será el mundo
post pandemia si a partir de ese llamamiento los gobiernos del mundo (o al
menos los de un grupo de países) acuerdan esa acción colectiva y coordinada. Se
habrá llegado a una situación cualitativamente superior en el plano
internacional en lo que concierne a la paz, el respeto de los derechos humanos y ¿porque no? al comienzo de la
construcción de una verdadera comunidad de naciones.
Como ha sido dicho, no se trata solo de describir la situación y especular como
serán las cosas en el futuro, sino de hacer algo para transformar la situación
misma, ahora.
[1] Una comparación que resulta más que elocuente es la que se
puede hacer en tre la República Popular de China y los EEUU de Norteamérica. Veamos
China: al advertir la existencia de un virus desconocido y que se propagaba empezando a tener causas letales, el gobierno
chino , luego de un tiempo de hesitaciones
totalmente comprensibles frente a
algo de lo que no se tenía experiencia alguna
y con un alto grado de responsabilidad declaró en cuarentena a 50
millones de personas y dio aviso a la Organización Mundial de la Salud, la que,
a su vez, comunicó la situación al resto del mundo. Se pude entrar en el debate sobre si el gobierno del país asiático (y el Partido Comunista
chino) actuó o no con la suficiente
rapidez, pero nunca se llegaría a una
conclusión definitiva, particularmente por la excepcionalidad de la
situación y las graves consecuencias que
tiene el hecho de dar una falsa alarma sobre estas cuestiones. A partir de allí, el gobierno chino, en una armonía total con
el pueblo de la República Popular, que
obedeció tajantemente todas las directrices
dadas por el gobierno, tanto
nacional como de las provincias, controló la pandemia en un punto que lo pone
entre los países con mejores resultados
y el mejor de todos si se compara infectados y muertos cada un millón de
habitantes. Junto con esas exitosas medidas internas el gobierno chino comenzó a enviar ayuda médica
y de equipamiento sanitario todos los
países que la requirieran, llamó a crear una comunidad mundial sobre los temas
de salud y se comprometió a declarar bien público
universal la vacuna contra el virus que
se descubra en China. Absoluta racionalidad, sentido común, humanismo y
solidaridad.
El gobierno norteamericano , displicentemente, las recomendaciones de
la OMS, y cuando la pandemia empezó a hacer estragos en el territorio norteamericano, comenzó a dar indicaciones confusas y contradictorias sin plan común,
ni articulación alguna, entre el gobierno
federal y los estados , por el
contrario se expandió un clima de
querellas, contradicciones y disputas vergonzantes. Al seguir aumentando las
víctimas, a un punto en que los datos
pusieron a EEUU en el primer lugar absoluto de infectados y muertos, muy por encima de los demás países ,
la reacción de Donald Trump ha sido la
de¡ echarle culpas! al gobierno chino y a la Organización Mundial de la Salud (
es decir a los dos actores esenciales e imprescindibles para combatir hoy la pandemia
y con los que tendría que articular en
primer término para disminuir el número
de muertes en su población). El
mandatario norteamericano no se ha privado, tampoco, de recomendar, él mismo, a través de ¡Twitter! , medicamentos
contra la enfermedad no aprobados por la comunidad médica mundial y se ha
notado permanentemente en sus acciones concretas de gobierno la mayor preocupación por la continuidad de la actividad económica
y del consumo y una evidente insensibilidad por la vida de
los habitantes de su país. Y como si esto fuera poco, hoy, el gobierno norteamericano enfrenta una de las más masivas y extendidas
rebeliones populares, por la
discriminación racial y la brutalidad policial, pero que en
realidad expresa la queja de amplios sectores populares
por la discriminación económica y
la exclusión social. Con 40 millones de desocupados EEUU se enfrenta
a una recesión que podría hacer
caer el PBI en porcentuales de dos dígitos o cerca de ello. China hoy se dispone a seguir creciendo “modestamente”
y cumplir con su palabra de que no haya
más pobres en su territorio en el año próximo.
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