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La crisis del capitalísmo y la lucha de la clase obrera en la globalización

Introducción

La Clase Obrera de la globalización

Se ha difundido, demasiado, la idea de que ya no tendría sentido hablar de algún rol político o social de la clase obrera, como tal, en los tiempos de la globalización, toda vez que ésta habría desaparecido (¿..?), o, sufrido metamorfosis tales, que no permitirían identificarla como un colectivo de incidencia económica, y por tanto política, en los términos en que si lo fue hasta fines del siglo XX,
Es cierto que el impacto del neoliberalismo globalizado afectó profundamente las formas de lo social y lo político en el mundo y, con ello, también a las clases sociales y particularmente a las clases populares y trabajadoras.
Efectivamente ha habido cambios en la situación de la clase obrera a nivel mundial, en su distribución territorial, pero, también, en lo que hace a su estructuración, composición, integración y relación con las demás clases sociales y, sobre todo, en su posición ideológica y política.
Todo esto presenta variaciones de acuerdo a los distintos momentos y lugares. Pero, ¿significa ello que la clase obrera haya desaparecido como sujeto político, o que se haya alterado su jerarquía revolucionaria como clase líder de los grandes cambios sociales en la derrota del capitalismo y la construcción de una nueva sociedad?
Desde una perspectiva verdaderamente marxista, que es la única que consideramos válida para este tipo de análisis, la respuesta es obviamente negativa.
Sin embargo desde posiciones seudo marxistas, o desde cierta creatividad teórica con basamento en lo que alguna vez dio en llamarse "marxismo crítico", o marxismo "occidental", o directamente de teorías que se asumen como neo-marxistas o, como no marxistas, pero anticapitalistas, y que aportan a ese ubicuo y difuso movimiento teórico autodenominado postmodernismo, se ha pretendido que el concepto de clase obrera no sirve ya más para definir al sujeto histórico, en tanto que serían otras las fuerzas o energías del cambio mucho más abarcativas de un todo social en el que se diluyen las diferencias de clase.
En primer lugar hemos de decir que el marxismo nunca negó que otras clases o sectores sociales hubieran de participar activamente en la acción revolucionaria. Es más, incluso lo afirmó como una necesidad. La cuestión a discutir no es la de si resulta positivo o no, para la revolución mundial, que "la multitud" o los movimientos sociales, o los grupos de protesta que se generan espontáneamente, por todas partes, o las minorías, se expresen y luchen, aún aislada y pasajeramente. Todos estamos de acuerdo en que todo ello es importante. Pero lo que se discute ahora, como siempre, respecto del cambio verdadero, del cambio material del sistema que oprime, es de qué manera las luchas se pueden constituir en una alternativa real al sistema, con poder real destructivo y constructivo, que defienda efectivamente las conquistas obtenidas por las clases subalternas y ayude a aumentarlas hasta lograr la desaparición de la explotación y la exclusión. Y, cuando se ponen las cosas en esta perspectiva, no solo aparece la cuestión de la política real, en la que la lucha de clases esta omnipresente, sino que se advierte, con claridad, la dimensión que tiene la intervención de la clase obrera, como movimiento real de obreros y trabajadores de carne y hueso, en esta disputa.
Es decir que los intereses de la clase, no sólo están presentes claramente en los nodos de las contiendas políticas nacionales e internacionales y, particularmente, en la síntesis global de la conflagración entre una producción material dependiente de la especulación financiera y la acumulación, o un sistema económico y financiero internacional al servicio de una producción y reproducción racional de la vida material, sino que se ve cada vez con mayor nitidez que esas contradicciones no han de resolverse favorablemente para la clase ( y por lo tanto para la humanidad toda) sin el aumento determinante de la participación en esta lucha de los obreros industriales y los trabajadores de los servicios directamente vinculados a la industria, a través de sus sindicatos, asociaciones gremiales y partidos políticos que más los representen.

Transformaciones de la clase obrera

El campo y las formas de acción de la clase obrera, como clase revolucionaria, se han transformado con la globalización.
Sólo echando una mirada a la distribución geográfica puede decirse que ,como producto de un proceso que nace en los intersticios del esquema imperialista del siglo XX (años 1970/80), de países industrializados (imperialistas) y subdesarrollados (dependientes), las grandes concentraciones de clase obrera industrial y trabajadores, vinculados en forma directa con el aparato productivo , a partir de fines de la década de 1980, quedan distribuidas en un mosaico informe que puede sintetizarse, muy esquemáticamente, más o menos así: Una gran masa de obreros nuevos que se forma en China, India, y otros países mas pequeños del sudeste asiático, proveniente de sectores campesinos que se incorporan a la industria y los servicios, sectores económicos de gran desarrollo en esta área mundial. Una masa más reducida y estable de obreros de los países de Europa Occidental, Canadá y EEUU, contenidos e incluidos socialmente, con elevados ingresos y condiciones laborales, sociales y de consumo relativamente excepcionales (respecto de lo que han sido los niveles históricos en esos rubros para la clase). Sectores estables de clase obrera en los países del Este Europeo y la ex Unión soviética, con ingresos fuertemente disminuidos y condiciones desmejoradas. Un semi-continente no industrializado y sumido en la marginalidad económica mundial, como lo es el África sub-sahariana, con la excepción de unos pocos países. Un mundo islámico con algunas situaciones similares a la africana, pero también con países relativamente poderosos y en algunos casos con grupos sociales de hiper concentración de riqueza, gracias a las enormes reservas petrolíferas. Y un continente latinoamericano con una clase obrera reducida, pero creciente, y grandes tasas de desempleo y sub empleo. Además, tanto desde África, como del mundo árabe e islámico, como así también de América Latina y el Caribe (especialmente de México y Centroamérica, se produce permanentemente una gran corriente inmigratoria hacia EEUU y los países de Europa Occidental, con trabajadores que van a ocupar puestos laborales, principalmente en los sectores más bajos de los servicios, aunque también en puestos, no calificados, de la industria y la construcción. Un análisis claramente demostrativo de cómo todos los cambios que se han producido en el mundo del trabajo no sólo no han reducido la clase trabajadora sino que en muchos aspectos (incluído el numérico) la han aumentado es el de Harman y Callinicos 1
La presión del esquema internacional neoliberal del capitalismo financiero apunta en los inicios de la globalización a una mayor concentración de la riqueza, a generar la fabricación masiva de productos en países con bajo nivel de salarios, a mantener a los obreros de los países centrales con un buen ingreso relativo y a contener por la fuerza a las masas subocupados, desocupadas y migrantes en busca de empleo.
Todos estos cambios, objetivos y subjetivos, que se producen con el avenimiento de la globalización a fines de 1980, son, para la clase, aunque de distinto orden, de la misma magnitud cuali-cuantitativa que los que se produjeron en el salto del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopolista de estado (imperialismo), a fines del siglo XIX.
Es importante ver, entonces, cuales son las formas en que la clase retoma, ahora, ya promediando la globalización, una iniciativa, que no va a repetir las formas clásicas de lucha de la etapa del imperialismo, ni las anteriores, de la etapa del capitalismo salvaje, sino que ha de ser, dialécticamente, una suerte de síntesis de las estrategias de lucha anteriores.

Las etapas del capitalismo

De este modo, hoy, para la lucha por el socialismo, vuelve a ser imprescindible la correcta caracterización de la época y, por tanto, la necesidad de retomar la cuestión leninista de las etapas del capitalismo. Mucho tiempo ha transcurrido desde el ensayo de Lenin sobre el imperialismo como etapa superior del capitalismo, lo que obliga a la actualización de su tesis a partir de las mismas premisas marxistas con las que él llega a "descubrir" la existencia de etapas en el proceso capitalista como un todo.
Desde un enfoque ciertamente materialista histórico, proponemos una hipótesis de las etapas capitalistas, diferenciándolas entre un capitalismo inicial, que dura hasta fines del siglo XIX, una etapa imperialista, que dura hasta los años 1980 y una etapa de capitalismo globalizado, desde fines de los 80 hasta nuestros días y en la cual nos hallamos hoy inmersos.
Si se acepta esta hipótesis se puede, desde un punto de vista dialéctico, encontrar rasgos en la globalización que repiten de manera sintética los aspectos de las dos primeras etapas, en un movimiento de "bucle", de negación de la etapa anterior (imperialismo) la que, a su vez, es negación de la anterior (capitalismo inicial)
La globalización vuelve al capitalismo inicial, pero en una vuelta de espiral, que la pone en un plano superior a aquél y que incorpora aspectos centrales del la etapa intermedia. Este movimiento, en tríada, que constituye la esencia del pensamiento dialéctico, es inherente al enfoque materialista histórico, que (en términos muy sencillos) no es otra cosa que la aplicación de los principios de la concepción filosófica del materialismo dialéctico a la interpretación de la historia humana.
En este sentido, si el paradigma económico del primer capitalismo fue el liberalismo, que tiene su madurez teórica en Adam Smith, y que llega a su apogeo, en la práctica, con el libre comercio de la época del imperio neocolonial inglés del siglo XIX, la matriz económica, desde fines de 1980, es el neoliberalismo, y su sola denominación da, de por si, ya claros indicios de un cierto retorno sintético al patrón económico original en su forma "neo". Es decir una vuelta al libre juego de la oferta y la demanda de los mercados, pero en una versión de mercado global, y sin perder, los estados que comandan el proceso (particularmente EEUU), el sesgo de estado poderosamente intervencionista, típico de la etapa intermedia del imperialismo, sólo que la intervención ahora es siempre en auxilio de los grandes grupos financieros.
Paralelamente, en términos de forma predominante de reproducción del capital, si el primer capitalismo fue de sesgo comercial, en el sentido de tener su eje principal en el libre mercado de bienes y productos manufacturados, el segundo (imperialismo) fue productivo, industrial, de extracción directa de plusvalía, y diferencia en los términos del intercambio con los países dependientes, y , finalmente, la actual etapa de globalización (tercer capitalismo) es predominantemente financiera, en la forma de mercado libre global de capitales.
En la sucesión de etapas históricas de la edad moderno-capitalista, se hallan reproducidos los momentos de la dialéctica de la mercancía D-M-D de Marx en la fórmula más detallada D – M (FT y MP) P M' – D'-D'' donde FT es fuerza de trabajo, MP son los medios de producción y P el proceso productivo. Con lo que el primer capitalismo, de sesgo comercial, corresponde al momento inicial de la mercancía (D-M), el segundo (imperialismo), de sesgo productivo, al momento intermedio (MPM') y el tercero, la globalización, de sesgo financiero, al comercio de dinero (D-D'') . Así, desde la lógica dialéctica, el movimiento interno del elemento que constituye la piedra basal del sistema, determina la dinámica histórica del sistema mismo en su totalidad.
Por otra parte los sesgos de las etapas se hallan determinados por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas respectivas. Si lo que más se desarrolla, entre los comienzos del capitalismo y el siglo XIX, son los medios de transporte, tanto marítimos como terrestres, yendo desde las caravanas, cruzadas y "descubrimientos" de continentes, del inicio, hasta el barco a vapor y el ferrocarril decimonónicos, esto se condice con el desarrollo principalmente del comercio, lo que remata en el imperio comercial inglés del siglo XIX. La segunda etapa, industrial, respondió sobre todo al desarrollo energético de la electricidad y de la extracción petrolera y del acero, lo que permitió la industria de industrias en gran escala. Y la tercera, financiera, especulativa, se vio superestimulada por el desarrollo particularmente vertiginoso de las comunicaciones, (que permite millones de transacciones financieras en segundos), propio de la globalización.
Concluimos entonces en una nueva visión, desde el marxismo, que afirma la existencia de tres etapas en el capitalismo que podríamos llamar la mundialización capitalista (1300-1880), el imperialismo capitalista (1890-1980) y la globalización capitalista (1985….), visión que hemos desarrollado en trabajos anteriores2.
Los tiempos de duración de las etapas se acortan significativamente, de acuerdo a la dinámica del proceso histórico. Ello es entendible ya que esta dinámica está determinada por la velocidad de desarrollo de las fuerzas productivas que es cada vez mayor.

Las etapas del capitalismo en relación con el sujeto histórico

Si se acepta el transcurso progresivo del proceso histórico moderno-capitalista en etapas, de la forma en que lo proponemos, debe aceptarse también, desde una visión materialista y dialéctica, que el sujeto que está en la base del impulso histórico durante el capitalismo, es decir las clases populares y, centralmente, la clase obrera y los trabajadores en general, va sufriendo igualmente transmutaciones, tanto en su estructura interna como clase y como movimiento, como en los espacios socio-políticos en los que actúa.
De este modo, una es la clase obrera del primer capitalismo, el de la acumulación originaria y la competencia salvaje, otra es la clase obrera del imperialismo y otra la de la globalización. Sin dejar por ello de ser clase revolucionaria, transformadora e impulsora del proceso social, como lo es por definición, y sin dejar de ser el centro de todo el movimiento popular, cuya unidad y acción es imprescindible para la transformación mundial. Pero esos caracteres, propios de la clase, aparecen y se insertan en el movimiento social y político de distinta forma, según la etapa del capitalismo en que se encuentre.
La primera etapa (1300-1880) es de formación del capitalismo y, por lo tanto, también de la clase obrera. Esta se constituye definitivamente recién a mediados y fines del siglo XIX cuando, precisa y no casualmente, se desarrolla la teoría revolucionaria con Marx y Engels. Esta clase surge de los sectores más avanzados del campesinado en las luchas de los siglos XIV, XV y XVI como una proto-clase que se enfrenta tanto a la nobleza como a las burguesías nacientes que son aliadas entre si, avanza con el desarrollo del artesanado y los trabajadores de la ciudades en los siglos XVI, XVII y XVIII y está en el centro de las grandes revoluciones que son aprovechadas por la burguesía para desplazar definitivamente a la realeza y la nobleza de todo poder político, revoluciones que, en cierto sentido , son injustamente calificada como "burguesas", cuando la fuerza principal, que las hizo posible, fue, siempre y en todos los casos, la fuerza del pueblo que perseguía interese muy distintos de los de la burguesía triunfante. Finalmente, como dijimos, en el 1800 la clase obrera se constituye como tal, aunque, en sus intentos revolucionarios, ya claramente hegemonizados por ella mismo como clase (1830, 1848, y 1871), queda aislada de sus posibles aliados, principalmente el campesinado, y es derrotada por la burguesía que aprovecha esos triunfos para consolidar definitivamente su poder.
En la segunda etapa del capital (1890-1980), correctamente bautizada como "imperialismo", época de gran desarrollo industrial , también adquiere un grado de evolución superlativo el desarrollo y la organización de la clase obrera (principalmente de la clase obrera industrial) como clase revolucionaria, y avanzan muchísimos sus posibilidades de alianza con las otras clases populares. De este avance de la clase y sus alianzas surge el mayor logro de la clase obre del siglo XX que es la revolución rusa de 1917 y la constitución de un estado obrero: la URSS. Bajo el paraguas de ese estado obrero que se transforma, a pesar de los furibundos ataques del imperialismo, en potencia mundial, se pueden desarrollar múltiples movimientos revolucionarios y luchas de la clase obrera y los pueblos de todo el mundo, que, de otro modo, hubieran sido imposibles, como la revolución China de 1927-1950, la revolución cubana (1959), y la revolución vietnamita (1945-1975) republicas socialistas que continúan sus respectivos proceso hoy en día. También al calor de la existencia de la URSS y de estos movimientos revolucionarios, se produjo todo un levantamiento anticolonialista, independentista y de liberación nacional, en el denominado tercer mundo, que ha dejado profundas huellas en todos los continentes. En los países desarrollados el imperialismo, para neutralizar a la clase, debió conceder enormes privilegios y constituir aristocracias obreras, que integraran el comando único de la situación política social interna, junto con la gran burguesía, aunque, así y todo, no pudo evitar importantísimos conflictos huelgas y luchas de la clase y de sus partidos, en los propios patios internos del imperialismo.
Creemos que hablar de derrotas, tanto en lo referente a la clase obre de la primera etapa (paradigmáticamente el caso de la Comuna de Paris de 1971), como en el caso de implosión de los países socialistas de la URSS y Europa del este, en la segunda etapa , no es correcto teóricamente, desde le punto de vista marxista, ya que esos proceso jugaron el papel que tenían que jugar, con gran éxito, y se agotaron, precisamente, cuando el capitalismo tuvo, históricamente, la posibilidad de reciclarse en un nuevo modelo de acumulación, lo que estaba inscripto en su propio destino histórico, ya que ello es algo que depende del desarrollo de las fuerzas productivas y de la capacidad intrínseca del modelo para resolverlo sin extinguirse.
El capitalismo pudo, en las década de 1980 y 90, dar su último paso de transformación, a su última forma, que es la globalización financiera. Esto determinó el agotamiento de las formas de lucha de la clase obrera propias de la etapa anterior.
De lo que se trata ahora es de identificar claramente cuales son las formas que ha ido adoptando el movimiento revolucionario desde el inicio de la globalización y el papel de la clase en ellas. Hay que hacer esto teniendo en cuenta que el capitalismo no tiene ya más salidas para avanzar en su forma de acumulación, ni para reciclarse en ningún otro sistema económico social superior, dentro de la lógica de los sistemas de explotación del hombre por el hombre. El ciclo triádico dialéctico se termina con ésta, la tercera y última etapa. Es por eso que se puede hablar ahora de un fin de época. Es un fin de época descomunal, porque resume, no sólo todo el capitalismo, sino toda la era de la lucha de clases. Es por ello que Fidel nos habla, con clarividencia, de una crisis "civilizatoria". Se está terminando toda una forma de la civilización, de violencia y explotación del hombre por el hombre, de miles de años. Se está terminando ahora y los tiempos históricos corren cada vez con mayor velocidad.
Este es un dato clave para enfocar correctamente el análisis del papel de la clase obrera y el movimiento revolucionario mundial hoy.

La lucha de la clase obrera hoy

Lo primero que saltó a la superficie, precisamente desde los inicios mismos de la globalización, fueron los movimientos sociales de los más marginados y castigados por el esquema neoliberal, desocupados, minorías marginadas y migrantes. Símbolos paradigmáticos de este tipo de movimientos iniciales fueron por ejemplo el Caracazo, venezolano, de febrero de 1989, o la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas México, en enero de 1994. Por otro lado, en, y desde, los países más marginados de la economía mundial y agredidos militarmente por la OTAN, se sucedieron y siguen sucediéndose acciones violentas de carácter bélico y diversos atentados, respecto de los que, a veces, el disparador está en los propios servicios de inteligencia norteamericanos. En ningunos de estos movimientos y acciones tuvo la clase obrera un papel relevante y en la mayoría de ellos ni siquiera ha estado presente.
Sin embargo, a medida que se desarrolla el proceso de la globalización, la clase obrera, en distintos países y regiones, va recuperando el centro del escenario de lucha. En este sentido, es necesario afirmar que los cambios que han impactado en la clase obrero no son sólo de índole de distribución geográfica, o de composición, o cambios en las formas de la actividad laboral, que los hubo y muchos, sino, también y consecuentemente, cambios en la actitud política y en el despliegue de la lucha por sus intereses.
Desde esta perspectiva, creemos que se puede observar una tendencia a la confluencia de los movimientos de la clase en una corriente definitivamente contraria a la globalización y financiarización del capital.
Antes que nada habría que hacer algunos breves reflexiones sobre la incidencia que ha tenido hasta ahora la clase obrera como tal en los distintos procesos que, desde los inicios mismos de la globalización, han ido enfrentándola, hasta llegar a constituir, hoy, bloques de posiciones políticas claramente enfrentados a ella.
En primer lugar debemos observar el proceso latinoamericano y del Caribe. Si hay un hecho premonitorio de las luchas populares en Latinoamérica contra la globalización ese fue el, ya mencionado, "caracazo" de 1989.Resulta altamente simbólico el hecho de que este levantamiento popular que puede ser considerado como el inicio de las luchas contra la globalización se sucede el mismo año en que Williamson escribió el documento base del llamado "Consenso de Washington (What Washington means by policy reform)", que es la base teórica de las políticas neoliberales para la región, y se dio el golpe militar en Panamá y la derrota electoral de la Revolución Sandinista en Nicaragua (febrero de 1990), dos hechos que importantes trabajos teóricos consideran como la culminación de la estrategia norteamericana de la "seguridad nacional", propia del imperialismo y el inicio de la "gobernabilidad democrática" en América Latina y el Caribe, monitoreada por Washington, propio de la globalización3. Este hecho insurreccional marca, además, el inicio de todo un proceso político y social en Venezuela que termina con el triunfo del comandante Hugo Chávez y su asunción del gobierno, en el que prosigue hasta hoy. Este ha sido un proceso importantísimo para la Venezuela pero, además, parta la región latinoamericana y del Caribe en su totalidad, y su influencia se ha hecho sentir en términos ideológicos pero, también, en términos económicos y políticos concretos.
Es cierto que en el inicio de este proceso, y en parte de su formación, el rol de la clase obrera Venezolana no fue central. Ello se debe a múltiples razones Entre las primeras está la de su poco desarrollo estructural sobre todo en los tiempos en que comienzan estas luchas populares en Venezuela. Sin embargo un factor muy importante en el desarrollo de estas luchas, sobre todo en el terreno de la ideología, ha sido, indudablemente, la proximidad de la Cuba revolucionaria. En este sentido debe reconocerse que las ideas que provienen de Cuba siempre tienen impregnado el espíritu de la ideología de clase, toda vez que el proceso cubano es un proceso socialista, afirmado en los principios del marxismo, adecuado a la realidad cubana y latinoamericana. Por otra parte, a partir del "caracazo" se inicia el proceso que, en primer lugar, con el intento de golpe de estado revolucionario de Chávez en 1992 y, finalmente, con su triunfo electoral de 1998, tiene a las masas populares como protagonistas y beneficiarias. Fueron justamente estas masas populares, y el creciente papel que jugó la influencia sobre ellas de los sectores obreros y trabajadores, que rápidamente se incorporaron al proceso y que se han ido transformando en el principal apoyo de la revolución bolivariana, lo que impidió el triunfo del golpe de estado reaccionario de 2002.
Pero, más allá del proceso venezolano, debemos centrar nuestra atención, también, en un proceso político nacional que ha aportado el peso político regional e internacional necesario para que las fuerzas antiglobalizadoras y antineoliberales se desarrollen en la región, que es el proceso político brasileño.
Indudablemente el rol más importante que a jugado Brasil en Latinoamérica y aun a nivel mundial, desde el primer triunfo electoral del Partido de los Trabajadores con el liderazgo de Lula en enero de 2003, es el de favorecer la autonomía y el distanciamiento de América del Sur y América Latina y el Caribe de las fuerzas centrípetas de la globalización financiera. El peso específico de Brasil en la región americana, y, ahora ya, a nivel mundial, y sus alianzas estratégicas con China y Rusia en los BRICS, lo han convertido en un actor internacional significativo y, bajo la conducción del PT y sus aliados de izquierda, el país ha hecho jugar ese peso a favor de la autonomía de las naciones sur y latinoamericanas. Esto ha proporcionado un paraguas protector y un empuje a procesos como el bolivariano de Venezuela y el Alba, y los de Ecuador, Bolivia , Paraguay, Argentina , Uruguay y ahora Perú, todos los que, en medio de sus contradicciones, (más agudas en unos que en otros casos ) luchan, con mayor o menor éxito, por desarrollarse hacia formas políticas y sociales de mayor justicia social y democracia activa verdadera.
Las contradicciones no son ajenas al proceso brasileño, sin embargo, las líneas internas más progresistas de este proceso político, que ha sido tan importante para el movimiento regional antiglobalizador, se han generado y se sustentan en la influencia y el poder de movilización y organización de lo más avanzado de la clase obrera brasileña.
También en los otros países mencionados luego de algún quietismo o expectativa por las que atravesaran las clases trabajadoras más vinculadas a los procesos productivos, han ido, éstas, sumándose, con un apoyo cada vez más claro, a estos procesos de cambio y lo irán haciendo cada vez más, en tanto estos procesos se profundicen y converjan, más aún, con sus propios intereses de clase.
No escapan a este análisis las contradicciones existentes dentro de los propios movimientos obreros, fundamentalmente en mucho casos entre las corrientes de más avanzada y viejas estructuras de burocracia sindical, que existen tanto en la CUT brasileña como en la CGT argentina, pero no cabe lugar a dudas que lo que provee de base de sustentación a las líneas políticas internas más avanzadas , que impulsan la integración regional contra las fuerzas del capital financiero internacional y por la profundización de las medidas de justicia social y fortalecimiento de los estados, son los sectores más avanzados de una clase obrera que se renueva y avanza con el crecimiento económico de estos países.
Otro escenario en el que se puede observar el papel creciente y determinante de la clase obrera en la globalización es el del proceso que se ha generado en la República Popular China desde los últimos quince años.
Luego de que los dirigentes del Partido Comunista Chino decidieran refugiar al proceso revolucionario chino de la tormenta globalizadora acoplándose, a su manera, a los procesos productivos del neoliberalismo, para desarrollar las fuerzas productivas del país y evitar el aislamiento y la confrontación con las enormes fuerzas del capitalismo financiero mundial, (lo que por otra parte generó un crecimiento exponencial de la clase obrera industrial y de los trabajadores asalariados en general en el país), la clase obrera china, precisamente desarrollada en forma estructural por este proceso, se ha transformado, a su vez dialécticamente, en el condicionamiento para que las políticas gubernamentales chinas se vean cada vez más exigidas a hacer frente a los embates de la estrategia neoliberal mundial capitaneada por los EEUU.
La clase obrera china no está dispuesta a sufrir un retroceso ni en su constitución, ni en su composición, ni en el nivel de sus ingresos, por lo que pone permanentemente en tensión al proceso político chino respecto de la necesidad de mantener el crecimiento de la economía y el fortalecimiento del mercado interno. Esto lleva, necesariamente, a la contradicción con los intereses de un capitalismo mundial en crisis, que le reclama hoy a China, nada menos, que dejar de crecer y de exportar.
Lo mismo sucede con otros países como Rusia y la India y esto hace que, tanto la Organización de cooperación de Shanghai como los Brics, vayan adoptando, cada vez más, una posición de confrontación con los grandes grupos financieros internacionales.
En lo que hace a los países centrales de la movida neoliberal mundial, es decir EEUU y Europa, si bien, en un principio de la globalización, lograron establecer altos niveles de consumo, principalmente a través de medios artificiales que magnificaban la verdadera capacidad productiva mundial y sus propias capacidades adquisitivas, como fueron las engañosas formas de financiamiento, a través de derivados financieros y otros artificios, han llegado, hoy, al final de cuerda, y han entrado en una sucesión de crisis financieras, que se transforman rápidamente en crisis económicas. Ello obliga, a los centros neoliberales, a tratar de imponer, para mantener su esquema de acumulación, tremendos ajustes económicos que afectan a la población y a la clase obrera, otrora contenidas con mejoramientos relativos de los ingresos y facilidades crediticias. Es, precisamente en este momento, cuando la clase obrera de estos países empieza a desarrollar un rol protagónico, que va, directamente, al enfrentamiento con el proyecto neoliberal mundial. Esto es de suma importancia, en tanto que, si los grupos financieros no logran aplicar con éxito estos ajustes se vería en peligro inmediato la viabilidad su propio esquema económico de supervivencia, y, el primer obstáculo que encuentran para la aplicación de estas medidas, son las crecientes luchas obreras y populares en estos países. Es esta una batalla en la que se van a definir los tiempos de ralentizamiento o aceleramiento de la caída del sistema capitalista mundial.

La clase obrera como sujeto revolucionario hoy

La clase obrera es, entonces, hoy, como lo fue desde sus primeras conformaciones y como no puede ser de otra forma desde el punto de vista marxista, el sujeto histórico revolucionario que impulsa el proceso capitalista a su propia destrucción y que construye la alternativa al mismo.
Luego de un primer momento de inicios de la globalización, (en el que los movimientos obreros se reponían del golpe recibido por el agotamiento del proceso de lucha anterior, propio del imperialismo), momento en que se desarrollaron, principalmente, los movimientos populares y sociales sin presencia central aún de la clase obrera, ésta se reconfigura hoy y va asumiendo poco a poco su rol de vanguardia en las luchas populares.
Pero el escenario para estas luchas es hoy distinto y distintas habrán de ser las formas de organización, de articulación internacional y de alianzas
Se va viendo cada vez más claramente que la presencia e influencia revolucionaria de la clase en tiempos del último capitalista , decadente pero desenfrenado y depredador, adquiere formas nuevas que sintetizan de alguna manera sus formas de lucha anteriores combinándolas y articulándolas dialécticamente.
En ciertos ámbitos como América Latina, la influencia de la clase obrera con sus luchas, pero también con sus apoyos políticos y su colaboración como fuerza de trabajo principal va manteniendo y consolidando un rumbo que de profundizarse habrá de entrar necesariamente en una escena revolucionaria y que en muchos aspecto ya se está constituyendo en ello como es la integración suramericana, la de los países del ALBA y latinoamericana y del Caribe en la CELAC, con proyecto de la magnitud del Banco de Sur y el Consejo de Defensa Suramericano. Las contradicciones de estos procesos con la globalización neoliberal se habrá de agudizar próximamente a partir de que se sostengan los rumbos industrialistas, de fortalecimiento de mercado interno y de soberanía económica de los países de la región y en este sentido la principal garante por ser la protagonista central y principal beneficiaria, es la clase obrera latinoamericana.
En países como China, Vietnam y otros como Rusia, la clase obrera se convierte en palanca de empuje hacia la consolidación de modelos económicos basados en lo productivo y en el mejoramiento de mercado interno. En el caso de China este movimiento es impulsado por el propio gobierno y el Partido Comunista Chino, más allá de las contradicciones y tensiones internas propias de un proceso de tanta complejidad, en una época de tantas complejidades.
En el mundo más subdesarrollado económicamente en el que la clase obrera está aun en momentos de incipiente desarrollo su poder debe hacerse cada vez mayor a partir, también, del desarrollo industrial y de la cooperación internacional verdadera impulsadas por los BRICS y el Grupo de Shanghai .
En los países capitalistas centrales hoy, en medio de la crisis a los que los lleva el propio modelo mundial que han impuesto, el rol de la clase obrera es determinante para evitar que los grupos financieros logren imponer el ajuste para cobrar sus deudas y profundizar el proceso de concentración de capital. Esta es una batalla decisiva en tanto se da en el corazón del imperio y obsta a la reproducción del modelo en su propia tierra de origen y comando.
Como vemos los escenarios son distintos y complejos pero la lucha es una sola. No se pueden repetir estrategias de lucha que han sido propias (y apropiadas) para otros momentos históricos pero el camino es el mismo El rol de los partidos de la clase obrera, debe centrarse en jugar el papel que en cada realidad nacional impongan los intereses de la clase y el desarrollo de sus luchas. En otro plano les cabe el desarrollo de una tarea que está exclusivamente en sus manos y en la que ninguna otra fuerza política puede reemplazarlos, que es el de la comunicación y coordinación de la estrategia de la clase en el plano internacional, hacia la constitución de la gran herramienta del cambio de época, el movimiento obrero internacional y su conducción política única y unitaria.

1Harman Chris y Callinicos Alex "La clase trabajadora en el siglo XXI" ver en www.enlucha.org

2El contenido de este título de la ponencia es una reproducción parcial de las ideas contenidas en mi publicación "Globalización , tercera y (última) etapa del capitalismo. Un análisis desde el materialismo histórico" Ed Luxemburg. Buenos Aires. 2011

3Regalado Álvarez, Roberto, "América Latina entre siglos. Dominación , crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda" Ocean Sur Cuba 2006.


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